Recreación de la muerte del caudillo |
El 25 de diciembre de 1837 es ejecutado Santos Pérez, jefe de la partida que terminó con la vida de Juan Facundo Quiroga
El 25 de diciembre de 1837 fue ejecutado Santos Pérez. Fue el jefe de la partida que terminó con la vida de Juan Facundo Quiroga en Barranca Yaco, Córdoba.Era un peón en estancias de Córdoba. Anduvo en montonera de Juan Bautista Bustos, pero debió escapar de la provincia cuando José María Paz tomó el poder. Fue a Santa Fe y le dio su apoyo a Estanislao López. Cuando capturaron a Paz en 1831, Santos Pérez, que ya era capitán, fue elegido como parte de la escolta encargada de trasladarlo al campamento de López.Tenía su prestigio y tal vez po eso le encargaron matar a Juan Facundo Quiroga.
Igual debe haber sido sólo el autor material de una gran operación con el fin de debilitar al federalismo.
Era alguien ingenuo el hombre. El día que mató a Quiroga, Pérez “salió de su casa de Portezuelo seguido de un puñado de hombres. Ellos no sabían que iban a matar al riojano; no querían saberlo. Se alejaron callados; sólo se oía la coscoja de los frenos”, dice el periodista Juan Pablo Baliña en una nota sobre el asesino del caudillo federal.
En medio del monte cordobés, los jinetes se escondieron hasta que llegara la caravana que traía al Tigre de los Llanos y su comitiva. Él daba las órdenes pues era jefe de la partida. Pérez mató a Quiroga y José Santos Ortiz, su secretario
Consumado el asesinato Pérez y sus hombres intentaron borrar las huellas del crimen, y se fugaron hacia Los Timones. Y aguardaron los acontecimientos.
Los Reinafé intentaron culpar a Juan Felipe Ibarra, el gobernador santiagueño, que nada tiene que ver en el embrollo.
Unos días antes del 16 de febrero, Ibarra, que había advertido a su amigo Quiroga que podían matarlo en su paso por Córdoba, señaló a Pérez como autor material. Si éste llegaba a declarar la verdad de la trama, la vida de los hermanos Reinafé estaba terminada. Sigamos el relato de Baliña:
Reinafé mandó a Santos Pérez, y lo invitó a su casa de Córdoba. Le convidó aguardiente y al poco rato el capitán empezó con terribles dolores hasta que se descompuso por vómitos. Sudoroso, gana el camino. El arsénico no consigue matarlo. Huye y se refugia en las sierras; prefiere no marcharse lejos.
Luego fue perseguido por partidas de gauchos federales. Sabía que no viviría para contarla, que si había matado, ahora le tocaba a él.
Una tarde bajó a la ciudad para encontrarse con la hija de Fidel Yofre, dueño de unas chacras. Pero el quintero encargado del cuidado de las tierras, apodado “Porteño”, lo denunció a la milicia rural. A la mañana siguiente, despertó rodeado de trabucos y fusiles pesados. No se resistió no tenía cómo escapar.
Su final fue ante el público de Buenos Aires, en represalia por haber negado a la patria a uno de sus mejores hijos: Juan Facundo Quiroga. Tenía treinta y tres años y para enfrentar la muerte se vistió con chaqueta oscura y pantalones blancos de lienzo. Era de mediana estatura y de tez morena.
©Juan Manuel Aragón
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