Ir al contenido principal

FOLKLORE Adivinanzas (Parte II)

Los chicos las aprenden


Estas adivinanzas fueron recogidas por don Julián Cáceres Freyre en una investigación realizada en varios puntos de Santiago del Estero, en 1948. Luego fueron ordenadas y compiladas por Juan Manuel Aragón, el ingeniero, y su hijo.

La naturaleza
Estoy en todas partes, sin mí no se puede vivir, cuando corro velozmente tengo una fuerza enorme. El aire.
Un árbol con doce ramas, cada rama tiene sus nidos, cada nido tiene sus huevos. El año, los meses, semanas y días.
Estoy en una estación y tren no soy, la gente suda cuando me siente, y con el frío me voy. El calor.
Largo y angosto como el mes de agosto. El camino.
Se va, se va, y no se termina. El camino.
Va y viene, pero ahí no más está. El camino.
Yo pregunto por él y él no pregunta por mí. El camino.
Vos preguntas y él no pregunta. El camino.
Todos me pisan a mí, yo no piso a nadie; todos preguntan de mí, yo no pregunto de nadie. El camino.
Ramadón, sin pared y sin horcón. El cielo.
Ramadón, ramadón, sin patas y sin horcón. El cielo.
Ramada ramadón, sin puerta y sin horcón. El cielo.
Tengo una sábana grande y no la puedo doblar. El cielo.
En un campo grande hay mucho maíz derramado. El cielo y las estrellas.
Mi madre tiene una sábana que no la puede doblar; mi hermano tiene un espejo que no se puede mirar; mi padre tiene dinero que no lo puede contar. El cielo, el sol y las estrellas.
Más de cien niñas hermosas he visto al punto nacer, encendidas como rosas y al instante fallecer. Las chispas.
Soy un gigante de mucho valor, tengo doce hijos de mi corazón; de esos doce hijos tengo treinta nietos, la mitad es blanco y la mitad es negro. El año, los meses, los días y noches.
Mi papá tiene mucha plata, que no la puede contar. Las estrellas.
En el campo de Juandela hay muchas velas. Las estrellas.
Siempre quietas, siempre inquietas, durmiendo de día, de noche despiertas. Las estrellas.
Quereme pero no me toques; tocame pero no te enojes. El fuego.
La rubia bailando y el blanco tendiendo. El fuego y el humo.
Antes que nace la madre, el hijo vaga por las calles. El fuego y el humo.
Es agua y no moja, el sol lo derrite, las flores lo temen, los frutos también; lo mandan las nubes en blancas grajeas, y alegra a los niños el verlo caer. El granizo.
Largo, largo como un pino; no pesa ni un comino. O "alto como un pino...". El humo.
Antes que la madre nace, el hijo anda en todas partes. El humo.
Antes que la madre nazca, el hijo anda en la calle. El humo.
Es blanco, hijo de padres negros, y hace llorar sin motivo. El humo.
Todos lo han visto en el mundo y nadie lo puede tocar, ha derribado más cosas que arenas tiene la mar. El huracán.
En el campo suena y en la casa se oye. El ladrido.
Redonda como la taza, va conmigo a la plaza. La luna.
En chica, costilla, y en grande, tortilla. La luna.
Soy una señora muy aseñorada, ando en las nubes y no me mojo. La luna.
