Ir al contenido principal

CACERÍA Un solo dentre (con vídeo)

Chancho (pecarí) en el camino

Aguaita a un chancho del monte mientras espera a la morocha antes de subir a su casa, un hombre ante su última oportunidad

A veces se imagina como un campesino: ha perdido su trabajo de tractorista en una finca sembrada de soja. Vive en el mismo lugar que habitaron sus padres y sus abuelos. Morirá en este rincón perdido de Santiago del Estero y lo sabe. Ya no le molesta la suerte perra. Le molesta que en su casa falte azúcar, yerba, arroz, fideo, zapatillas para los chicos. Y, sobre todo, carne, una sabiduría en la sangre le avisa que la proteína es fundamental en la dieta.
Descuelga la escopeta del gancho detrás de la puerta. Busca el último cartucho de la casa. Se larga al bosque cercano a ver qué caza. Vive en una provincia que, muchas veces —más de las que quisiera—, se ha convertido en un lugar de pobres corazones solitarios. El edificio es lindo. Se terminó de construir hace poco, en pleno centro de la ciudad. Sube por las escaleras a su casa, en el cuarto piso, para hacer gimnasia de vez en cuando. Su mujer y los chicos lo aguardan para cenar. Los mismos problemas de todos los días: la mayorcita no quiere estudiar y el otro anduvo medio enfermo, aunque no lo quiera reconocer.
En la picada hay un rastro fresco de chanchos del monte. Recién han pasado. Caminan apurados. Quizás lo olfatearon. Se detiene un instante. Piensa: si los sigue por detrás, no los va a alcanzar. Quizás tenga suerte, si hace la cortada por un caminito de vacas, más adelante y los espera. Trata de no hacer ruido. Son medio ciegos. Pero tienen un oído y un olfato descomunal. Va a ser difícil. No le queda otra. La morocha del tercero “B” hace un tiempo dejó a su novio. A veces la suele hallar en el centro. Sola o con amigas. Cuando la saluda, ella siempre le regala una hermosa sonrisa. Nunca la ha visto con un hombre. ¿Le dará bolilla si le habla? Descarta ese pensamiento. Es demasiado hermosa como para fijarse en un gusano como él.
Chanchos del monte

Ha comprado el cartucho para la escopeta con el último sueldo cobrado antes de despedirlo. Si vuelve con un animal grande, un chancho del monte, la familia tendrá para comer varios días. Alcanzará para seguir tirando tres o cuatro días más. Hasta hallar algún trabajito en el pueblo. Algo decente, aunque no paguen mucho. Si se le da una sola oportunidad, debe abordarla sin perder tiempo. Un solo dentre. Justito y sin titubear. Una palabra mal dicha y lo va a creer un vecino pesado. Un baboso cualquiera. Un viejo verde. Un estúpido como tantos. Casi siempre baja por las escaleras. Ya sabe cómo suenan sus tacos: dos pasos, una pequeña duda de medio segundo. Dos pasos más. La duda. Y así. Sólo debe esperar detrás de la puerta. Cuando se aproximen, hacer como que sube las escaleras al mismo tiempo.
Está en planta baja cuando la oye. Ella viene bajando. Se hace el distraído. Empieza a subir despacito, casi sin hacer ruido.
En medio de un abra, el chancho se detiene. Desconfiado. Es un bicho grande.
Apunta con cuidado.
Juan Manuel Aragón
A 10 de agosto del 2025, en el monturero. Buscando una jerguilla.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Cristian Ramón Verduc10 de agosto de 2025 a las 12:56

      Así es. Muy bueno.

      Eliminar
    2. Alaban al dueño del sitio como si estuvieran ensobrados-----¿no tiene ideas? !! opinen algo ¡¡¡¡¡

      Eliminar
  2. Si y el del cuarto G, no afloja ni echándole Coca...más difícil que atracar la morocha... claro, esto también solo lo puede entender el que vivió en la Bolivia, Torre B

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Alclara el punto che ¡¡¡,no se entiende ni aca¡¡¡¡

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

FÁBULA Don León y el señor Corzuela (con vídeo de Jorge Llugdar)

Corzuela (captura de vídeo) Pasaron de ser íntimos amigos a enemigos, sólo porque el más poderoso se enojó en una fiesta: desde entonces uno es almuerzo del otro Aunque usté no crea, amigo, hubo un tiempo en que el león y la corzuela eran amigos. Se visitaban, mandaban a los hijos al mismo colegio, iban al mismo club, las mujeres salían de compras juntas e iban al mismo peluquero. Y sí, era raro, ¿no?, porque ya en ese tiempo se sabía que no había mejor almuerzo para un león que una buena corzuela. Pero, mire lo que son las cosas, en esa época era como que él no se daba cuenta de que ella podía ser comida para él y sus hijos. La corzuela entonces no era un animalito delicado como ahora, no andaba de salto en salto ni era movediza y rápida. Nada que ver: era un animal confianzudo, amistoso, sociable. Se daba con todos, conversaba con los demás padres en las reuniones de la escuela, iba a misa y se sentaba adelante, muy compuesta, con sus hijos y con el señor corzuela. Y nunca se aprovec...

