El cura Gabriel juega con los niños |
Como vive una pequeñísima comunicad cristiana dentro de un territorio que fue a la guerra con Israel, rezar, rezar y rezar
Por Alejandra Martins
en BBC Mundo News
En el medio de una ciudad devastada, la parroquia de la Sagrada Familia es una luz.
La única iglesia católica en Gaza sigue siendo, a más de un año del inicio de la actual ofensiva israelí, un refugio físico y espiritual para cientos de personas.El párroco es el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, de la congregación Instituto del Verbo Encarnado.
El padre Gabriel, como le llama su comunidad, lleva más de cinco años en Gaza y tres décadas de misión en Medio Oriente.Cada día en la parroquia es un desafío, desde generar electricidad para los ancianos con máscaras de oxígeno hasta "hacer de tripas corazón" para sonreír y jugar con los niños.
En estos 14 meses la comunidad cristiana en Gaza ha sido blanco de ataques de las fuerzas israelíes. En octubre de 2023 un bombardeo israelí dejó 18 muertos en la iglesia ortodoxa de San Porfirio.
Ese mismo año según numerosos informes murieron tres mujeres por disparos de francotiradores, incluyendo una madre e hija dentro del complejo de la iglesia católica, en un ataque que fue condenado por el Papa.
La actual ofensiva israelí en Gaza dejó más de 44.000 muertos, incluyendo más de 17.000 niños, y más de 100.000 heridos, según datos del Ministerio de Salud de Gaza.
Más de 11.000 personas siguen desaparecidas, presuntamente bajo escombros, de acuerdo a la Defensa Civil palestina.
La ofensiva comenzó tras el ataque de Hamas en Israel, en el que murieron cerca de 1.200 personas y más de 250 fueron tomadas como rehenes, según autoridades israelíes.
Desde su parroquia en Gaza, el padre Gabriel Romanelli habló con BBC Mundo.
—Usted justo había viajado fuera de Gaza cuando empezó la ofensiva israelí y no le permitían volver. ¿Cuándo regresó?
—Cuando comenzó la guerra yo estaba en Belén y después en Jerusalén oriental. En mayo, en ocasión de la visita del patriarca, que es el superior eclesiástico para los católicos de ritual latino de Palestina, Jordania, Israel y Chipre, la autoridad israelí me dio permiso para venir y quedarme en mi parroquia de la Sagrada Familia.
—Hace más de un año hablamos con las religiosas peruanas en su parroquia. ¿Cómo están ellas?
—Las mellizas, como mucha gente las conoce aquí porque son gemelas, las hermanas peruanas María del Pilar y María del Perpetuo Socorro, pudieron salir de manera extraordinaria para renovar todo el papelerío, pero van a regresar Dios mediante.
—Me decía que con usted hay otros religiosos de América Latina…
—Ahora están la hermana María Emperatriz de América, que es peruana, y la hermana María de las Maravillas de Jesús, que es argentina. Y además están el padre Carlos Ferrero, que es el superior del Instituto del Verbo Encarnado para Medio Oriente, y es argentino. Y también está el padre Yusuf Assad, que es egipcio.
—¿Puede explicar a los lectores en qué parte de Gaza están?
—En este momento Gaza está dividida en dos, en lo que se dio a llamar el sur, donde está la mayor parte de los refugiados; y el norte, que es donde estamos nosotros. Estamos en la Ciudad de Gaza, donde antes de la guerra vivíamos un millón cien mil personas. Hoy por hoy, las estadísticas hablan que seríamos unas 400 mil personas en el norte.
—¿Cuán grande es la comunidad cristiana en Gaza?
—Antes del inicio de esta guerra, es decir, al seis de octubre de 2023, todos los cristianos éramos 1.017 personas, católicos y ortodoxos incluidos. La comunidad católica éramos numéricamente la más pequeña, con 135 personas.
