El Purgatorio del Dante, de Gustavo Doré Se cuenta lo que pasó al autor de esta nota la vez que se murió y lo que hizo después cuando andaba en el Purgatorio de las ánimas Era picarito ese Pedro al bromear. Decía “Cuando me muera…” y agregaba cualquier cosa, como “vete al cine a ver una de Olmedo y Porcel, en mi recuerdo”. Báh, no siempre, pero en el último tiempo era cosa de todos los días. Íbamos a un café y volvía a la carga: “Si me muero vas a venir cada dos por tres a pedir tu cortado con medialunas”. Yo atendía las cosas que me hablaba como quien oye una broma sin importancia. Una de las últimas veces que nos vimos, me anunció que después de muerto iba a enviar una señal desde la otra vida. Le pedí por favor que no lo hiciera, porque en ese tiempo sentía temor de las historias de aparecidos, fantasmas, espantos. “No te hagas drama, lo voy a hacer de manera suave”, anunció. Pero, no va a creer amigo, como si fuera una maldición, al poco tiempo me morí. Una tarde, iba caminando por
Cuaderno de notas de Santiago del Estero