Se alegran los del campo si me ven llorar, y se ponen tristes los de la ciudad. La lluvia.
Cuando lloro, en el campo se alegran y en la ciudad lamentan. La lluvia.
Negra como el carbón, enemiga del miedoso, y amiga muy íntima del ladrón. La noche.
Una vaquita negra entró a la mar, ni capitán ni marinero la podrán sacar. La noche.
Se cortan sin tijeras y se remiendan sin agujas. Las nubes.
Se cortan sin tijeras, se parchan sin costura, y vuelan a la buenaventura. Las nubes.
Mi mamita tiene una sábana blanca que no la puede doblar. Las nubes.
Torito barroso que arrastra trozos. El río.
Toro barroso que acarrea todos los trozos. El río.
No soy de cristal ni de vidrio ni de metal, ni de género de ninguna clase, pero sin embargo me rompen. El silencio.
Soy un señor muy encumbrado, me acuesto y me levanto temprano. El sol.
Un señor muy encumbrado que anda mejor que el reloj; se levanta temprano y se acuesta a la oración. El sol.
De la cordillera viene un torito bramador, trae las astitas de oro y amarillo el corazón. El sol.
Tengo un espejo muy grande y no me puedo mirar. El sol.
Soy rey y no tengo reino; soy muy rubio sin tener pelo; ando y no me muevo y compongo relojes sin ser relojero. El sol.
Entra el toro, sale la vaca. El sol y la luna.
Nunca podrás alcanzarme por más que corras tras de mí, y aunque quieras retirarte iré yo junto a ti. La sombra.
Entro al agua y no me mojo; entro al fuego y no me quemo. La sombra.
Cuando me siento, me estiro; cuando me paro, me encojo; entro al fuego y no me quemo, entro al agua y no me mojo. La sombra.
Una vaquita negra cayó a la mar, con palancas de hierro no la pudieron sacar. La sombra.
Hermanas somos iguales, en lo alto resplandecemos, y con nombre de animales, no comemos ni bebemos. Las Siete Cabrillas.
Tres hermanitas muy igualitas, de noche despiertas y de día dormidas. Las Tres Marías.
De día planta, de noche espanta. El tronco.
Debajo de una sombra espesa, bala un toro sin cabeza. El trueno.
Voz gruesa y ronca, a todos atemoriza, a los grandes los asusta y a los chicos los atiza. El trueno.
Brilla como oro, pero no es oro; brama como toro, pero no es toro. El trueno y el relámpago.
Brama como toro, relumbra como oro. El trueno y el relámpago.
Qué es, qué es, que te da en la cara y no lo ves. El viento, el aire.
Estoy en todas partes. Sin mí no se puede vivir. Cuando corro velozmente tengo una fuerza enorme. El viento.
Cuatro hermanitos tengo, todos tienen nombre y diferente apellido. El viento.
¿Qué es? ¿Qué es? Te da en la cara y no lo ves. El viento.
Vuela sin alas, silba sin boca. El viento.
Doy vida y puedo matar, soy admirable en correr, siempre te estoy azotando y nunca me podrás ver. El viento.
Silba sin boca, toca sin mano. El viento.
Silba sin boca, toca sin mano, pega en la cara y tú no lo ves. El viento.
El más ligero; entra por todos los agujeros. El viento.