Éramos pocos, pero una iglesia muy activa. Teníamos diez grupos parroquiales; participaban tanto católicos como ortodoxos, más de diez clínicas de Cáritas donde se ayudaba por mes al menos a 20.000 personas, tres escuelas…y una asociación para tratar a niños de piel de mariposa que sufren una enfermedad incurable que se llama epidermolysis bullosa. Se asistían a todos los casos que existían de nuestro conocimiento en la Franja de Gaza.
De esas 1.017 personas los cristianos seremos ahora un poco menos de 700. Hemos perdido a varios. Algunos murieron por falta de tratamiento médico.
Y los que tenían doble pasaporte o visas para el extranjero emigraron cuando las fronteras estaban abiertas. Desde mayo están cerradas.
Actualmente cerca de 500 cristianos católicos y ortodoxos se refugian en la parroquia.
—¿Cuántas personas albergan ahora en la parroquia?
—Cuando comenzó la guerra las informaciones del ejército eran que las personas fueran al sur a lugares seguros, pero la gente nos decía "Padre, están bombardeando en todos lados. No hay un lugar seguro. No tenemos adónde ir".
Desgraciadamente no es la primera guerra que vivimos aquí, pero ciertamente es la más dura, durísima. Entonces empezaron a llegar las familias a refugiarse. Llegamos a tener unas 700 personas refugiadas. Ahora somos aquí un poco menos de 500 personas viviendo noche y día.
—¿Quiénes están allí con ustedes, hay niños, hay ancianos?
—Tenemos niños, adolescentes y ancianos con discapacidad cuidados por las hermanas de la Madre Teresa, que profesan la fe musulmana y están en la parroquia. Son 58 personas postradas, cuidadas por el trabajo heroico de las Misioneras de la Caridad y voluntarios.
Y el resto son familias cristianas. Es decir, todos los católicos y varios cientos de ortodoxos, porque cuando fue bombardeada la iglesia griego ortodoxa unos 300 cristianos ortodoxos vinieron a refugiarse aquí.
Algunos de los ancianos están con máscara de oxígeno, lo cual es muy trabajoso porque no tenemos electricidad. No hay sistema eléctrico desde hace 14 meses en la Franja de Gaza y no se consigue diésel.
Entonces tratamos con los paneles solares si hay un poco de sol. La mayor parte de los paneles solares fueron bombardeados, pero pudimos recuperar algunos. Se trata de aprovechar cada minuto de electricidad y una de las cosas es para producir oxígeno para los enfermos.
—¿Tienen comida?
—Gracias a Dios, con la intervención del Patriarcado y el Papa, permitieron que entrara ayuda humanitaria para nosotros. Y con eso hemos podido no solamente asistir a nuestros refugiados, sino también a miles de vecinos. El mes pasado pudimos ayudar a unas 8.000 familias de civiles y llegar en total a unas 50.000 personas.
La situación es dramática en toda la Franja. Falta absolutamente de todo.
—¿Cómo se organizan para alimentar a tantas personas?
—Tenemos una cocina comunitaria, donde se cocina por turnos.
Tenemos unos pequeños hornos a leña que compramos, pero todo es complicado, esa es la realidad.
Una de tres panaderías que quedaron en pie para 400.000 personas es de una familia cristiana. Entonces ellos nos pueden proveer en este momento, pero antes estábamos haciendo aquí el pan.
No es suficiente lo que entra a la Franja, porque ustedes piensen que antes de la guerra entraba una media de 400 camiones diarios.
Imagínense la situación después de 14 meses de guerra donde durante mucho tiempo no ha entrado nada o entra a cuentagotas, entonces la ayuda no deja de ser insuficiente. Por ejemplo, carne no hay ya hace meses y meses.
—¿Dónde obtienen agua?
—El sacerdote austriaco que construyó la iglesia descubrió un pequeño manantial o hizo una cisterna profunda, todavía no sabemos cuál fue porque están las dos versiones. Lo cierto es que abajo de la iglesia hay una cisterna que no ha dejado de tener agua, que ha sido un milagro de Dios porque no toda la población tiene ese privilegio.
