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| En Teherán festejaron la victoria de un antijudío en Nueva York |
Apoyar a un crítico del Estado de Israel refleja una confusión peligrosa frente a los principios que sostienen la memoria común
Por Bernardo Abramovici Levin
tomado de Comunidades Plus
No puedo mirar con indiferencia el hecho de que una parte del electorado judío de Nueva York haya decidido respaldar a un candidato abiertamente hostil a Israel, Zohran Mamdani.No se trata de una simple diferencia de opinión política: es un síntoma preocupante de desorientación moral, de desconexión con la historia y con las raíces más elementales de nuestra identidad colectiva.Me estremece pensar que, apenas ochenta años después de la Shoá, con un Estado judío amenazado a diario por quienes niegan su derecho a existir, haya judíos dispuestos a premiar en las urnas a quien desprecia el sionismo, es decir, la piedra angular del renacimiento del pueblo judío. Votar a alguien que relativiza la legitimidad de Israel no es un acto de “diversidad ideológica”; es una renuncia a la memoria, una traición involuntaria al principio de supervivencia que nos permitió seguir de pie.
Entiendo que muchos votantes prioricen los problemas locales: la vivienda, el transporte, la desigualdad. Pero cuando la elección de un líder implica validar un discurso que erosiona la legitimidad del Estado judío, la frontera entre lo local y lo moral se desvanece. No se puede separar el pan cotidiano de la dignidad histórica. Los pueblos que olvidan esa lección terminan pagándolo caro.
Ser judío implica un deber de lucidez. No podemos permitir que la fatiga, el progresismo vacío o la corrección política nos hagan cómplices de quienes disfrazan el odio con lenguaje social. El antisionismo no es una corriente de pensamiento legítima: es la nueva máscara del antisemitismo. Quien lo minimiza, lo normaliza.
No escribo esto desde la ira, sino desde la tristeza de quien ve a parte de su propio pueblo confundiendo tolerancia con rendición. Israel no es un tema secundario: es el corazón mismo de la continuidad judía. Votar contra él —aunque sea por omisión— equivale a negar una parte de nosotros. Y eso, más que un error político, es una fractura moral.
Ramírez de Velasco®



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