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PALABRAS Las mujeres y el arte

El jardín, de Claudio Monet

“Como su nombre lo indica, importaba más la impresión que causaría lo que se veía y por eso los girasoles de Van Gogh son geniales”

Pasa con las mujeres algo parecido a lo que sucede con el arte. Lo que más gusta de ellas no es lo que dicen obscenamente sobre el amor sino lo que no dicen, lo que ocultan, lo que mantienen en ese misterio a medias entre el querer desesperadamente y la indiferencia más helada.
Como que de dos asuntos fundamentales huyen los lectores, de los prólogos largos y de las descripciones minuciosas. Esos cielos azules, resplandecientes de cristales que se hacen fríos al caer la tarde y todo ese palabrerío inútil, la mayoría los pasa de largo.
Contame algo dice el lector y entonces para describir el alba José Hernández dice “apenas la madrugada, empezaba a coloriar, los pájaros a cantar y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar”. ¡Y ya está, amigos! ¿Para qué quieren más? Es el mismo trazo grueso de los impresionistas que unos años después de este poema harán capote en Francia, está prefigurado en el Martín Fierro. Una mancha, que de cerca se ve como una mancha o como un conjunto de manchas, en “El jardín", cuadro de Claudio Monet, de lejos es un jardín hermoso, pero de cerca es un conjunto de manchas informes. El impresionismo viene a acostumbrar a la gente al clima, más que a la pulida representación de algo concreto.
Es cierto que después de los impresionistas vinieron miles de otras corrientes de pintores. Pero es verdad también que el impresionismo fue el primer movimiento que rompió con la verdad de lo que se veía. Como su nombre lo indica, importaba más la impresión que causaría lo que se veía y por eso los girasoles de Van Gogh son geniales, no por perfectos ni siquiera por amarillos sino porque son los mismos girasoles que uno ha visto también con el corazón.
Por eso cada mujer tiene un hombre esperando por ella, porque hay un hombre -aunque sea uno solo en todo el mundo- que es capaz de comprender sus medias palabras y dejarlas dichas tal cual, sin pedir demasiadas explicaciones, sin tratar de aprehenderlas, sin intentar un descarnado desmenuzamiento de cada una.
Casi siempre no es importante lo que se dice, tanto en la vida como en los cuentos, las novelas, la poesía, sino lo que se esconde, lo que se deja en el aire del silencio. Es más interesante descubrir cuáles son las palabras que no están, pero mucho más todavía es dejarse llevar por la música, por la cadencia, por el íntimo momento y su ternura.
Como en el amor.
¿Ha visto?
Juan Manuel Aragón
A 6 de octubre del 2024, en la plazoleta Diego de Rojas. Leyendo un clásico.
Ramírez de Velasco®

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