Comidas, cocina, casa
Entra por el lomito y sale por el piquito. El agua de la pava.
Verde fue mi nacimiento, colorado me vestí, me dieron tantos cachetazos para darte el gusto a ti. El ají.
En el monte overia, en la casa coloria. El ají.
Verde como loro, bravo como toro. El ají.
Es colorado bolsillo que tiene plata en sencillo. El ají.
Una cabecita blanca que no tiene ojos ni frente, se compone solamente de unos blancos dientes. El ajo.
Alto y grandote con diente en el cogote. El asador.
Abrí la puerta que te traigo un monito caliente, y soplá que viene quemando. La batata asada.
Una garza blanca; en el pico con agua de sed se muere. La bombilla.
Antes fui verde, luego negrita, y después, coloradita. La brasa.
Un señor orejudo y muy ardiente, no tiene boca ni dientes, pero hace la digestión. El brasero.
Orejudo y barrigón, tiene boca y no tiene dientes, pero hace la digestión. El brasero.
Negro como un toro, pero sólo tiene tres patas. El brasero.
Yendo por un caminito encontré un negrito, y lo llevé a mi casa y se hizo coloradito. El carbón.
Salí de paseo y encontré un negrito, lo llevé a mi casa y se puso coloradito. El carbón y la brasa.
Sombrero sobre sombrero, sombrero de rico paño, si no adivinas ahora no adivinarás al año. La cebolla.
En la arca para mi suerte, nazco debajo del suelo, mi fábrica imita al cielo, lágrimas causo al más fuerte no teniendo desconsuelo. La cebolla.
En el campo me crié, metida entre verdes lazos; aquel que llora por mí, ese me hace pedazos. La cebolla.
Hay un viejito, la cabeza blanca y la cola verde. La cebolla.
Una mulita blanca entra a la cañada y sale sin nada. La cuchara.
Una mulita blanca que va cargada, entra en las peñas, sale sin nada. La cuchara.
Una mulita entra cargada en una quebrada y sale sin nada. La cuchara.
Un animalito que cuanto más come más flaco se pone. El cuchillo.
Hilos tengo, pero no soy carretel; gracias a ellos no me han de comer. La chaucha.
Todos me dicen Chicha, siendo mi nombre Ron. El chicharrón.
Chicha le dan por nombre y Ron por apellido. El chicharrón.
Fui por un caminito, encontré una dama, le pregunté cómo se llama y me dijo Juana. La damajuana.
Yendo por un caminito encontré un bichito, le saqué el cuerito y el bichito quedó vivito. La damajuana.
No soy caballo y pateo, tengo una fuerza enorme, y a pesar de todo esto, nazco y muero en un instante. La electricidad.
Tapa sobre tapa, corazón de vaca. La empanada.
Lango, lango está colgando, peludito lo está mirando; lango, lango se cayó, peludito lo comió. El gato y la carne.
Soy cuadrada como un cajón pero doy comodidad, el sueño hallan dentro de mí, y mucha tranquilidad. La habitación.
Una iglesia blanca sin puerta ni tranca; no entra en ella luz ninguna, ni de ve-la, ni de sol ni de luna. El huevo.
Entre dos paredes blancas hay una flor amarilla, que se puede presentar en el reino de Sevilla. El huevo.
En medio de paredes hay una flor amarilla, como para regalarla al rey de Castilla. El huevo.
Vengo de padres cantores pero yo no soy cantor. El huevo.
Vengo de padres cantores pero yo cantor no soy, tengo blanca la capita y amarillo el corazón. El huevo.
Nací de padres cantores, y aunque yo no soy cantor, tengo los hábitos blan-cos y amarillo el corazón. El huevo.
Es su madre tartamuda y su padre gran cantor, tiene su vestido blanco y amarillo el corazón. El huevo.
Casita blanca, sin puertas ni ventanas. El huevo.
Una arquita muy chiquita y blanca como la cal, que todos saben abrir y nadie la puede cerrar. El huevo.
Arico tico no tiene panza ni pico; la madre de Arico tico tiene panza y pico. El huevo.
Cuál será un alimento, que estando en el agua salada no se ensala. El huevo.
Una sábana blanca, que se corta sin tijera y se cose sin aguja. La leche.
En el campo fui nacida, las llamas son mi alimento, adonde quiera que me lleven es para darles sustento. La leña.
Dentra al pueblo y se sale vistiendo. El maíz tostado.
Entra desnudito y sale vestidito. El maíz tostado.
En una sala negra bailan muchas niñas vestidas de amarillo, que a brincos y a saltos se visten de blanco. El maíz tostado.
En un castillo van cien niñas vestidas de amarillo, en saltos y brincos se vis-ten de blanco. El maíz tostado.
En el campo fui nacida, rodeada de verdes ramas, ahora me veo aquí rodea-da de muchas damas; traen pavos y gallinas, chocolate y mermeladas, ellas se lo comen todo y a mí no me dejan nada. La mesa.
Anguilla, anguilla, no tiene pie ni costilla. La morcilla. Anguilla por anguila.
El hijo le pega a la madre. El mortero.
Negrita como la mula y sólo tiene tres patas. La olla.
Una negrita petiza con tres patas. La olla.
Una señora negra con tres trenzas. La olla.
Una señora negra; tiene boca y no habla, tiene orejas y no oye, tiene patas y no camina. La olla.
Pérez anda, Gil camina, burro el que no adivina. El perejil.
Largo como lazo, redondo como cedazo. El pozo.
Va y viene, y ahí no más se detiene. La puerta.
Sombrero sobre sombrero, sombrero de ricos paños; si no adivinas ahora no adivinarás al año. El repollo.
Todos me dicen: ‘sal de aquí’, pero en la mesa del pobre y del rico nada se hace sin mí. La sal.
Blanca fui, blanca volví; ricos y pobres se sirven de mí. La sal.
Una casa pintoresca vestida de mil colores, donde entran pobre y rico para dejar sus valores. La tienda.
Toro anda, Gil camina. El toronjil.
Blanco me crié, rubio me cortaron, obscuro me molieron y blanco me amasaron. El trigo.
Yendo por un camino encontré un bichito, por sacarle el corazón se me ha hecho mil pedazos. El vino y la botella.
Hermanos son, uno va al baile, el otro no. El vino y el vinagre.
Dos hermanos son, uno va a misa y el otro no. El vino y el vinagre.
Soy verde; perfectamente verde, querida entre ricos y pobres. La yerba.

