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CUENTO Por demás embustero

Una perdiz, velay

Un mentiroso siempre es recordado en los pueblos porque a muchos hacen reir sus ocurrencias

Ahora que dice mentiroso, el que supo ser muy embustero, ¡por demás!, era el Flaco Barrientos, recordado en el club porque cada nada caía con una nueva. A algunos los hacía enojar, pero casi todos se reían, lo tomaban a broma. Algunos decían que era más mentiroso que cachetada de payaso, que Judas besando a Nuestro Señor, que billete de tres pesos con cincuenta.
Una vez en una reunión de la parroquia, alguien comentó que hacía unos días lo habían invitado a comer asado con cuero y alababa lo rico que había estado, lo blandita que quedaba la carne después de estar varias horas enterrada, tipo cabeza guateada, ¿ha visto? Se vé que el Flaco se salía de la vaina por decir algo, porque cuando alguien le preguntó si también había comido asado con cuero, respondió que no, pero que, en Santa Fe, una vez lo habían invitado a comer vaca rellena. ¿Rellena con qué?, le preguntaron. Con lechón, cabrito, pollo, cordero, dijo.
Otra vuelta la conversación se trataba de cacerías, armas, perros, asuntos de los que nadie hubiera creído que supiera algo. Pero aportó su historia. Contó que un primo tenía un perro perdicero muy eficaz, “pordemásmente bueno”, agregó.
Como será que una vez lo llevaron a una cacería que habían organizado en un campo, cerca de Garza, no sé si ubica, en la ruta 34, viniendo de Buenos Aires, antes de llegar a Fernández, bueno, ahí. El perro iba adelante y los cazadores lo seguían, si empezaba a andar más despacito y movía la cola de forma más lenta, era porque había detectado una perdiz, hasta que se paraba mirándola, con la cola estirada y la mano alerta, acercándose despacito para que volara, cuando la otra salía volando entonces ¡pum!, le apagaban varios tiros.
Así anduvo todo el día, un montón de cazadores lo seguían por detrás, él buscaba una perdiz, la seguía con el olfato, la marcaba, ella volaba, los otros la tumbaban.


El caso es que por ahí se puso a seguir a una, como desesperado, los cazadores creyeron que sería una muy grande, quizás un suri o algo. Y los fue llevando para el lado del pueblo, cada vez iban más cerca, hasta que entraron a Garza, imaginesé, cuatro o cinco cazadores, las escopetas preparadas, caminando medio agachados, listos para disparar en cuanto el perro apuntara la presa y la hiciera volar. Garza es un pueblo chico, pero hay muchas casas, calles, plazas, edificios públicos. Y los cazadores caminaban en medio de la gente, las armas remontadas, el ojo alerta, en completo silencio siguiéndolo al perro, que olfateaba y olfateaba por delante de ellos.
En eso llegan a un comercio y se pone duro, la cola tiesa y la manito adelante, ¡la presa estaba al frente! Los cazadores primero se miraron y luego observaron el negocio, tenía un cartel en la entrada: decía “Almacén La Perdiz” y una copetona pintada en el medio.
Le hubieran dado un premio al más mentiroso al Flaco, pero ¿sabe qué?, ya había inventado tantas historias que, una más no le agregaba nada a su fama de mentiroso compulsivo. Otro día se contarán otras historias que lo hicieron famoso en el pago.
Por hoy suficiente.
Juan Manuel Aragón
A 7 de noviembre del 2024, en Brea Puñuna. Embarrando la casa.
Ramírez de Velasco®

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