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GASTRONOMÍA Pablito y la novia

Vieja foto del mercado
Armonía, como ilustración

“Era tímido, no de los que salen a comer el mundo y menos de los que tienen estofados raros o se machan en el primer boliche”


Pablito fue a dar un examen, armó una ensalada de temas en vez de ir a los bifes, porque ese tema era pan comido para él. Salió del colegio y fue a ver a la novia, que era un bombón, hacía seis meses que calentaba la pava y todavía no tomaba mate, pero cerca andaba. Antes había noviado con otra que era un kilo y dos pancitos, pero con ella revolvía el guiso desde el primer día.
La novia le iba soltando el bizcocho de a poco, si él se quería mandar a mudar, le hacía pucheros (“me pucherea” contaba él) y quedaban tan panchos, pero hasta el momento no pasaba naranja Fanta. De todos modos, él sabe que cuando el hambre entra por la puerta el amor salta por la ventana y que pan con pan, comida de tontos.
Era tímido, no de los que salen a comer el mundo y menos de los que tienen estofados raros o se machan en el primer boliche, tampoco tenía mala leche. Eso sí, cuando se enojaba te pegaba un tortazo o un bollo que te hacía puré o al menos te dejaba el ojo en compota.
Un tiempo la vida le importaba un pepino, morfaba como cuchi alquilado, como preso recién largao, como cuadrilla de ladillas (famosas y odiadas leidis), como hijo de maestra suplente, como estufa a pilas.
De los futbolistas admiraba a Mostaza Merlo, el Fideo Di María, Manteca Martínez, Chori Domínguez, Lechuga Roa y siempre hablaban de ellos con Panza Córdoba y Lechuga Gerez, porque eran chanchos amigos y hacían buenas migas, pero jugando era un queso, muy lenteja.
Trabajó en un diario, pero lo echaron porque se dieron cuenta de que refritaba las notas del suplemento “Ollas & sartenes” de un diario que lee la crema de Buenos Aires.
Le gustaban las chicas con culitos tipo manzana deliciosa, lo hacían perder el seso, pero saltaba como leche hervida si alguien alababa los melocotones, la empanada, los limones o el rosquete de su novia, que era un verdadero caramelito, un durazno a punto, galletita crocante.
Con pinta de pollito mojado, la verdad de la milanesa es que era un muchacho muy polenta, fibroso, sin una gota de grasa, ningún flan, duro como turrón de oferta, pero era medio salamín. Quienes se le ponían en contra, sabían que estarían en el horno, es que no era un tierno corderito que se comía en dos bocados.
Sabía que de a uno se junta el mistol para hacer bolanchao, porque había vivido en esos algarrobales, algo que en aquellos tiempos no era chala i´choclo.
Todavía tiene discos de Almendra, Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, Red Hot Chili Peppers y Tomates Fritos y no le hinchen los kinotos con ningún otro, porque se pone un ají putaparió.
La verdad es que quería escribir una nota con más miga, sobre todo porque Pablito no era un amargo serrano ni un papafritas y tampoco un perejil cualquiera, sino que era más bueno que el pan.
Sus dichos preferidos eran panza llena corazón contento, lo que no mata engorda, al pan, pan y al vino… Toro, todo bicho que camina va a parar al asador, donde se come no se asuntea.
Bueno, terminé la nota, listo el pollo, pelada la gallina.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Me hiciste salir de la dieta con esta nota tan comestible.Sos genial para esta tarea. Saludo afectuoso.

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  2. Bien ahí, con todos los dichos y expresiones mundanas que caracterizan el léxico provinciano de otros tiempos.
    Son mucho más expresivos, gráficos e ingeniosos que los pobres verbos monosílabos de hoy (gugliar, cliquiar, laiquiar).
    Muchas de esas expresiones me han transportado a épocas de inocente, y no tan inocente, disfrute entre amigos.

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  3. Jajajajaja! Y yo tratando de sacarle la ficha quien era ese mozo!! pero no lo pude descubrir...

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  4. Norma Avila
    Buenísimo, Juan ,me alegraste la noche.

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