Nosotros la hemos usado para los refugiados adentro del predio y también para los vecinos. Siempre hemos tenido muy buena relación con toda la comunidad civil del barrio.
En cuanto a medicamentos, teníamos centros de salud y cuando comenzó la guerra compramos más medicinas, previendo que quizás la guerra iría a más. Pero tampoco uno se imaginó al inicio que esta guerra podía ser tan grave.
Y hace un mes con la ayuda del Patriarcado permitieron entrar cajas con medicina. Entonces tenemos una farmacia con un dispensario adentro para los refugiados, y otro afuera donde miles de personas se asisten.
—¿Dónde duermen tantas personas?
—El predio nuestro no es muy grande. Entonces hay personas por todos lados.
Las personas viven en las aulas de la escuela, del jardín de infantes. Hay una familia que duerme en mi despacho, otra en el archivo de la parroquia, hay quien duerme en la escalera, hay gente que duerme en la iglesia.
Se han hecho un par de puntos para ver dónde la gente se puede asear. Ahora que no hay mucho sol no hay paneles que calienten el agua. Tratamos de aprovechar si se enciende el fuego para la cocina y calentar agua en ollas grandes. Y después se distribuye un balde por familia, depende de los días.
—¿Cómo es el día a día?
—Ciertamente todos estamos angustiados. Una guerra no se la deseo a nadie. Nosotros lo que hacemos primero es tratar de mantener la vida espiritual fuerte.
Todos los días nos levantamos a eso de cinco y media y hacemos una hora de meditación ante el Santísimo Sacramento del altar. Él es la causa principal por la cual la comunidad cristiana está en Gaza, estamos por Cristo. Es lo que a mí me llevó a 29 años de misión en Medio Oriente.
El hecho de tener como centro de mi vida cotidiana, en momento de paz o de guerra, de angustia o de consolación, de fuerza o de debilidad, siempre el señor Jesús primero.
Después de esa hora de silencio que hacemos los religiosos y algunos laicos rezamos las oraciones de la mañana en árabe, porque el árabe es la lengua principal de los cristianos del Medio Oriente.
Y después empezamos el día, se visita a las familias, vemos la cuestión de salud, de comida, de seguridad, los paneles solares, el agua.
A la tarde tenemos el rosario de nuestra señora y la misa con sermón todos los días y actividades para los niños, lo que llamamos el oratorio, que son actividades espirituales, juegos, cantos.
Se trata de celebrar los cumpleaños, sobre todo de los niños, de visitar a los ancianos, de que nadie se sienta abandonado, solo, triste. La guerra causa todo eso y mucho más.
También hacemos clases. Ha sido algo súper extraordinario porque las escuelas están cerradas, pero no se ha perdido el año académico.
Damos clases de apoyo y el Ministerio de Educación de la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramala nos reconoció el esfuerzo que hicimos y los exámenes.
—Ha habido acusaciones de que Israel está "vaciando" el norte de Gaza. ¿A ustedes no les dieron orden de evacuación?
—A nosotros no, no por ser nosotros, sino a esta zona del barrio. Pero ayer, sin ir más lejos, a cinco barrios cerca nuestro, a unos 500 metros, los mandaron evacuar. La gente se queda a veces en otra parte de la ciudad vagando por las calles o en las ruinas. La mayor parte de la ciudad está triturada.
—Padre Gabriel, me imagino que usted tendrá momentos de mucha zozobra.
—Los lectores se preguntarán, ¿cómo puede usted en el medio de una situación tan horrible tratar de crear cierto tipo de normalidad para cientos de personas?
En primer lugar, lo que aprendemos de nuestro Señor, de la Virgen Santísima, es que a ellos no solamente le pedimos, sino que verdaderamente experimentamos una fuerza especial para seguir adelante.
Hay que estar en servicio para el otro, para el necesitado, en el caso mío como sacerdote.
Tenemos que ser como esa bondad del padre celestial en el mundo a pesar de nuestras miserias. Y jugar con los niños, hacer de tripas corazón.
