Aviso brasileño |
Algunas consideraciones sobre la vida, la muerte, y lo que trae aparejado cada una
La única acción de la vida que no controlamos y no podemos por más que nos esforcemos, es la muerte. Las disposiciones de última voluntad, que antes, quienes quedaban, consideraban una cuestión de honor cumplir, se han vuelto volátiles en un mundo que no hace caso a nada ni a nadie. “Voy a hacer lo que se me da la gana, qué me importa lo que digan los demás”, pareciera ser el emblema de todos en la bandera de su vida.Lo mismo, si alguien fuera a recordar este escrito el día que me vaya para siempre, que sepa: no me importa dónde me velarán, quiénes estarán presentes, quiénes pegarán el faltazo, si van a mandar flores o no lo harán me da exactamente lo mismo, igual dónde enterrarán lo que ya serán restos de lo que fui.Pero no publiquen, por favor, avisos en los diarios, en serio, no quiero salir ahí, me parece una acción del todo inconducente, no hay por qué andar saliendo en páginas de figuración social cuando uno, el invitado principal, digamos, va a estar sólo de cuerpo presente, porque el alma habrá salido volando hacia quién sabe qué quinto infierno bien merecido.
No me gustaría que, por las páginas del diario, deudores y acreedores se enteren de lo sucedido, sea con alegría o con pena. No quisiera que hagan como cuando murió mi padre, que vinieron a cobrarme deudas sin ningún papel firmado. Las pagué callado para que dejaran de chillar. Si unos y otros sepan recién después de mucho tiempo, es que para unos habrá sido tan insignificante el monto, que no importaba si moría o seguía respirando y los otros andarán aliviados porque nadie les pedirá que cumplan el compromiso.
Tampoco quisiera molestar a la gente, ponerla en el compromiso de ir al velorio, dudar entre mandar o no mandar flores ni menos que ponga el aviso, ya sea en los diarios que los publican gratis o en los que se debe pagar unos mangos para que tipeen el nombre del occiso. Además, no me gustaría que los dueños de los diarios lucren con mi muerte. Ya sé que son unos pesitos miserables, pero si se los pedía en vida no me los iban a dar, ¿por qué engordarles el bolsillo cuando ya sea fiambre?
Siempre he pensado que la muerte, la vida, son asuntos muy serios como para andar ventilándolos en un diario. ¿A alguien se le ocurre informar, “anoche con mi señora gestamos un niño, vamos a ver si nos salió bien la jugada”? A nadie. Bueno, lo mismo con la muerte. Como decir: “Finó mi tía Clarita y vieran de triste que estoy”. No va, ¿qué no?
Además, y con esto voy terminando y los dejo seguir en lo suyo, me parece pornográfico publicar la muerte de uno en un diario, como transmitir en diferido la más íntima de todas las acciones de uno en toda su vida, a gente que no le interesa en lo más mínimo saber de uno, mucho menos si ha crepado. Quédese en la ignorancia, amigo, si total no nos conocíamos, no nos saludábamos, nuestra vida iba por carriles diferentes, ¿qué se tiene que andar enterando de lo que me sucedió?
Por eso, si se acuerdan, ya saben, amigos. Nada de avisos en ningún diario, mejor guarden la plata, vayan al café, miren pasar las chicas lindas y no le paguen propina al mozo, para eso tiene sueldo.
©Juan Manuel Aragón
En otros países, se reúnen toman algo , comen, tal vez eso te guste, un beso
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