Ucle solitario en una foto de "Segundo Sombra" |
Algunos recuerdan el pago con nostalgia, los momentos de felicidad, la infancia, los juegos, y hasta dicen que quisieran regresar
El hombre se acuerda de los tiempos de chango, quiere volver a su casa, en medio del monte, lejos de la civilización, el ruido de motores, las preocupaciones. Era feliz, dice. Le gustaría ver de nuevo a su madre trayendo el tacho con agua en la cabeza, a su padre volviendo con el hacha al hombro y quizás una charata, una perdiz, una corzuela que cazó con la escopeta atada con alambre, con la que tantas veces suplió la falta de proteínas en su casa.Pagaría lo que no tiene por regresar a esa época, cuando casi se les murió una hermanita, mordida por la víbora que, si no andaban de casualidad esos cazadores de Santiago en una camioneta, se moría en el camino; el pueblo quedaba a escasos 20 kilómetros, pero primero había que pillar la mula, atarla al sulky y encarar al trote tendido por la huella.
Añora esa casa de paredes de barro y caña, techo de tierra apisonada, en el que dos de sus hermanos contrajeron chagas. Quisiera repetir aquellas mañanas de invierno cuando iba descalzo a la escuela y en vez de mochila como los chicos de ahora, llevaba el cuaderno en una bolsa hecha por la madre con sábanas viejas.Le saltan las lágrimas cuando rememora a su madre, a la sombra del algarrobo, lavando la ropa, encorvada, sudorosa, cansada refregando con un jabón que ya tiene la medida de 10 centavos. Le encantaría volver a saborear los guisos, también hechos por la madre en esa cocina de infierno que le resecó la cara y le trazó surcos profundos desde la juventud, haciéndola parecer una vieja de 60 años, pero mucho antes de cumplir los 40.
Qué no daría por volver a tener sus perros, galgos corredores, repletos de garrapatas, fieles y siempre hambreados. Y esperar que termine de empollar la gallina en el cajón de frutas, bajo la cama, para tener pollitos. Y salir a hondear palomas en la represa, porque el tata se ha ido a la cosecha y algo hay que echar en la olla. Observar cómo los músculos del viejo se hacen cada vez más blanditos y sin embargo porfía en chimbear postes porque no sabe hacer nada más en la vida.
Me pregunta, ¿quieres volver? Respondo que no. Le digo volvé vos si quieres. Me quedo en casa, con la canilla llena de agua, la cocina de gas, los pollos de la pollería que nacieron pelados, sin cabeza ni patas y con las achuras comestibles en una bolsita de plástico, el ómnibus pasando por la otra esquina y la farmacia con remedios. Vete vos, si quieres, a disfrutar del folklore, le pido, no te olvides de llevar carbón para el asado, porque ya no hay bosque en el campo. Vete tranquilo con la guitarra eléctrica, enchufala en un tomacorriente ahora que hay luz en el pago y cantá una vidala en mi honor.
Juan Manuel Aragón
A 21 de octubre del 2024, en Real Sayana. Parchando la cámara.
Ramírez de Velasco®
Muy bueno el escrito Juan, te felicito. Una vez accedido al confort, producto de un progreso tecnológico, nosotros los hombres no retrocedemos, no renunciamos a ellos (electricisad, agua corriente, gas, celular, automóvil, etc etc). Y cuando lo hacemos es por un tiempo muy limitado, añorando ciertas ventajas que ofrece la desdicha.
ResponderEliminarAsí era la vida,en.el monte,santiagueño .Habrá cambiado,algo?
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