Imagen para ilustrar nomás Con retazos de chismes, anécdotas y algo de imaginación se armó esta biografía de la vida real de una solterona famosa de Santiago Nunca se olvida de esa tarde, hace treinta siglos, tenía 17 años y le enseñaba a bailar tango al salteño, cuando en un momento dado se detuvo en seco —él era muy patadura— y le dijo sonriente: —No sé qué hacer, no sé qué me ordenas. En el tango, como en otros bailes el hombre es el que lleva la pareja, sin hablar, debe marcar con ambas manos y el cuerpo, lo que quiere que haga la mujer, ella se lo había dicho ya dos veces, pero él no sabía ni llevar el ritmo. Entonces él le soltó una guarangada que para ese tiempo sonaba mucho peor: —¿No sabes qué te ordeno? —No— respondió ella sonriéndole pícara. —Entonces bajate la bombachita. Un azote de furia le recorrió el rostro a ella, la rabia que le agarró la tomó tan de sorpresa que la dejó muda, quiso decir algo, pero no le salían las palabras. Y sin saber por qué, en vez de pegarle un
Cuaderno de notas de Santiago del Estero