Uno tiene que tragarse las lágrimas. Eso hay que dejarlo ante Dios, él ve y ve lo secreto. Y hay que tratar de ser un signo de esperanza para todos, para cristianos y no cristianos, para dar un testimonio de que es posible vivir juntos. No es fácil, pero es posible. Y que hay que hacer el bien.
—¿Cómo se preparan para la Navidad?
—Nuestro pesebre lo estamos preparando adentro de la iglesia, y estamos armando el arbolito de a poco. No vamos a hacer un árbol como aquí se solía hacer afuera, grande, con fuegos artificiales. La guerra está en curso.
Pero dentro de la iglesia queremos recordar que Jesús nació en Belén de manera tan pobre, tan humilde, y eso nos da esperanza para seguir adelante confiando en él y tener verdaderamente la certeza de que la guerra va a terminar. No hay guerra que no haya terminado. Pero desgraciadamente, un día más de guerra va a producir más muerte, más destrucción.
Cuanto antes se frene todo esto va a ser un bien para todos, tanto para la sociedad palestina como para la sociedad israelí.
—¿Cuál es su mensaje desde Gaza?
—A seguir trabajando por la paz. Nosotros queremos que todos los seres humanos del mundo trabajemos por la paz.
En segundo lugar, que cada persona humana vale, sea de la raza que sea, de la religión o nacionalidad que sea.
Y en tercer lugar, para el que pueda ayudar materialmente, el canal es el patriarcado latino de Jerusalén, porque ayuda hace falta. Creo que la dirección la conocen, lpj.org. Y el que no puede hacer eso, ciertamente puede ayudar a un pobre. Y si no lo tiene, hay que ir a buscarlo.
En todas partes del mundo hay pobres, necesitados, enfermos, hay una persona que necesita una ayuda, aunque sea un saludo si uno no tiene nada material para dar.
Y rezar, rezar y rezar.
La única iglesia católica en Gaza sigue siendo, a más de un año del inicio de la actual ofensiva israelí, un refugio físico y espiritual para cientos de personas.El párroco es el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, de la congregación Instituto del Verbo Encarnado.
El padre Gabriel, como le llama su comunidad, lleva más de cinco años en Gaza y tres décadas de misión en Medio Oriente.Cada día en la parroquia es un desafío, desde generar electricidad para los ancianos con máscaras de oxígeno hasta "hacer de tripas corazón" para sonreír y jugar con los niños.
En estos 14 meses la comunidad cristiana en Gaza ha sido blanco de ataques de las fuerzas israelíes. En octubre de 2023 un bombardeo israelí dejó 18 muertos en la iglesia ortodoxa de San Porfirio.
Ese mismo año según numerosos informes murieron tres mujeres por disparos de francotiradores, incluyendo una madre e hija dentro del complejo de la iglesia católica, en un ataque que fue condenado por el Papa.
La actual ofensiva israelí en Gaza dejó más de 44.000 muertos, incluyendo más de 17.000 niños, y más de 100.000 heridos, según datos del Ministerio de Salud de Gaza.
Más de 11.000 personas siguen desaparecidas, presuntamente bajo escombros, de acuerdo a la Defensa Civil palestina.
La ofensiva comenzó tras el ataque de Hamas en Israel, en el que murieron cerca de 1.200 personas y más de 250 fueron tomadas como rehenes, según autoridades israelíes.
Desde su parroquia en Gaza, el padre Gabriel Romanelli habló con BBC Mundo.
—Usted justo había viajado fuera de Gaza cuando empezó la ofensiva israelí y no le permitían volver. ¿Cuándo regresó?
—Cuando comenzó la guerra yo estaba en Belén y después en Jerusalén oriental. En mayo, en ocasión de la visita del patriarca, que es el superior eclesiástico para los católicos de ritual latino de Palestina, Jordania, Israel y Chipre, la autoridad israelí me dio permiso para venir y quedarme en mi parroquia de la Sagrada Familia.