Ingeniosas

Ando en el aire y no me caigo, entro en el agua y no me mojo, me caigo en las brasas y no me abrazan. La letra a.
En los altares me adoran, en el agua me bendicen, y todos los sabios dicen que soy la primera entre todas. La letra a.
Estoy en medio del mar y no soy bote ni pez. La letra a.
Redonda es, y con una colita va. La letra a.
Un barril lleno pesa menos que otro vacío, ¿de qué estará lleno? De agujeros. 
¿A un cajón de qué se lo llena para que pese menos? De agujeros.
Cuál es el vegetal cuyo nombre, leído para atrás, se convierte en animal. Arrozzorra.
¿Cual es el medio mejor para no romper los zapatos? Usar botas.
Tres cazadores cazando y tres palomas volando; cada cual mató la suya y las demás siguieron volando. Un cazador se llamaba Cada Cual.
Mi cama tengo en el agua, capitán de antiguo soy, Ron me llaman en el mundo, adivinen quién soy. El camarón.
Un toro está en medio de un tablón de alfalfa. ¿Cómo podría sacárselo sin que pise? Capándolo.
Sin ninguna ceremonia, con el sombrero calado, se sienta delante el rey, el Papa y el magistrado. El cochero.
Cata, pero no del monte; marca, pero no de fierro. Catamarca.
¿Cuál es la bolsa que no se llena? La de la codicia.
Soy huésped aborrecible y nadie quiere tenerme, y no se acuerdan de mí sino cuando ya me tienen. La deuda.
Todos afirman que soy la causa de muchos males; me acusan de criminal, me tratan de vil infame. Maldícenme con frecuencia y lo extraño es que, no obstante, todos me quieren, me adoran, y no me desprecia nadie. El dinero.
¿Qué duele más que un palo? Dos palos.
En medio del cielo estoy, sin ser sol ni luna bella; aciérteme usted, ¿quién soy? La letra e.
El enamorado que sea entendido, adivina el nombre de la dama y el color del vestido. Elena, morado.
A un hombre que tiene cuatro sillas lo visitan el zapatero, la hija, el sastre y la señora, y todavía queda una silla para el dueño de casa. La hija del zapatero es la señora del sastre.
Soy palito muy chiquito, y encima de la frente tengo un mosquito. La letra i.
Hay un soldadito que tiene un mosquito en la frente. La letra i.
Soy un palito muy derechito que en la frente llevo un mosquito, que ni pica ni vuela ni toca la viola. La letra i.
A qué animal lo dejamos libre quitándole una letra. La liebre.
Una vez en un minuto, dos veces en un momento. La letra eme.
Mi nombre es de cinco letras, y aunque las digas todas siempre me dices la mitad. La media.
En un punto nací y en granito me he'i de terminar, y el que adivine mi nom-bre sólo dirá la mitad. La media.
Soy la redondez del mundo; sin mí no puede haber Dios; papas y cardenales sí, pero obispos no. La letra o.
¿Qué será una quisicosa de ovalada construcción? Como quisicosa necesita entrar en la generación. Que tienen los hombres, las mujeres no; los toros, los motilones y los obispos, cada uno tiene dos. La letra o.
Pelo sobre pelo cuatro, sacale y metele cinco, esperate que se vayan las nubes y te contaré las estrellas. Explicación: para pagar su cuenta el paisano debía vender su sobrepelo en cuatro pesos y el freno en cinco pesos; las nubes son los acreedores y las estrellas el dinero.
¿Cual es la planta más útil para el sostenimiento del hombre? La planta del pie.
Te lo digo, te lo repito y te lo vuelvo a repetir. El té.
Te digo y te repito, si no adivinas no vales un pito. El té.
Te la digo y te la repito, que si no adivinas no vales un pito. La tela.
El burro la lleva a cuestas; medita, estoy en el baúl; yo no la tuve jamás, y siempre la tienes tú. La letra u.
Cuál es la parienta más cercana, que es hermana de mi hermana sin ser hermana mía. Yo.

