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El beso de Judas |
“Envidian lo que he conseguido: desde el respeto de las autoridades hasta el saludo siempre sonriente de mi vecino”
No me vengan con que la ingratitud no es el mejor recurso para escalar posiciones. Qué saben. Hubo un tal Mateo que dijo que me colgué, luego de una de mis más famosas traiciones, pero ¿creen que sería capaz de matarme después de traicionar como lo hice? Están locos.Hubo alguien que inventó lo del árbol, la cuerda y mi gollete entregado a la muerte. Le convenía para que la historia cerrara como debía cerrar, con una moraleja. La verdad es que no me colgué, como lo puede comprobar, amigo, aquí estoy, vivito y coleando. Ya me vé, disfrutando de la riqueza que conseguí aquella vez.Por las dudas me cambié de nombre, disimulé mi aspecto y me mudé de pueblo. No iba a ser tan tonto de seguir viviendo allí, luego de aquello.
Luego me dediqué a la gran vida, las mujeres, el vino, el juego.
Nadie me ha molestado nunca.
Es mentira que me arrepentí. Cómo me voy a arrepentir de algo que me dio todo lo que tengo, esta casa, estas higueras, ese viñedo, el olivar, aquella majada de ovejas, la bodega, mi lecho. Además, las mujeres de la servidumbre y los esclavos que fui comprando y las prostitutas que me festejan cada chiste, no dejaron ni dejarán que me arrepienta ni un solo instante de mi vida.
Aquel no fue ni el primero ni el último que traicioné, ¡qué va! Ya lo había hecho con otros y le siguieron unos cuantos después. Los que mandan, saben que deben llamarme cuando hay necesidad de alguna maldad grande o pequeña. Siempre satisfago sus pedidos, no es difícil, después de todo la gente sigue siendo muy crédula, mucho más en estos pagos, casi los confines del mundo.
Dicen que muchos me desprecian. Qué me importa. Envidian lo que he conseguido: desde el respeto de las autoridades hasta el saludo siempre sonriente de mi vecino. Y el amor de bellas muchachas. A las que pagué, ciertamente. Pero, ¿usted es de los que creen que no paga el amor de su esposa el hombre común, si la alimenta todos los días?
Oiga, usted, que ha venido a recordarme esa historia, ¿cómo se llamaba aquel que nombra? ¿Andan diciendo que cobré treinta piezas de plata? Si es así, eran muchas, pero la verdad, no recuerdo bien cuántas.
La verdad, puede ser cierto lo que cuenta, no lo estoy acusando de mentir, amigo, sólo digo que yo no lo recuerdo muy bien. ¿Dice que lo entregué a los soldados con un beso? Debo estar muy viejo ya, porque la verdad es que no me acuerdo.
En fin, no recuerdo nada porque en una de esas soy un fantasma de fantasmas dando vuelta entre los hombres desde aquel entonces. Sin una pizca de humanidad corriendo por mis venas. Quién le dice, tal vez siendo el más conocido de los traidores, al menos guardé el decoro de arrepentirme primero, devolver el dinero después y ahorcarme, luego de haber pecado, entregando sangre inocente. Quizás en otro tiempo la traición era pecado grave y yo no vivo entre tantos traidores como los que hoy escupen la mano de sus señores, antes de mandarse a mudar, de joda anque sea a destiempo, un Miércoles de Ceniza cualquiera, como el de hoy en la primera comparsa que pasa por la puerta de su casa.
¿Usted conoce alguno?
Juan Manuel Aragón
A 4 de marzo del 2025, en Isla Mota. Ajustando la cincha.
Ramírez de Velasco®
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