Gabriel Romanelli |
—Las mellizas, como mucha gente las conoce aquí porque son gemelas, las hermanas peruanas María del Pilar y María del Perpetuo Socorro, pudieron salir de manera extraordinaria para renovar todo el papelerío, pero van a regresar Dios mediante.
—Me decía que con usted hay otros religiosos de América Latina…
—Ahora están la hermana María Emperatriz de América, que es peruana, y la hermana María de las Maravillas de Jesús, que es argentina. Y además están el padre Carlos Ferrero, que es el superior del Instituto del Verbo Encarnado para Medio Oriente, y es argentino. Y también está el padre Yusuf Assad, que es egipcio.
—¿Puede explicar a los lectores en qué parte de Gaza están?
—En este momento Gaza está dividida en dos, en lo que se dio a llamar el sur, donde está la mayor parte de los refugiados; y el norte, que es donde estamos nosotros. Estamos en la Ciudad de Gaza, donde antes de la guerra vivíamos un millón cien mil personas. Hoy por hoy, las estadísticas hablan que seríamos unas 400 mil personas en el norte.
—¿Cuán grande es la comunidad cristiana en Gaza?
—Antes del inicio de esta guerra, es decir, al seis de octubre de 2023, todos los cristianos éramos 1.017 personas, católicos y ortodoxos incluidos. La comunidad católica éramos numéricamente la más pequeña, con 135 personas.
Éramos pocos, pero una iglesia muy activa. Teníamos diez grupos parroquiales; participaban tanto católicos como ortodoxos, más de diez clínicas de Cáritas donde se ayudaba por mes al menos a 20.000 personas, tres escuelas…y una asociación para tratar a niños de piel de mariposa que sufren una enfermedad incurable que se llama epidermolysis bullosa. Se asistían a todos los casos que existían de nuestro conocimiento en la Franja de Gaza.
De esas 1.017 personas los cristianos seremos ahora un poco menos de 700. Hemos perdido a varios. Algunos murieron por falta de tratamiento médico.
Y los que tenían doble pasaporte o visas para el extranjero emigraron cuando las fronteras estaban abiertas. Desde mayo están cerradas.
Actualmente cerca de 500 cristianos católicos y ortodoxos se refugian en la parroquia.
—¿Cuántas personas albergan ahora en la parroquia?
—Cuando comenzó la guerra las informaciones del ejército eran que las personas fueran al sur a lugares seguros, pero la gente nos decía "Padre, están bombardeando en todos lados. No hay un lugar seguro. No tenemos adónde ir".
Desgraciadamente no es la primera guerra que vivimos aquí, pero ciertamente es la más dura, durísima. Entonces empezaron a llegar las familias a refugiarse. Llegamos a tener unas 700 personas refugiadas. Ahora somos aquí un poco menos de 500 personas viviendo noche y día.
—¿Quiénes están allí con ustedes, hay niños, hay ancianos?
—Tenemos niños, adolescentes y ancianos con discapacidad cuidados por las hermanas de la Madre Teresa, que profesan la fe musulmana y están en la parroquia. Son 58 personas postradas, cuidadas por el trabajo heroico de las Misioneras de la Caridad y voluntarios.
Y el resto son familias cristianas. Es decir, todos los católicos y varios cientos de ortodoxos, porque cuando fue bombardeada la iglesia griego ortodoxa unos 300 cristianos ortodoxos vinieron a refugiarse aquí.
Algunos de los ancianos están con máscara de oxígeno, lo cual es muy trabajoso porque no tenemos electricidad. No hay sistema eléctrico desde hace 14 meses en la Franja de Gaza y no se consigue diésel.
Entonces tratamos con los paneles solares si hay un poco de sol. La mayor parte de los paneles solares fueron bombardeados, pero pudimos recuperar algunos. Se trata de aprovechar cada minuto de electricidad y una de las cosas es para producir oxígeno para los enfermos.
—¿Tienen comida?