Religiosas
Hombre con mujer lo hacen, hombre con hombre también, pero dos mujeres juntas nunca lo pueden hacer. La confesión.
En el campo me crié, y levanté tanto vuelo que ocupé mejor asiento que Jesucristo en el Cielo. La Cruz.
Nadie lo ha visto en el mundo y todos hablan de El; por sus obras lo conocen, ¿adivina ya quién es? Dios.
Adivina quién es el más sabio y justo y el que creó el Cielo. Dios.
delante de Dios, estoy delante de un gran Señor, ya me cortan la cabeza y me vuelvo volador. El incensario.

Frutas
Verde fue mi nacimiento, costilla mi vivir, amarillita me puse al tiempo de morir. La algarroba.
Fui por un caminito, encontré un corderito, le saqué el cuerito y lo comí crudito. La banana.
Chaleco verde, camisa blanca, botones negros. El cayote.
Tiene barbas y no es hombre, tiene dientes y no come. El choclo.
En un monte monterano hay un padre franciscano, tiene barbas y no es hom-bre, tiene dientes y no come. El choclo.
En un campo santo hay un fraile franciscano; tiene dientes y no es humano; tiene barbas y no es cristiano. El choclo.
Cuando joven, canoso, de viejo, donoso. El durazno.
Me dicen duro pero no soy duro, estoy arriba pero no estoy seguro. El durazno.
Verde me comieron, madura me tiraron. La doca.
Verde la como, madura ya no, viene mayo, te adoro yo. La doca.
Verde la como, madura no, ya viene el tiempo que adoro yo. La doca.
En mí podrás encontrar, si vas buscando con maña, frutas, una ciudad de España y un arma que te hará temblar. La granada.
Tengo una cosita redondita redondita, es de color rojiza, ¿adivina usted qué es? La guinda.
Verde fue mi nacimiento, colorada mi niñez, y me voy poniendo morado, seña que voy a morir. El higo.
Blanco fue mi nacimiento, verde la conservación y amarilla la terminación. El limón.
En blanco pañal nací, en verde me transformé, fue tanto mi sufrimiento que amarillo me quedé. El limón.
En verdes pañales nací, amarillo me convertí. El melón.
En blancos pañales nací, en verdes me cautivé, qué desgracia fue la mía que amarillo me quedé. El melón.
En joven pecoso y en viejo donoso. El melón.
Peludito en chico, en grande pelado. El melón.
En chico peludo, en grande pelado. El melón.
Chiquito peludo, grande dorado. El melón.
Yo soy aquel que nació para ser acuchillado; soy, sin estudios, letrado, y de aromático olor. El melón.
Verde fue mi nacimiento, overito mi vivir, y marroncito me puse al tiempo de morir. El mistol.
Primero fuí blanca, después verde fuí, cuando me hice dorada, ¡ay, pobre de mí! La naranja.
Verde es mi nacimiento, amarillo mi vivir, blanca señora me puse cuando me quise morir. La naranja.
No es oro, no es plata, corre la cortina y verás de qué se trata. La nuez.
Oro no es, plata no es, abre la caja y verás lo que es. La nuez.
No es lo que comí, no es lo que bebí. La nuez.
Oro no es, plata no es, abre la cortina y verás lo que es. La nuez.
Una cajita de buen parecer, que ningún carpintero la pudo hacer. La nuez.
Dura, blanca y amarilla, a todito el mundo agrado, ¿deseas saber quién soy? Espera... ¿estás enterado? La pera.
Blanca por dentro, verde por fuera; si quieres que te lo diga, espera... La pera.
Verde fue mi nacimiento, amarillo mi vivir, negrito me voy poniendo al tiempo de morir. El piquillín.
Chiquito mi nacimiento, coloradito mi vivir, moradito me voy poniendo en el tiempo de morir. El piquillín.
Fui por un caminito, encontré una niña sin brazos; por sacarle el corazón la hice mil pedazos. La sandía.
En un campo hay una niña sin brazos; por comerle el corazón la hice mil pedazos. La sandía.
Una tinajita verde, agua colorada. La sandía.
Verde fue mi nacimiento, colorado me volví, y a la voz del pregonero en la calle me vendí. El tomate.
En aquella pared verde está una fea figura, uñas de gavilán, ombligo 'i criatura. La tuna.
Tú que has leído libro por libro, hoja por hoja, dime cuál es la planta que tiene frutas en la hoja. La tuna.

