| Globo rosa rosado |
Una patraña que no tuvo éxito en Santiago, pero todos le vieron la pata a la sota y callaron más por burla que por otra cosa
No es fácil inventar una leyenda. No es pa cualquiera. En todo caso no es para gente del centro, como se los conoce. La mayoría de las que circulan en Santiago son anónimas creaciones populares, sin autor a la vista. Vienen pasando de boca en boca de padres a hijos, de abuelos a nietos. Algunas circulan en papel, pero ningún relato escrito supera a la que es contada por un anciano, a la orilla del fogón en una noche oscura.En su soberbia de hombres culturosos, hubo quienes se arriesgaron e idearon una. Pero no cuajó, nadie la tuvo en cuenta. Se les ocurrió, mire usté, una leyenda o fábula lila que se celebraría con globos de color rosa por la calle Urquiza, quizás una de las más tradicionales de la ciudad. Quizás imaginaban que los santiagueños acompañarían la iniciativa porque para muchos lo nuevo vale más que lo bueno.Pero las masas sospecharon que quizás fueran espíritus infames los que ideaban la celebración. Y no se prendieron. Con la sabiduría con que el pueblo trata a estos engendros, ni siquiera le dieron el gusto de discutir la propuesta. Al ignorarlos olímpicamente, los dejaron en el orsai de una rabia masticada en silencio.
Lo popular es o no es. No le dé vueltas amigo. No se impone por decreto una costumbre que alguien no tiene. Sería más bien algo en su contra. Pero porfiaban en tener algo que llamaron “Lapachona”. De la que todavía hoy se ríen algunos habitués de los cafés frente a la plaza Libertad.
Santiago fue otrora un pensamiento envuelto en una pesadilla soñada por alguien que solamente dormía la siesta, según decían en otras partes. Pero no tenían razón. Este episodio cortó de cuajo la posibilidad de que alguien de afuera interviniera en su folklore. Haciéndolo distinto de lo que era.
“Entonces, entonces…”, dice uno, mientras mira para todos lados, sentado en una mesa de Bonafide, frente a la plaza. Empieza a imaginar en voz alta a un súcubo emergiendo del río por la subida de la Alsina, vestido con un batón mojado. Cuenta que luego sería llevado al centro de la ciudad en una carroza adornada con globos rosa.
Muchos creyeron ver, bien de lejos, las patas de la sota, pero no hicieron comentarios más que nada para no ensuciar el alma con malos pensamientos. Más de uno alegó entonces: “Son dueños de hacer de su culo un candelero”. Otro agregó: “Y poner la vela que mejor les cuadre”. Y todos entendieron.
Juan Manuel Aragón
A 31 de diciembre del 2025, en la Avellaneda e Independencia. Sacando brillo a los timbos.
Ramírez de Velasco®

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