Ambrosio Sandes |
El 20 de mayo de 1863, Ambrosio Sandes vence al Chacho Peñaloza en Lomas Blancas, quién era el sanguinario coronel uruguayo
El 20 de mayo de 1863 Ambrosio Sandes derrotó a Ángel Vicente Peñaloza en Lomas Blancas. Ese Sandes era un uruguayo de Soriano, Uruguay, militar que luchó en las guerras civiles de su país y de la Argentina, considerado el más sanguinario de los oficiales del ejército argentino.Estuvo en la Guerra Grande y combatió en varias batallas. Era un hombre hosco, silencioso, que interrumpía su mutismo en explosiones de violencia. Era cruel con enemigos y subordinados.Combatió bajo el mando de Justo José de Urquiza en Caseros. Luego se unió a Hilario Lagos durante el sitio de Buenos Aires a fines de 1852, pero el año siguiente se pasó a los unitarios a cambio de dinero. Volvió al Uruguay para apoyar el gobierno de Venancio Flores, pero fue expulsado por haber intentado forzar al Congreso por medio de una rebelión.Estuvo en la batalla de Cepeda del lado de Buenos Aires. Fue herido y dado por muerto. También participó en Pavón. Semanas más tarde, en la batalla de Cañada de Gómez, se destacó entre los oficiales que mataron a cientos de soldados y jefes rendidos. Gracias a esta acción, el gobierno nacional lo ascendió al grado de coronel.
Marchó a ocupar las provincias a órdenes de Wenceslao Paunero —también uruguayo— y su crueldad hizo estragos en San Luis, Mendoza y San Juan. Luego de vencer a las partidas montoneras mataba a los soldados enemigos rendidos. Una vez ocupadas las provincias por las fuerzas unitarias y sus aliados, y después de haber cambiado a ocho gobernadores, la última resistencia estaba en La Rioja, bajo la dirección del “Chacho” Peñaloza.
Cuando su ejército triunfó en Las Aguaditas, en marzo de 1862, enfurecido por la muerte de un ayudante, mató a siete oficiales. Recorrió La Rioja persiguiendo montoneros reales o imaginarios. En Lomas Blancas, un gaucho enemigo lo derribó y lo dejó tirado en el campo, perdonándole la vida. Pero ganó y, con furor, hizo matar a todos los prisioneros e incendiar sus cadáveres. El lugar donde se incineraron los cadáveres pasó a llamarse la "Carbonera de Sandes".
Volvió a derrotar a Peñaloza en la batalla de Salinas Grandes, y repitió sus hazañas criminales. Siempre mataba a todos los oficiales que caían en sus manos, y a muchos soldados. Si bien no era algo que le disgustaba, obraba así por orden de su superior, el gobernador sanjuanino y futuro presidente (prócer nacional) Domingo Faustino Sarmiento.
Le habían ordenado matar a todos los prisioneros de guerra; pero Sandes perdonó a algunos gauchos, por mero capricho.
Derrotado por Sandes, que era cruel pero también un capaz jefe de caballería, Peñaloza invadió San Luis y obligó al gobierno nacional a firmar el Tratado de La Banderita. Pero cuando el “Chacho” entregó los prisioneros que tenía en su poder, no pudo haber un cambio, porque Sandes y sus socios los habían matado a todos.
Sandes y sus oficiales negaron la validez del indulto, y siguieron persiguiendo, arrestando y matando a los montoneros. Por eso, Peñaloza se levantó otra vez contra el gobierno de Bartolomé Mitre a principios de 1863. Mitre puso como director de la guerra a Sarmiento, que contaba con Sandes para reprimir a los federales. Pero poco antes, fue atacado por un gaucho fugitivo a la salida de una pulpería y lo había herido.
Murió una semana más tarde, en Mendoza. Sarmiento exclamó que su muerte era un verdadero triunfo de la montonera. Por mucho tiempo, su sola mención causó terror y odio en los paisanos de La Rioja y Cuyo.
Sandes fue la prueba más patente del odio que sentía Sarmiento hacia todo lo que fuera argentino o tuviera visos de federalismo, religión o tradición. Un matasiete uruguayo fue encargado de sembrar el terror entre el paisanaje de La Rioja, en nombre de la civilización y las buenas maneras, pero en francés.
©Juan Manuel Aragón
Marchó a ocupar las provincias a órdenes de Wenceslao Paunero —también uruguayo— y su crueldad hizo estragos en San Luis, Mendoza y San Juan. Luego de vencer a las partidas montoneras mataba a los soldados enemigos rendidos. Una vez ocupadas las provincias por las fuerzas unitarias y sus aliados, y después de haber cambiado a ocho gobernadores, la última resistencia estaba en La Rioja, bajo la dirección del “Chacho” Peñaloza.
Cuando su ejército triunfó en Las Aguaditas, en marzo de 1862, enfurecido por la muerte de un ayudante, mató a siete oficiales. Recorrió La Rioja persiguiendo montoneros reales o imaginarios. En Lomas Blancas, un gaucho enemigo lo derribó y lo dejó tirado en el campo, perdonándole la vida. Pero ganó y, con furor, hizo matar a todos los prisioneros e incendiar sus cadáveres. El lugar donde se incineraron los cadáveres pasó a llamarse la "Carbonera de Sandes".
Volvió a derrotar a Peñaloza en la batalla de Salinas Grandes, y repitió sus hazañas criminales. Siempre mataba a todos los oficiales que caían en sus manos, y a muchos soldados. Si bien no era algo que le disgustaba, obraba así por orden de su superior, el gobernador sanjuanino y futuro presidente (prócer nacional) Domingo Faustino Sarmiento.
Le habían ordenado matar a todos los prisioneros de guerra; pero Sandes perdonó a algunos gauchos, por mero capricho.
Derrotado por Sandes, que era cruel pero también un capaz jefe de caballería, Peñaloza invadió San Luis y obligó al gobierno nacional a firmar el Tratado de La Banderita. Pero cuando el “Chacho” entregó los prisioneros que tenía en su poder, no pudo haber un cambio, porque Sandes y sus socios los habían matado a todos.
Sandes y sus oficiales negaron la validez del indulto, y siguieron persiguiendo, arrestando y matando a los montoneros. Por eso, Peñaloza se levantó otra vez contra el gobierno de Bartolomé Mitre a principios de 1863. Mitre puso como director de la guerra a Sarmiento, que contaba con Sandes para reprimir a los federales. Pero poco antes, fue atacado por un gaucho fugitivo a la salida de una pulpería y lo había herido.
Murió una semana más tarde, en Mendoza. Sarmiento exclamó que su muerte era un verdadero triunfo de la montonera. Por mucho tiempo, su sola mención causó terror y odio en los paisanos de La Rioja y Cuyo.
Sandes fue la prueba más patente del odio que sentía Sarmiento hacia todo lo que fuera argentino o tuviera visos de federalismo, religión o tradición. Un matasiete uruguayo fue encargado de sembrar el terror entre el paisanaje de La Rioja, en nombre de la civilización y las buenas maneras, pero en francés.
©Juan Manuel Aragón
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