Plantas
Es tanto lo que valgo que al nacer ya tengo don. El algodón.
Alta como torre, misa que no se oye. La altamisa.
Alta pero no de torre; misa, pero no de cura. La altamisa.
Con mi cara encarnada y mi ojo negro y mi vestido verde, al campo alegro. La amapola.
Una señora muy aseñorada, de vestidos verdes y de carabanas blancas. El anckochi.
Antes que la madre nace, el hijo anda caminando. La batata.
En un campo enredado muchos indios están enterrados. La batata.
Alta soy, señora como pocas, mil castillos tengo, pero puerto ninguno. La caña de azúcar.
Alto en altura, verde en verdura, muchos aposentos y puerta ninguna. La caña hueca.
Alto en altura, corto en cintura, muchos aposentos sin puerta ninguna. La caña hueca.
Una cajita de palo que tiene buen parecer; el carpintero no hace; Dios hace porque tiene gran poder. El maní.
Una señora está en la vereda con el hijo en la cadera. El maíz.
Vaquita petiza, lechón morado. La mishoga.
Blanco es mi nacimiento, morado mi vivir, y me voy poniendo negra cuando me voy a morir. La mora.
Tronco de bronce, hojas de esmeralda, flor de plata y fruto de oro. El naranjo.
¿Cuál es la yerba que conoce el ciego? La ortiga.
Baja como una mesa, alta como una torre, amarga como la hiel y dulce como la miel. La parra.
Mi capa es de color verde, y cuando me quemo me torno negro. El pasto.
Una señora alta con una carabana ancha. El quebracho blanco.
Verde fue mi nacimiento y negra mi mocedad, y me vistieron de blanco para llevarme a quemar. El tabaco.
Barbas tiene, hombre no es; olas hace, río no es. El trigo.
En el campo de Belén hay un fraile franciscano, tiene barbas y no es hombre, tiene dientes y no come. El trigo.
Verde me crie, rubio me cortaron, prieto me molieron, blanco me amasaron. El trigo.
Lazo verde, flor colorada. El ucle.
Una vieja corcoveta tuvo un hijo corcoveador, unas hijas buenasmozas y un nieto predicador. La viña.

El cuerpo humano
Una pregunta tan fácil me la sabrás contestar, ¿cuál es la planta que se riega cuando se va a cortar? La barba.
En un comedor rosado hay sillitas blancas, y una vieja parlanchina que habla a toda hora. La boca.
Treinta y dos señoritas con su maestra en el medio. La boca.
El espinazo para adelante y la barriga para atrás. La canilla.
Soy animal que viajo de mañana en cuatro pies, a mediodía en dos, y por la tarde en tres. El hombre.
Una señora muy aseñorada, siempre anda en coche y siempre mojada. La lengua.
Una señorita que siempre anda en coche, de vestido rosa. La lengua.
Entre muralla y muralla hay una flor colorada, llueva o no llueva, siempre está mojada. La lengua.
Una madre con cinco hijos, todos semejantes y todos distintos. La mano.
Que es aquello, que los pobres tiran y los ricos guardan. Los mocos.
Pelo por dentro, cuero por fuera. La nariz.
Fui por un caminito y encontré dos niñitas, que miran, pero no hablan. Las niñas de los ojos.
Pelo con pelo, y el pelado en el medio. El ojo.
Bolas negras tiene usted, colocadas en cierta parte; aunque las refriegue con arte y las lave con jabón, bolas negras siempre son. Los ojos.
Dos niñas asomaditas, cada una a una ventana; lo ven y lo cuentan todo, sin decirse una palabra. Los ojos.
Fui por un caminito, encontré un palito; cortarlo pude, rajarlo no. El pelo.
En un monte espeso corté un varejón, quebrarlo pude, partirlo no. El pelo.
Vestidos de blanco y negro venían dos caballeros; uno al otro se decían yo primero, yo primero. Los pies.
Andá y vení, y si no vienes ¡qué será de mí! La respiración.
En la punta de aquella barranca, hay cinco niñas con gorras blancas. Las uñas.
Cinco hermanitas se vistieron de luto. Las uñas.
(Continuará)

Comentarios

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.