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| El vacunatorio de España |
El 30 de noviembre de 1803 parte la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, llevando la inmunización contra la viruela a América y Filipinas
El 30 de noviembre de 1803 partió de Cádiz, España, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, llevando la inmunización contra la viruela a territorios de América y Filipinas. La expedición fue para proteger a la población de una enfermedad que causaba miles de muertes, combinando ciencia, logística y compromiso humanitario en un proyecto sin precedentes para la época. Su viaje marcó un hito en la historia de la medicina y la salud pública colonial.Fue organizada por el médico Francisco Javier Balmis, que se convirtió en su director. Tuvo un equipo de médicos, farmacéuticos y ayudantes, además de recursos para transportar la vacuna y garantizar su viabilidad durante la travesía. La iniciativa fue promovida por el rey Carlos IV, con respaldo de la Corona española y el apoyo de instituciones científicas y filantrópicas.Para trasladar la vacuna se utilizó un método ingenioso: se mantuvo viva mediante el “paso en brazos” de niños sanos, que actuaban como portadores del virus vacunal. Inicialmente viajaron 22 niños, la mayoría huérfanos, seleccionados por sus condiciones de salud y resistencia. Este sistema garantizaba que el virus no se perdiera durante la larga travesía marítima y terrestre.
La expedición zarpó a bordo del navío María Pita, con destino a Puerto Rico como primer puerto en América. Desde allí se planificó la distribución progresiva de la vacuna hacia Venezuela, México, Guatemala, Colombia, Perú y otras regiones, siguiendo rutas que combinaban navegación y transporte terrestre. Cada destino contaba con médicos locales preparados para continuar el proceso de inmunización.
Durante el viaje, los médicos documentaron las condiciones de vida de los niños, su alimentación, cuidados médicos y la administración periódica de la vacuna. Estas anotaciones se convirtieron en registros valiosos de la práctica médica y la logística de la época, mostrando el rigor científico y la planificación que exigía un proyecto de esta magnitud.
La expedición también impartió clases de educación sanitaria, instruyendo a la población local sobre la aplicación de la vacuna y la prevención de la viruela. Se enseñó a médicos y enfermeros locales técnicas de vacunación, preparación de sueros y registro de inmunizaciones, lo que permitió que la labor continuara después de la partida del equipo español.
En cada puerto, la expedición adaptó su estrategia a las condiciones locales. En regiones con difícil acceso geográfico se organizaron brigadas que viajaban por ríos, montañas o caminos polvorientos para vacunar a la mayor cantidad de personas posible. Esta movilidad mostró la combinación de ciencia y organización logística que caracterizó la misión.
El impacto de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna se extendió a lo largo de las colonias hispanoamericanas y Filipinas, logrando inmunizar a miles de personas y contribuyendo a la reducción de brotes de viruela. Los médicos y ayudantes que formaron parte de la expedición recopilaron datos sobre eficacia, reacción de los pacientes y condiciones de transporte, generando información útil para futuros programas de vacunación.
La expedición regresó a España después de varios años, con informes detallados sobre las ciudades visitadas, número de vacunados y observaciones médicas. Estos documentos permitieron evaluar el alcance de la campaña y sirvieron como modelo para programas de inmunización posteriores.
Los registros de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna se conservan en archivos históricos de España y América Hispana, como bitácoras, diarios de viaje y correspondencia. Los documentos detallan fechas de llegada a puertos, cantidad de personas vacunadas, rutas recorridas, nombres de los niños portadores de la vacuna y medidas adoptadas para garantizar la conservación del virus durante la travesía marítima y terrestre.
Ramírez de Velasco®



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