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Mostrando las entradas etiquetadas como Soldaditos

CHIQUILLADA A prueba de balas

El Universo desconocido Segundo cuento de la temporada con mi hermano Eufemiano de protagonista, con una interesante teoría de yapa ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía? Jorge Luis Borges Tenía una gran imaginación, en eso me ganaba por varios cuerpos, si yo hacía volar el pensamiento, a Eufemiano las cosas que se le ocurrían siempre andaban más arriba, a veces cerca de las nubes o mucho más allá. Pero, deje que le cuente, así lo comprende mejor. En tercero o cuarto grado, tuvo una maestra que les enseñó la cuestión del sol, las estrellas, la soledad de la tierra, un planeta boyando en los límites de una gran galaxia. Un granito de arena que vuela en un gran viento cósmico. —Somos una cosita así, que planea en medio de la nada, acompañando a una estrella mediana nomás. Sólo para molestarlo, le respondí: —¿Cómo una pelusita? No me contestó, se quedó pensando y pasamos a otra cosa. Cuando uno es chico, el día pasa muy despacio. Pongalé que está jug

CUENTO Cara al sol

El himno de la Falange “La médica seguía viniendo de vez en cuando, sólo que ahora tenía el cabello moro como alpargata de pintor” A veces pasaban días y no lo veíamos, sabíamos que estaba porque a la madrugada venía a comer lo que le dejaba mi madre en un plato cubierto con un repasador, sobre la mesa de la cocina. Otras ocasiones alguno llegaba tarde de la farra, a la noche, y lo topaba saliendo de su piecita, en el fondo, recién despertado. Algunos vecinos lo veían llegar de vuelta, a la mañana tempranito, comentaban que tenía un aire antiguo, sería por la ropa que, según decía la tía Martita, era del tiempo de Perón, pero no cuando volvió de España sino cuando lo largaron de Martín García. Para los chicos no era extraño tener un tío viviendo en una piecita en el fondo de la casa, que siempre, pero siempre, siempre, estaba con la puerta cerrada. Cuando nacieron ya estaba instalado ahí. Si los compañeros de escuela o los vecinos le preguntaban por él, no sabían por qué tanta curiosid

PERIODISMO Los soldaditos pateados de Máximo

El hijo de la Vicepresidente Cuando a uno lo eligen diputado nacional o senador por alguna provincia, la primera vez al menos, anda perdido en Buenos Aires A veces los padres hacen —hacemos— bromas pesadas a los hijos, nada grave. Es como si quisiéramos dejar una marca en sus recuerdos para cuando ya no estemos, y en ese afán se nos va un poco la mano, o no. Máximo Kirchner contó en una entrevista que su padre, Néstor, si lo veía jugando con soldaditos, al pasar se los pateaba y debía acomodarlos de nuevo. Como se ve, nada grave. Hubiera pasado como una anécdota más, un minuto para contarla, palo y a la bolsa, si no fuera porque un día, el periodista del diario La Nación, Pablo Sirvén, no tenía de qué escribir e hizo toda una historia con ella. La tituló: “Máximo y el trauma no resuelto de un juego infantil” . Luego, en la bajada se pregunta si incide eso en su forma de hacer política. Dicen por ahí que se trata de una “sobre interpretación” de los hechos, puede ser. Pero se parece má