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VENEZUELA La represión sostiene el régimen

Los venezolanos piden el fin de la dictadura

Una grotesca representación de lo no debe ser un régimen republicano, el país es un espectáculo de magia barata

Por Ramón Antonio Aguirre Escalona
desde Venezuela, especial 
para Ramírez de Velasco
La asunción de Nicolás Maduro a su tercer mandato es, sin duda, una de las más grotescas representaciones de lo que no debe ser el sistema republicano de gobierno. En un escenario que podría haber sido escrito por un guionista de sátiras políticas, se presenta ante el mundo no como un líder electo por el pueblo, sino como un actor en una obra de teatro mal ensayada, y el único aplauso viene de un público forzoso y controlado.
Esta farsa representa un "espejismo democrático", una ilusión óptica en el desierto de la política venezolana donde se ve agua fresca, pero solo hay arena movediza. Maduro, con su maestría en la magia de la manipulación, ha logrado convencer o, mejor dicho, forzar a su entorno a creer que está legitimado por el voto popular, algo que, con cada elección, se ha vuelto más difícil de sostener ante la mirada escrutadora de los propios venezolanos y el mundo.
En esta trama Maduro ha convertido la democracia en un espectáculo de magia barata. Cada acto de su investidura es un truco: la desaparición de la oposición, la transformación de la realidad a través de la propaganda, y el acto final, la "elección", en que la única carta que se muestra es la suya, ocultando el resto del mazo bajo la manga de la temida represión de los militares y sus fuerzas de seguridad interior.
A pesar de todo ha logrado mantener la ilusión de control y poder. En un país en que la economía se ha evaporado como un espejismo bajo el sol del desierto, la libertad de prensa es un recuerdo borroso y la independencia de poderes es una quimera, Maduro se erige como el único mago que quiere salvar la reputación de su régimen frente a la mirada de sus propios ciudadanos, pobre gente temerosa de los palos que el régimen propina a quien osa tener un gesto de simple disidencia.
Pero, ¿cuál es el costo de este espejismo? La respuesta es la erosión del sistema republicano de gobierno, la pérdida de dignidad del pueblo que sólo anhela libertad, y la esperanza de una nación que merece un gobierno que refleje su voluntad, no el capricho de un ilusionista barato.
La asunción de Maduro es un acto de prestidigitación política. Su única magia es la de mantener el poder a costa de la verdad, la justicia y el bienestar de su propia gente. En esta obra, el gran truco no es hacer aparecer palomas de un sombrero, sino hacer desaparecer la justicia ante los ojos de todos, con la esperanza de que el público, agotado y desilusionado, no se dé cuenta hasta que sea demasiado tarde.
Lo que sí se debe aplaudir, es la persistencia del pueblo venezolano que, a pesar de este espectáculo, sigue buscando su libertad, como en tiempos de Simón Bolívar, en medio del desierto que Maduro ha creado.
Ramírez de Velasco®

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