Cae la tarde en Huyamampa. Fotografía de Jorge Llugdar Seguir una huella en medio del bosque santiagueño es todo un saber que los campesinos dominan, para alguien de ciudad es difícil, pero a veces le acierta Desde hacía más de una hora venía siguiendo el rastro. Había llovido hacía un rato nomás, así que las huellas estaban bien marcadas, hasta un tipo de ciudad como yo, sin experiencia en profundos asuntos campesinos podía seguirlas tranquilamente. Un amigo me había enseñado a mirar las señales, a interpretar los cambios de pie, a ver cuándo el tipo que caminaba adelante se había parado y a adivinar los porqués de las dudas y vacilaciones en el paso. Hay que saber “aquí se ha detenido” cuando la caminata se acorta o se mueve en un mismo lugar, si es porque ha oído o visto algo, algo le ha llamado la atención, se acomodó una carga que llevaba o se ha asustado con un animal, un ruido raro. Supe de entrada nomás que tenía los trancos más largos que el otro. Y que era hombre. A pesar de
Cuaderno de notas de Santiago del Estero