Una felicidad paradisíaca “Así nombró las huellas del bosque, le halló la forma a los días y supo cómo señalarme de formas diferentes…” Algo se movía tras los arbustos, no era Mujer, porque ella siempre que me olía cerca, hablaba o se hacía notar, sino un ser que no había visto nunca. Le puse de nombre `animal´ y me pareció que estaba bien. A su lado había otro, pero tenía astas y una forma distinta. Decidí que el primero sería `caballo´ y al otro le puse `vaca´. Se lo conté a Mujer y dijo que sería una bonita manera de nombrarlos. Supe que tenía la facultad de poner nombres a las cosas que veía, que era lo mismo que ser su dueño. A un bicho pequeño, negro y con alas, le puse ´escarabajo´, a otro más grande y con otra forma muy distinta lo llamé `rana´. Y seguí con esa diversión, seguro de que al Hombre que nos había creado le gustaría, de hecho, algunas veces cuando venía a vernos, jugábamos un ratito. Mujer, la que me había sido dada porque no era bueno que anduviera solo, mientras y...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero