![]() |
| Postal del Congreso |
El 9 de octubre de 1934 comienza el XXXII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires, presidido por Eugenio Pacelli, quien luego sería el Papa Pío XII
El 9 de octubre de 1934 comenzó el XXXII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires. Fue presidido por Eugenio Pacelli, quien luego se convertiría en el Papa Pío XII. Fue el primero de su tipo en América Hispana y el tercero en América, tras los congresos realizados en Montreal y Chicago. La magnitud de la asistencia fue sorprendente, convirtiéndose en el mayor evento de masas del país hasta esa fecha, y es considerada por algunos historiadores como la movilización más grande que se haya hecho en la Argentina. Terminó el 14 de octubre.El Congreso Eucarístico Internacional es una asamblea de la Iglesia Católica convocada por el Papa para rendir culto a la Eucaristía y guiar la misión de la Iglesia en el mundo. Reúne a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, y es presidido por el Papa o un delegado especial. El primer congreso se celebró en Lille, Francia, en 1881, y desde entonces ha tenido lugar aproximadamente cada tres o cuatro años en diferentes lugares del mundo.En Buenos Aires ya se había celebrado un Congreso Eucarístico Nacional en 1916. En 1929, multitudes desfilaron en la celebración de Don Bosco, demostrando la creciente importancia de los actos religiosos en el país. El arzobispo Mariano Antonio Espinosa había propuesto un Congreso Eucarístico para celebrar el Centenario de Argentina y contrarrestar el tono liberal y laicista que prevalecía en la sociedad desde la aprobación de las leyes laicas en los años 1880. Aunque Espinosa falleció en 1923, su sucesor, el arzobispo fray José María Bottaro, logró la aprobación del Vaticano para realizar el Congreso Internacional en 1934.
El 2 de octubre de ese año, con la presencia del presidente Agustín Pedro Justo, se inauguró la muestra de Arte Religioso Retrospectivo. Días después, el 8 de octubre, hubo juramentos y ceremonias inaugurales en diversas iglesias de Buenos Aires. Paralelamente, se realizaron espectáculos relacionados con el Congreso, como la obra teatral Roma de Enrique Larreta y la ópera Cecilia en el Teatro Colón.
El Congreso tuvo una fuerte oposición de sectores laicos y anarquistas, que organizaron protestas en Rosario. Sin embargo, el 9 de octubre, cuando comenzó oficialmente el Congreso, se marcó un renacimiento del catolicismo argentino. Este acontecimiento impulsó un crecimiento en las vocaciones religiosas, la construcción de nuevas parroquias y un mayor protagonismo del laicado.
Los actos centrales se realizaron en Palermo, donde se erigió una cruz de 35 metros de altura. También hubo procesiones en la Plaza de Mayo y otros puntos de la ciudad. Buenos Aires se llenó de símbolos religiosos, con escudos del Congreso y banderas argentinas y papales adornando las calles. Incluso el Edificio Kavanagh, en construcción en ese momento, fue decorado con una cruz blanca en su parte superior.
El Congreso atrajo a peregrinos de todo el mundo, incluidos obispos de América, Europa y Asia. Muchos llegaron en trenes y barcos especiales, y la ciudad vio una afluencia masiva de visitantes que saturaron hoteles, restaurantes y medios de transporte. Algunas personalidades de renombre, como el Patriarca de Lisboa y el arzobispo de París, se alojaron en residencias emblemáticas de Buenos Aires.
La participación en los actos públicos fue abrumadora. Se estima que más de un millón de personas asistieron a las celebraciones del 12 y 14 de octubre. El Congreso fue un ejemplo de orden y disciplina, sin incidentes graves ni enfrentamientos con los grupos opositores. Esto fue en parte gracias a un acuerdo discreto entre el presidente Justo y líderes socialistas, anarquistas y masones para evitar interferencias.
La vestimenta de los asistentes reflejaba la solemnidad del evento: mujeres con mantillas, hombres con trajes y sombreros, y niños con sus trajes de comunión. Vendedores ambulantes ofrecían recuerdos conmemorativos, y en la Sociedad Rural, ubicada cerca de los actos centrales, los asistentes pudieron almorzar por un precio accesible.
El padre Dionisio Napal fue el locutor oficial del Congreso, y los cánticos religiosos resonaron entre las multitudes, que entonaban “Dios de los corazones, sublime redentor”. El acontecimiento fue financiado en parte por donaciones privadas y patrocinadores comerciales, y se dice que una de las organizadoras vendió una estancia para cubrir los gastos.
Los medios de comunicación cubrieron extensamente el Congreso. Periódicos como La Nación publicaron ediciones especiales, y el documental Congreso Eucarístico fue estrenado en 1935 en el Teatro Colón. También participaron figuras como el cardenal Pacelli, quien fue enviado por el Papa Pío XI como su representante personal. Este fue el primer Congreso en el que participó un funcionario de tan alto rango, lo que subrayó su importancia.
El cardenal Pacelli llegó a bordo del Conte Grande, uno de los barcos más lujosos de la época, y fue escoltado por seis buques de la Armada Argentina. Fue recibido en el puerto de Buenos Aires por el presidente Justo y otras autoridades religiosas y políticas, y por una gran multitud. Durante su estancia, se alojó en el Palacio Fernández Anchorena, una imponente residencia que luego se convertiría en la sede de la Nunciatura Apostólica en Argentina.
En conclusión, el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de 1934 fue un acontecimiento de trascendencia histórica para la Iglesia Católica en Argentina. No solo reforzó la fe en el país, sino que también marcó un punto de inflexión en la vida religiosa y social de la nación, dejando un legado duradero en la comunidad católica y en la sociedad argentina en general.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®



Comentarios
Publicar un comentario