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La noticia, ayer, en El Liberal |
Esta crónica intenta explicar cómo se queda en el tiempo un lugar cuando se olvida de que los ingenieros están para solucionar sus problemas
La lógica del carrero se impone. Cuando existían los viejos carros tirados por mulas, si el camino estaba en mal estado, y el conductor veía que no podría pasar, pues volcaría o se quedaría atascado, se apeaba, abría un camino por el costado y pasaba. El tipo no tenía palas suficientes ni tiempo ni conocimientos como para arreglar una senda en medio del bosque santiagueño. Le decían “el desecho” y quizás fuera el origen de curvas en caminos importantes en todo el mundo, quién sabe. Desecho, sin hache, es un sustantivo derivado del verbo desechar que significa “residuo o cosa que se descarta después de haber escogido lo mejor y más útil”.Los carreros tenían en esas ocasiones hasta un lenguaje propio. Si el carro se atascaba en algún lugar y debían azotar las mulas para que hicieran su mejor esfuerzo, se decía que había “verguiado”. Los látigos, los rebenques de muchos carreros, estaban hechos de verga de toro, pegarles a las mulas o a los bueyes, con esos látigos era verguiar, es decir, azotarlos con ese instrumento. Muchas veces incluso tenían que descargar el carro, pasarlo al otro lado y volverlo a cargar, con la pérdida de tiempo y el trabajo extra que eso significaba, si iba llevando leña, postes, bolsas de carbón. Había que tener un temple especial y resistencia física para ser carrera, no cualquiera.El arribo de los automóviles y el desarrollo de la ingeniería, hicieron que estos desechos fueran dejados de lado, ya no fueron necesarios. Un ingeniero estudia el suelo, el rumbo, los accidentes geográficos sobre el que hará un camino o trazará una calle y lo somete a cientos de procedimientos para dejarlo bien hecho, asentado en su propio ser.
Pero, por suerte, el mundo va para adelante, amigo, con el auto muchos de esos inconvenientes se terminaron. Imagine lo que era pillar las mulas, atarlas y llevarlas al lugar de trabajo, sin contar el trabajo de criarlas, amansarlas, mantenerlas.
Ahora todo es más fácil, cuestión de poner la llave, darle arranque y salir hacia cualquier parte, sin que ninguna mula ni buey ni caballo haga fuerza, sólo el motor. El camino ya no es una huella serpenteante que hicieron otros carros sino un pavimento, un asfalto o un ripio, mantenido por máquinas que son dirigidas por uno o varios ingenieros, que se quemaron las pestañas estudiando cómo hacer la vida más fácil para el prójimo.
Es así en casi todas partes.
Menos en Añatuya. Porque en el barrio Colonia Osvaldo, se insiste a los conductores, que en vez de pedir que les hagan buenas calles, si llueve, mejor no transiten. Es decir, en la ciudad de Añatuya, están dos pasos atrás del desecho, si llueve, mejor no salga.
Pero no es la Municipalidad ni Vialidad ni ninguna oficina pública la que pide a los automovilistas no transitar los días de lluvia sino el propio diario, que se anima a un ejercicio de complicidad suma, a pedir lo que no le corresponde. Primero solicita, después aconseja y al último reitera el pedido a los automovilistas, para que no circulen los días de lluvia, como si fuera una solución.
Si no cree, vuelva a leer lo que dice la foto de arriba. Eso sí, la combi que se quedó agarrada en el barro está completamente escrachada, como si su conductor hubiera cometido un delito.
¿No habrá ingenieros en Añatuya?
Juan Manuel Aragón
A 19 de febrero del 2025, en el parque Aguirre. Tirándome por el tobogán.
Ramírez de Velasco®
Hasta la pavimentación de la ruta que va de la ruta nacional 9 hasta Villa Atamisqui, había varios "desechos" para poder pasar donde los pozos eran muy profundos y grandes; algo similar ocurría hace unos años en la ruta provincial 5, cerca de Amamá (ahora no sé). En general, en zonas rurales, la gente evita poner ruedas en el camino si hay barro, para no arruinarlo. Claro que, si ocurre en una ciudad, es como para pensar que hemos viajado marcha atrás en el tiempo, y hacia el lugar en el que dicen que hace poco hizo 60° de temperatura... ¡Tomá tu... Añatuya!
ResponderEliminarSigue siendo común en el campo que los caminos de tierra tengan desechos en puntos bajos en los que se acumula el agua por carencia de cunetas. Los suelos de gran parte de Santiago son limo-arcillosos y tienen la capacidad de absorber agua en exceso, perdiendo su estabilidad. Hay países en Centroamérica en los que a estos caminos se los conoce como "trochas veraneras", porque solo se pueden transitar durante su verano, que es cuando no llueve.
ResponderEliminarPero como bien sugiere el artículo, lo que es inevitable en caminos rurales de penetración, es completamente evitable en arterias urbanas, aún en barrios marginales.
En primer lugar, estas calles deberían estar construidas con al menos capas de rodadura de agregados (mezcla de piedra, arena y suelo en criollo), que no son afectadas por el agua. Es lo que indican las normas cuando se construye una urbanización.
Y en caso de no haber disponibilidad o presupuesto, existe una gama de productos para estabilizar el suelo existente con aditivos de distinta naturaleza, algo que da muy buenos resultados con los suelos de Santiago.
Para todo esto, como dice la nota, solo se requiere un poco de ingeniería básica y la intención de cumplir las normas.
No corresponde ninguna de las soluciones propuestas.El Estado no está para hacer obra pública, lo dijo y fue aprobado por Milei, cada uno que se arregle como pueda. Lo dijo Milei y ganó, así que no vengan ahora con soluciónes estatizantes.El Estado esta, en todo caso para la riqueza, con o sin dinero: por ejemplo con las Cripto. Viva Añatuya y Colonia Osvaldo !! No a los comunistas que quieren enripiar !!!!!
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