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Un cuento que narra cómo pasó una de las fiestas de fin de año, un tipo que estaba solo, triste y abandonado y lo que hizo al final
Esa vez las fiestas de fin de año lo hallaron solo, triste y abandonado. Tenía dos o tres amigos que lo invitaron a celebrar en familia, pero no quiso. Una pierna de cordero que había conseguido no recordaba dónde, sería su cena. A la tarde, la adobó con limón, sal, una pizca de comino y ajo. Y a eso de las diez, cuando se acercaba la hora de los cohetes, la pintó con aceite de oliva, le agregó tomillo y ají del monte, y la puso en el horno bien caliente.Después se fue a leer un tomo de una colección que había en aquella casa de “Poesía argentina contemporánea”. El prólogo recordaba palabras de Octavio Paz en su fascinante libro `El Arco y la lira´ cuando dice: “La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos, alimento maldito. Aísla, une. Invitación al viaje, regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia…”. Con eso nomás tenía suficiente.En ese entonces vivía en un edificio de departamentos. La noche era cálida, como siempre en las fiestas, pero corría un vientito fresco de alguna parte. Hacia el norte pestañeó un lejano refucilo. En una de esas el año nuevo trae lluvia, pensó. Y recordó a los amigos del pago, a esa hora estarían reunidos, preparándose para cenar y luego ir al baile. Apuró un trago de vino tinto justo en el momento en que un aroma exquisito invadió la estancia. Se encaminó a la cocina.
Después de más de una hora de asarse en el horno, la pierna estaba lista.
Primero pensó en comer sin tanto empaque, pero después reflexionó en que la ocasión bien valía sacar la vajilla buena y poner mantel limpio en la mesa del comedor. Afuera arreciaban los cohetes, de vez en cuando una bengala intentaba —sin éxito —asustar al vecindario con su fantasmagórico resplandor. Rezo su agradecimiento por los alimentos recibidos y se dio a la tarea de cenar. La pierna estaba riquísima, exquisita. Se prometió que en una próxima vida no debía olvidarse de ser cocinero, chef, aunque más no fuere bachero, como le dicen al muchacho que lava los platos, las copas.
Entonces se planteó que antes de que terminara de pasar el momento o que el vino hiciera del todo su efecto, debía pensar en ella.
Juan Manuel Aragón
A 11 de junio del 2024, en Tarapaya. Dando maíz a las gallinas.
Ramírez de Velasco©
Guíen so, guíen so aragan
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