—Gracias a Dios, con la intervención del Patriarcado y el Papa, permitieron que entrara ayuda humanitaria para nosotros. Y con eso hemos podido no solamente asistir a nuestros refugiados, sino también a miles de vecinos. El mes pasado pudimos ayudar a unas 8.000 familias de civiles y llegar en total a unas 50.000 personas.
La situación es dramática en toda la Franja. Falta absolutamente de todo.
—¿Cómo se organizan para alimentar a tantas personas?
—Tenemos una cocina comunitaria, donde se cocina por turnos.
Tenemos unos pequeños hornos a leña que compramos, pero todo es complicado, esa es la realidad.
Una de tres panaderías que quedaron en pie para 400.000 personas es de una familia cristiana. Entonces ellos nos pueden proveer en este momento, pero antes estábamos haciendo aquí el pan.
No es suficiente lo que entra a la Franja, porque ustedes piensen que antes de la guerra entraba una media de 400 camiones diarios.
Imagínense la situación después de 14 meses de guerra donde durante mucho tiempo no ha entrado nada o entra a cuentagotas, entonces la ayuda no deja de ser insuficiente. Por ejemplo, carne no hay ya hace meses y meses.
—¿Dónde obtienen agua?
—El sacerdote austriaco que construyó la iglesia descubrió un pequeño manantial o hizo una cisterna profunda, todavía no sabemos cuál fue porque están las dos versiones. Lo cierto es que abajo de la iglesia hay una cisterna que no ha dejado de tener agua, que ha sido un milagro de Dios porque no toda la población tiene ese privilegio.
Nosotros la hemos usado para los refugiados adentro del predio y también para los vecinos. Siempre hemos tenido muy buena relación con toda la comunidad civil del barrio.
En cuanto a medicamentos, teníamos centros de salud y cuando comenzó la guerra compramos más medicinas, previendo que quizás la guerra iría a más. Pero tampoco uno se imaginó al inicio que esta guerra podía ser tan grave.
Y hace un mes con la ayuda del Patriarcado permitieron entrar cajas con medicina. Entonces tenemos una farmacia con un dispensario adentro para los refugiados, y otro afuera donde miles de personas se asisten.
—¿Dónde duermen tantas personas?
—El predio nuestro no es muy grande. Entonces hay personas por todos lados.
Las personas viven en las aulas de la escuela, del jardín de infantes. Hay una familia que duerme en mi despacho, otra en el archivo de la parroquia, hay quien duerme en la escalera, hay gente que duerme en la iglesia.
Se han hecho un par de puntos para ver dónde la gente se puede asear. Ahora que no hay mucho sol no hay paneles que calienten el agua. Tratamos de aprovechar si se enciende el fuego para la cocina y calentar agua en ollas grandes. Y después se distribuye un balde por familia, depende de los días.
—¿Cómo es el día a día?
—Ciertamente todos estamos angustiados. Una guerra no se la deseo a nadie. Nosotros lo que hacemos primero es tratar de mantener la vida espiritual fuerte.
Todos los días nos levantamos a eso de cinco y media y hacemos una hora de meditación ante el Santísimo Sacramento del altar. Él es la causa principal por la cual la comunidad cristiana está en Gaza, estamos por Cristo. Es lo que a mí me llevó a 29 años de misión en Medio Oriente.
El hecho de tener como centro de mi vida cotidiana, en momento de paz o de guerra, de angustia o de consolación, de fuerza o de debilidad, siempre el señor Jesús primero.
Después de esa hora de silencio que hacemos los religiosos y algunos laicos rezamos las oraciones de la mañana en árabe, porque el árabe es la lengua principal de los cristianos del Medio Oriente.
Y después empezamos el día, se visita a las familias, vemos la cuestión de salud, de comida, de seguridad, los paneles solares, el agua.
A la tarde tenemos el rosario de nuestra señora y la misa con sermón todos los días y actividades para los niños, lo que llamamos el oratorio, que son actividades espirituales, juegos, cantos.
