El centro de control |
La instalación de cámaras de vídeo para prevenir delitos podría ser una buena solución
Dice la noticia que el Ministerio de Transporte de la Nación y Trenes Argentinos agregaron 1.200 cámaras de video para reforzar la prevención de delitos en las estaciones y formaciones de trenes. Está bien, ¿no?, en una de esas el bandido se frena para no quedar escrachado.
El problema es que el ladrón de carteras va a seguir robándolas, quizás no lo haga en los trenes, lo hará en otra parte, en la calle, en la placita frente a la estación, en una avenida, en un oscuro callejón. La cámara de televisión filmando todo el día es un disuasivo para que en ese lugar no se cometan crímenes. O se avive su imaginación para robar, incluso cuando la cámara está filmando.
Hay una historia de las cajas fuertes, que fueron usando mecanismos de protección, más y más sutiles, a medida que los ladrones se ingeniaban para violarlos. De tal manera que hoy, robar la sucursal de un banco es tarea que requiere la contratación de uno o varios ingenieros para su planificación, como se ha visto en varias películas que cuentan asaltos, con historias tomadas de la vida real.
Es posible que, ante cada cámara de tren, los ladrones calculen su “punto ciego”, y perfeccionen sus movimientos así no se ve quién fue el que hurtó la cartera de la dama, el peine del caballero. O ideen maneras de distraer a quien está mirando la filmación en la central de control.
Creer que las cámaras disuaden a los delincuentes es de una inocencia que causa pánico. Se corre el riesgo, además, de que los ladrones supongan que, en los lugares en que no hay cámaras, es legal robar carteras. O al menos un poquito menos ilegal. Tal vez la gente de a pie deba hacer un estudio de los recorridos a realizar y moverse únicamente por los lugares que tienen cámaras. Así cuando los asaltan, si no recuperan lo robado, al menos tienen una prueba para mostrar en el trabajo o en la escuela, justificando la falta. O en el seguro, si es que les robaron el auto, la moto o les rompieron la crisma. Capaz que le sirve a la viuda, quién le dice.
No queremos quichicientas cámaras, sino que nos devuelvan la vida de antes, cuando andábamos con miedo a que nos asalten, pero no nos daba tanta pavura, porque entregabas el reloj, la cartera, el auto y chau, ahora de yapa te matan. Quisiéramos vivir como entonces, que teníamos el Jesús en la boca si los hijos demoraban al volver de la escuela, no como ahora que debemos acompañarlos porque si no, no llegan. Nos gustaría volver con miedo del trasnoche del cine, caminando por la ciudad solitaria, hoy, a esa hora no salimos ni locos.
Tampoco queremos que encima de robarnos, los ladrones crean que son Robert Redford, porque los filmaron con el chumbo en la mano y en la cárcel quizás los reciban como héroes.
Y una cosita más. Nos gustaría que, si hubiera alguna forma, se evite que haya tantos ladrones, no sé, construyendo una escuela por cuadra, dando trabajo a todo el mundo, promoviendo la creación de fábricas, no sé.
En una palabra, no queremos más camaritas sino menos ladrones.
©Juan Manuel Aragón
Es posible que, ante cada cámara de tren, los ladrones calculen su “punto ciego”, y perfeccionen sus movimientos así no se ve quién fue el que hurtó la cartera de la dama, el peine del caballero. O ideen maneras de distraer a quien está mirando la filmación en la central de control.
Creer que las cámaras disuaden a los delincuentes es de una inocencia que causa pánico. Se corre el riesgo, además, de que los ladrones supongan que, en los lugares en que no hay cámaras, es legal robar carteras. O al menos un poquito menos ilegal. Tal vez la gente de a pie deba hacer un estudio de los recorridos a realizar y moverse únicamente por los lugares que tienen cámaras. Así cuando los asaltan, si no recuperan lo robado, al menos tienen una prueba para mostrar en el trabajo o en la escuela, justificando la falta. O en el seguro, si es que les robaron el auto, la moto o les rompieron la crisma. Capaz que le sirve a la viuda, quién le dice.
No queremos quichicientas cámaras, sino que nos devuelvan la vida de antes, cuando andábamos con miedo a que nos asalten, pero no nos daba tanta pavura, porque entregabas el reloj, la cartera, el auto y chau, ahora de yapa te matan. Quisiéramos vivir como entonces, que teníamos el Jesús en la boca si los hijos demoraban al volver de la escuela, no como ahora que debemos acompañarlos porque si no, no llegan. Nos gustaría volver con miedo del trasnoche del cine, caminando por la ciudad solitaria, hoy, a esa hora no salimos ni locos.
Tampoco queremos que encima de robarnos, los ladrones crean que son Robert Redford, porque los filmaron con el chumbo en la mano y en la cárcel quizás los reciban como héroes.
Y una cosita más. Nos gustaría que, si hubiera alguna forma, se evite que haya tantos ladrones, no sé, construyendo una escuela por cuadra, dando trabajo a todo el mundo, promoviendo la creación de fábricas, no sé.
En una palabra, no queremos más camaritas sino menos ladrones.
©Juan Manuel Aragón
Eso Juan , menos ladrones, que les den trabajo, xq uno tiene que vivir aterrado
ResponderEliminarBueno...robar es un trabajo de tiempo completo. Muy buena tu observación. Juan Manuel!!!
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