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| Sinización del catolicismo chino |
El 22 de septiembre de 2018, se firma un Acuerdo entre la Santa Sede y la República Popular de China, para regular el nombramiento de obispos católicos en China
El 22 de septiembre de 2018, en Pekín, se firmó un Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular de China, para regular el nombramiento de obispos católicos en China, promoviendo la unidad entre la Iglesia "oficial", vinculada a la Asociación Patriótica Católica China, y la Iglesia "clandestina", fiel a Roma.Fue un momento clave en las relaciones entre ambas partes, interrumpidas desde 1951. Este pacto, suscrito por Mons. Antoine Camilleri, subsecretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, y Wang Chao, viceministro chino de Asuntos Exteriores, permitió al Papa tener la última palabra en la selección de obispos, mientras las autoridades chinas podían proponer candidatos, un paso hacia la reconciliación eclesial.Ese mismo día, el Papa Francisco readmitió a la comunión plena a ocho obispos ordenados sin mandato pontificio y creó la diócesis de Chengdé, que fue visto como un gesto de apertura pastoral.
Renovado en el 2020, el 2022 y el 2024, el acuerdo ha evitado ordenaciones episcopales ilegítimas y facilitado la consagración de obispos en comunión con Roma, aunque su contenido, mantenido en gran parte confidencial, ha generado intensos debates.
El acuerdo, fruto de décadas de diálogo iniciadas bajo San Juan Pablo II, fue presentado por la Santa Sede como un esfuerzo pastoral para permitir que los católicos chinos vivieran su fe en comunión con Roma, mientras eran reconocidos por las autoridades chinas.
Las críticas no se hicieron esperar, especialmente desde sectores que ven en el pacto una concesión excesiva al gobierno chino, conocido por su control sobre las religiones y su política de "sinización", que busca alinear las prácticas religiosas con los valores socialistas. Entre los críticos más destacados está el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, cuya voz ha resonado con fuerza contra el acuerdo.
Zen, un defensor de la Iglesia clandestina, ha calificado el pacto como una "traición" a los católicos chinos que, durante décadas, sufrieron persecución por su lealtad al Papa. En su opinión, el acuerdo legitima la autoridad de la Asociación Patriótica, una entidad controlada por el Partido Comunista que históricamente ha buscado una Iglesia independiente de Roma. En múltiples cartas abiertas y entrevistas, Zen ha acusado a la Santa Sede de "vender" a los fieles clandestinos, argumentando que el acuerdo entrega un poder significativo al gobierno chino sobre los nombramientos episcopales, lo que podría comprometer la libertad y la ortodoxia de la Iglesia.
El cardenal Zen ha expresado su dolor por lo que percibe como un abandono de los principios fundamentales de la fe católica, señalando que las políticas de sinización exigen a los sacerdotes y obispos jurar lealtad al Partido Comunista, lo que él considera incompatible con la obediencia al Papa. En el 2018, tras la firma, Zen escribió una carta al Papa Francisco, implorando reconsiderar el acuerdo y advirtiendo que podría "aniquilar" la fe de los católicos chinos. También ha criticado la falta de transparencia del Vaticano, afirmando que los fieles merecen conocer los detalles del pacto. Sus críticas han encontrado eco en algunos círculos católicos internacionales, especialmente entre quienes temen que el acuerdo sea un paso hacia la subordinación de la Iglesia a un régimen autoritario. Ha comparado la situación con un "pacto con el diablo", insistiendo en que la Santa Sede subestima el control ideológico que China ejerce sobre las religiones.
A pesar de las críticas, la Santa Sede ha defendido el acuerdo como un acto de "realismo cristiano", argumentando que, aunque imperfecto, permite un diálogo constructivo y protege la comunión eclesial en un contexto complejo. El Vaticano reconoce las dificultades, como las restricciones a la libertad religiosa, pero destaca logros como la unificación gradual de las comunidades católicas y la ausencia de ordenaciones ilícitas.
Para Zen, sin embargo, estos avances son insuficientes frente al riesgo de una Iglesia controlada por el Estado. Su postura refleja el dilema de los católicos chinos: equilibrar la lealtad a Roma con la supervivencia en un entorno políticamente restrictivo. El acuerdo, renovado hasta el 2028, sigue siendo un punto de tensión, con Zen como símbolo de resistencia frente a lo que él ve como una peligrosa concesión.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®



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