Carlos Gardel, Cuesta Abajo Estaría siendo hora de contar a las generaciones venideras, por qué gustaba tanto un régimen que terminó cayéndose de puro ridículo Alguna vez se debería hablar del miedo que sentían los santiagueños cuando eran gobernados por Carlos Arturo Juárez, “el Tata”, a quien decían adorar y al que votaron cinco veces, cada vez con más ganas y que, cuando por última vez la eligieron a ella en una votación que batió récord, porque alcanzó algo más del 60 por ciento de las voluntades de los santiagueños, se sintieron plenos, henchidos de satisfacción y felicidad, viva, viva. Se debería contar que más miedo sentían los juaristas que quienes no lo eran. Algunos no querían sentarse en un bar a tomar un café con un amigo, solamente porque el amigo estaba catalogado como contrera, de la contra, radical, socialista o simplemente “un tipo peligroso que no piensa como el resto”. Alguien debería escribir sobre la rapidez de familias enteras —padre, madre, hijos, yernos, nueras,
Cuaderno de notas de Santiago del Estero