Se trata de celebrar los cumpleaños, sobre todo de los niños, de visitar a los ancianos, de que nadie se sienta abandonado, solo, triste. La guerra causa todo eso y mucho más.
También hacemos clases. Ha sido algo súper extraordinario porque las escuelas están cerradas, pero no se ha perdido el año académico.
Damos clases de apoyo y el Ministerio de Educación de la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramala nos reconoció el esfuerzo que hicimos y los exámenes.
—Ha habido acusaciones de que Israel está "vaciando" el norte de Gaza. ¿A ustedes no les dieron orden de evacuación?
—A nosotros no, no por ser nosotros, sino a esta zona del barrio. Pero ayer, sin ir más lejos, a cinco barrios cerca nuestro, a unos 500 metros, los mandaron evacuar. La gente se queda a veces en otra parte de la ciudad vagando por las calles o en las ruinas. La mayor parte de la ciudad está triturada.
—Padre Gabriel, me imagino que usted tendrá momentos de mucha zozobra.
—Los lectores se preguntarán, ¿cómo puede usted en el medio de una situación tan horrible tratar de crear cierto tipo de normalidad para cientos de personas?
En primer lugar, lo que aprendemos de nuestro Señor, de la Virgen Santísima, es que a ellos no solamente le pedimos, sino que verdaderamente experimentamos una fuerza especial para seguir adelante.
Hay que estar en servicio para el otro, para el necesitado, en el caso mío como sacerdote.
Tenemos que ser como esa bondad del padre celestial en el mundo a pesar de nuestras miserias. Y jugar con los niños, hacer de tripas corazón.
Uno tiene que tragarse las lágrimas. Eso hay que dejarlo ante Dios, él ve y ve lo secreto. Y hay que tratar de ser un signo de esperanza para todos, para cristianos y no cristianos, para dar un testimonio de que es posible vivir juntos. No es fácil, pero es posible. Y que hay que hacer el bien.
—¿Cómo se preparan para la Navidad?
—Nuestro pesebre lo estamos preparando adentro de la iglesia, y estamos armando el arbolito de a poco. No vamos a hacer un árbol como aquí se solía hacer afuera, grande, con fuegos artificiales. La guerra está en curso.
Pero dentro de la iglesia queremos recordar que Jesús nació en Belén de manera tan pobre, tan humilde, y eso nos da esperanza para seguir adelante confiando en él y tener verdaderamente la certeza de que la guerra va a terminar. No hay guerra que no haya terminado. Pero desgraciadamente, un día más de guerra va a producir más muerte, más destrucción.
Cuanto antes se frene todo esto va a ser un bien para todos, tanto para la sociedad palestina como para la sociedad israelí.
—¿Cuál es su mensaje desde Gaza?
—A seguir trabajando por la paz. Nosotros queremos que todos los seres humanos del mundo trabajemos por la paz.
En segundo lugar, que cada persona humana vale, sea de la raza que sea, de la religión o nacionalidad que sea.
Y en tercer lugar, para el que pueda ayudar materialmente, el canal es el patriarcado latino de Jerusalén, porque ayuda hace falta. Creo que la dirección la conocen, lpj.org. Y el que no puede hacer eso, ciertamente puede ayudar a un pobre. Y si no lo tiene, hay que ir a buscarlo.
En todas partes del mundo hay pobres, necesitados, enfermos, hay una persona que necesita una ayuda, aunque sea un saludo si uno no tiene nada material para dar.
Y rezar, rezar y rezar.
Ramírez de Velasco®
GENOCIDIOS:
ResponderEliminarEntendemos por genocidio económico a cualquiera de los actos perpetrados por aquellas personas físicas o jurídicas, que con el fin de enriquecerse produzcan el sometimietno de un grupo o pueblo a condiciones de existencia que hayan de acarrear a su destrucción física total o parcial, o a la pérdida de su identidad cultural y social, o a la modificación negativa de su economía; ya sea que los actos se produzcan por manejos monopólicos o de cualquier otro medio de mercado ilícito, con o sin connivencia del Estado en que actúan.