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Relato en primera persona
La gente quiere que sea otro, que no sea yo, que no me guste lo que me tiene que gustar, que me quede en la casa, que engorde, que no ande por el aire, saltando de un lado a otro. “Este no se puede estar quieto”, dicen en la familia. La verdad es que no soy como ellos, yo soy otra cosa ni mejor ni peor, distinto. Quieren que sea un perrito faldero, un día de estos me van a pedir que ladre, que saque la lengua, que mueva la cola, que vaya a hacer las compras, que coma lo que me ponen en el plato, que no me queje por nada. No lo van a lograr.
No se bancan mi personalidad, mi carácter, que me guste salir de noche y andar por ahí, corriendo aventuras, tunanteando, yendo de un lado a otro, sin rumbo fijo. Si quiero volver al otro día o a las dos semanas o al cabo de tres años es cosa mía, es mi cuero, lo hago porque se me da la gana qué tanto. No le busquen explicación a mi conducta, nací en un tiempo y en un lugar equivocado, eso sí, creo que, en el pasado, cuando no había tantos pruritos y no funcaban tanto los derechos de propiedad, como ahora, me hubiera ido mil veces mejor.
A la familia nunca le he pedido ni un plato de comida, cuando me lo han ofrecido, si me agradaba lo que me daban, lo tomaba, si no, no, así de fácil. Porque no hay forma de que me guste lo mismo que a ellos, que tienen una casa, una familia establecida, seguridad, ritos consagrados para cualquier cosa. Duermo donde me topa el sueño y me tapo con mi propio cuero, que es grueso y aguanta. El redondo mundo es mi hogar, me alimento si hallo qué comer y si no, ando tiritando de hambre, pero nunca he rogado por un plato de comida, jamás he mendigado una caricia, nunca busqué dar lástima, que alguien sintiera compasión por mí ni que me regalaran piedad.
Mi ser no comenzó ayer o hace un rato. Soy así desde siempre. Mi estirpe era casi sagrada ya en los tiempos en que mis antepasados se mezclaban con los viejos egipcios, mucho antes de que la familia de cualquiera de los que me rodean tuviera nombre de tal. Oiga, ¿usted dice que puede rastrear sus antepasados hasta el Medioevo profundo? Bueno, yo andaba por ahí, mezclado con ellos, despreciado o ignorado quizás, pero siempre presente, sombra entre las sombras casi siempre grises del paisaje de villas, castillos, caseríos que hoy son enormes ciudades y me siguen teniendo como huésped.
En todas partes tengo el mismo espíritu, las mismas ansias de libertad me mueven en Santiago del Estero, Pekín, Marruecos, el Congo Belga o Wáshington, en todos lados me muevo igual, con el mismo desinterés por las cosas de los hombres que siempre he sentido.
Pero, oiga bien, si esta noche por su ventana se cuela un maullido suave, habitante de la oscuridad de los techos, seré yo, el gato del vecindario. O su amiga.
Juan Manuel Aragón
A 19 de abril del 2024, en Tala Pozo. Comiendo chipaco.
©Ramírez de Velasco
Me encantó. Buen fin de semana Juan
ResponderEliminarEse anhelo de libertad que el hombre no puede disimular.
ResponderEliminarBien por gritarlo a los cuatro vientos.!!!!!