Amapolas, cultivo prohibido Esto le sucedió a un hombre que tenía una afición desmedida por los gallos Un año descubrimos que el tío Vichi había hecho desmontar media hectárea del campo de mi abuelo, cerca de la casa, pero por un camino que casi nunca usábamos. Dijo que quería sembrar maíz pishinga para los gallos de riña. Como el abuelo, la abuela, mi madre y las tías se opondrían y no quería andar peleando con nadie, dejó el proyecto sin terminar. Con la que menos quería discutir era con mi mamá, que lo tenía cortito para que no se mande macanas, como la vez que quiso cambiar una camionada de leña para panadería que traían del naciente, por el Bonora, el parejero preferido del abuelo. “Decime infeliz, para qué quieres la leña, si no sabes amasar ni para hacer un bollo”, le averiguaba, enojada, mi madre. “Pensaba que por ahí podría empezar a iniciarme en el rubro del pan francés y los bizcochitos”, respondió. Mi mamá contaba después que por un pelito se salvó. “Le iba a desatornillar
Cuaderno de notas de Santiago del Estero