Marcelo Longobardi |
El periodismo se ha convertido en una de las maneras más bajas de hacer política, con el Presidente revoleando mierda
Marcelo Longobardi nunca fue santo ni de mi devoción. Como periodista me parece un tipo antipático que hace entrevistas a alguna gente con la que está de acuerdo o más o menos y a los que le responderán lo que no le gusta, los increpa de mala manera. Se peleó con Jorge Lanata y se mandó a mudar de radio Mitre, en la que conducía lo que llaman “la primera mañana”, que es el horario en que la gente se levanta y está saliendo a trabajar, al menos en Buenos Aires.Después anduvo haciendo no sé qué, por Estados Unidos y volvió a radio Rivadavia a hacer lo que sabe, conducir un programa con el que se despiertan los porteños. Esta vez no le fue muy bien, sobre todo porque su equipo, es decir los que trabajaban con él en Mitre, quedaron en Mitre. No es que fueran gran cosa un humorista o imitador de chistes gruesos, una voz femenina sensual y periodistas especializados en casos policiales, deportes, salud un poco más.Resulta que en el revoleo de mierda que hizo el presidente Javier Milei, su especialidad más festejada por los porteños, que ahora lo aman, un sorete le pegó de lleno a Longobardi. De “hijo de puta” para abajo, le dijo de todo menos lindo.
Este periodista, asociado por el imaginario peronista a la defensa de los intereses la burguesía liberal y considerado por los liberales un “propia tropa”, demostró que es imposible en la Argentina tener un pensamiento crítico que vaya más allá de los extremos maniqueos en los que se colocan los unos y los otros.
Porque usted, lector, solamente puede ser peronista cucaracha o liberal vendepatria. No hay espacio en la discusión política argentina para las terceras, cuartas, quintas, enésimas posturas.
Cuando le preguntan si elige, pares o impares, blancos o negros, gordos o flacos, día o noche, no tiene permitido decir “nube” o “estreptocarbocaftiazol”. Bueno, algo así hizo Longobardi y lo corrieron de la radio. Pusieron excusas estúpidas, que, si las busca en internet, las hallará, no vienen al caso, lo corrieron por no ser furiosamente oficialista, como todos los que trabajan ahí.
Lo cierto es que, en la nueva Argentina que nació más o menos durante la crisis del 2001, el periodismo tiene prohibido buscar espíritus críticos, gente pensante, tipos que anden detrás de las noticias por cualquier parte, sin importarles si son de este lado o del otro del abismo del pensamiento.
Hay un simplismo divisivo exasperante.
Las mismas conductas se reproducen de un lado y del otro del muro de los vecinos. Lo que se critica a los del otro lado, porque está mal, se alaba o se calla cuando lo hacen los de esta parte, porque entonces está bien.
Ya se escribió aquí y en otros lugares algo similar cuando los protagonistas eran los de otras tiendas, y al mismo tiempo eran idénticos a que ahora critican así que no vengan con chicanas baratas.
Es totalmente injusto que un ciudadano cualquiera sea víctima de las injurias de un Presidente. Es un delito político bastante grueso también, porque el peso de la autoridad, el mando y el poder de uno son infinitamente superiores a los del otro. Es la pelea de un oso contra una hormiga. Para peor, en este caso, la empresa privada al menos debiera ofrecer una cobertura al periodista injuriado por la autoridad. Y lo expone a la calle, es decir a los leones. Nada que no se haya visto otras veces, por cierto.
La radio debió haberlo defendido o al menos los compañeros debieron haber alzado la voz para protestar. Pero están, como casi todos los oficialistas, ocupados haciendo operaciones de prensa para limar el poder de los adversarios internos y externos del gobierno y, para sus directivos al menos, no deben hacer otra cosa. Para eso les pagan.
Usted dirá que el presidente Milei no usará de su poder contra Longobardi, que se trata de palabras que lleva el viento. Desde el punto de vista de la banalización de la política, quizás tenga razón. Pero lo que ha dicho tiene en este caso y en los casos registrados en otros gobiernos que pasaron, una potencia que traspasa lo ética y estéticamente correcto para ser barro maloliente.
Un Presidente que trata a un periodista de “hijo de puta”, será capaz de cometer cualquier crimen sin que se le mueva un pelo de la conciencia. Con los otros presidentes y las autoridades de otros países a los que ha injuriado también, no hay problema, siempre sus ministros o la fuerza de la realidad lo hace recular.
Si esta fuera una columna editorial, se podría afirmar que el país está en manos de un orate algo o muy desequilibrado, sin frenos y por lo tanto habría que tener cuidado con él.
La democracia no solamente gusta de estos personajes, sino que desde siempre los promueve y los endiosa, es su esencia más íntima. En este caso porque “miren lo que hace y todavía la gente lo quiere, lo aprecia y dice que lo volvería a votar”.
Ojalá que la experiencia que viven —vivimos —los argentinos con Milei, salga bien, en paz y con fortuna. De otra manera es posible que caiga sobre la generación de quienes lo eligieron con su papeleta y en el cobarde cuarto oscuro, la maldición de los hijos, los nietos, por haberle hecho caso a descentrados conductores de televisión a quienes la patria, la república, las leyes, la Constitución les importa un carajo.
Si los candidatos se eligen por la extravagancia de sus dichos, ahí está Piñón Fijo, que en una votación mano a mano le gana a cualquiera. Ni siquiera es necesario que sepa algo de política. Más que suficiente con decir: “¡Compañía!, brazo extendido, puño cerrado, chu chu uá, chu chu uá”.
Sé que muchos no estarán de acuerdo con esta nota.
Abajo hay lugar para que opinen.
Vengan de a uno.
Juan Manuel Aragón
A 21 de diciembre del 2024, en Bonauto. Comiendo un center.
Ramírez de Velasco®
Perfecto te comentario. Nadie debe ser hdp por pensar diferente!! Gracias
ResponderEliminarRealmente cuando se acepta la burla y la ofensa ninguna broma dicha por un alto funcionario será bien recibida. Ni es funcional la democracia
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