IDENTIDAD Vestirse de cura no es detalle

El perdido hábito que hacía al monje El hábito no es moda ni capricho sino signo de obediencia y humildad que recuerda a quién sirve el consagrado y a quién representa Suele transitar por las calles de Santiago del Estero un sacerdote franciscano (al menos eso es lo que dice que es), a veces vestido con camiseta de un club de fútbol, el Barcelona, San Lorenzo, lo mismo es. Dicen que la sotana es una formalidad inútil, que no es necesario porque, total, Dios vé el interior de cada uno y no se fija en cómo va vestido. Otros sostienen que es una moda antigua, y se deben abandonar esas cuestiones mínimas. Estas opiniones podrían resumirse en una palabra argentina, puesta de moda hace unos años en la televisión: “Segual”. Va un recordatorio, para ese cura y el resto de los religiosos, de lo que creen quienes son católicos, así por lo menos evitan andar vestidos como hippies o hinchas del Barcelona. Para empezar, la sotana y el hábito recuerdan que el sacerdote o monje ha renunciado al mundo...

ANTICIPO El que vuelve cantando

Quetuví Juan Quetuví no anuncia visitas sino memorias, encarna la nostalgia santiagueña y el eco de los que se fueron, pero regresan en sueños Soy quetupí en Tucumán, me dicen quetuví en Santiago, y tengo otros cien nombres en todo el mundo americano que habito. En todas partes circula el mismo dicho: mi canto anuncia visitas. Para todos soy el mensajero que va informando que llegarán de improviso, parientes, quizás no muy queridos, las siempre inesperadas o inoportunas visitas. Pero no es cierto; mis ojos, mi cuerpo, mi corazón, son parte de un heraldo que trae recuerdos de los que no están, se han ido hace mucho, están quizás al otro lado del mundo y no tienen ni remotas esperanzas de volver algún día. El primo que vive en otro país, el hermano que se fue hace mucho, la chica que nunca regresó, de repente, sienten aromas perdidos, ven un color parecido o confunden el rostro de un desconocido con el de alguien del pago y retornan, a veces por unos larguísimos segundos, a la casa aquel...

CALOR Los santiagueños desmienten a Borges

La única conversación posible Ni el día perfecto los salva del pronóstico del infierno, hablan del clima como si fuera destino y se quejan hasta por costumbre El 10 de noviembre fue uno de los días más espectaculares que regaló a Santiago del Estero, el Servicio Meteorológico Nacional. Amaneció con 18 grados, la siesta trepó a 32, con un vientito del noreste que apenas movía las ramas de los paraísos de las calles. Una delicia, vea. Algunas madres enviaron a sus hijos a la escuela con una campera liviana y otras los llevaron de remera nomás. El pavimento no despedía calor de fuego ni estaba helado, y mucha gente se apuró al caminar, sobre todo porque sabía que no sería un gran esfuerzo, con el tiempo manteniéndose en un rango amable. Los santiagueños en los bares se contaron sus dramas, las parejas se amaron con un cariño correspondido, los empleados públicos pasearon por el centro como todos los días, despreocupados y alegres, y los comerciantes tuvieron una mejor o peor jornada de ve...

SANTIAGO Un corazón hecho de cosas simples

El trencito Guara-Guara Repaso de lo que sostiene la vida cuando el ruido del mundo se apaga y solo queda la memoria de lo amado Me gustan las mujeres que hablan poco y miran lejos; las gambetas de Maradona; la nostalgia de los domingos a la tarde; el mercado Armonía los repletos sábados a la mañana; las madrugadas en el campo; la música de Atahualpa; el barrio Jorge Ñúbery; el río si viene crecido; el olor a tierra mojada cuando la lluvia es una esperanza de enero; los caballos criollos; las motos importadas y bien grandes; la poesía de Hamlet Lima Quintana; la dulce y patalca algarroba; la Cumparsita; la fiesta de San Gil; un recuerdo de Urundel y la imposible y redonda levedad de tus besos. También me encantan los besos de mis hijos; el ruido que hacen los autos con el pavimento mojado; el canto del quetuví a la mañana; el mate en bombilla sin azúcar; las cartas en sobre que traía el cartero, hasta que un día nunca más volvieron; pasear en bicicleta por los barrios del sur de la ciu...