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DIÁLOGOS PLATÓNICOS Aguinaldo y patota

Centro Cultural del Bicentenario

Otra historia de Cacho Gómez, ahora de la vez que habló mal de los derechos sociales


Cada vez que va Cacho Gómez, el Barquito es una fiesta vea. Los muchachos se acomodan y se hacen los de conversar de cosas interesantes, para provocarlo más que nada. Pero siempre terminan hablando del tema que trae preparado. Llega silencioso, acerca una silla, le hacen lugar, pide una lágrima en jarrita y se queda quietito, esperando, sabe que va a tener su turno.
Octavio, que no lo conoce mucho, entabla conversación con él:
—¿Y?, ¿cómo va, amigo?
—Ahí andamos, lindo-lindo, ¿usted?
—Muy bien, acabo de cobrar el medio aguinaldo de diciembre.
—Una tontería el aguinaldo— larga Cacho.
Y todos saben que el toletole esta armado. Albertito hace un gesto y termina la presunta conversación que había empezado con los otros. El mozo se acerca disimuladamente y es como si, de repente, la ciudad, el resto del mundo quedaran en silencio.
—¿Cómo dice?— pregunta Octavio, sin saber la que se viene.
—Digo que es una tontería eso del aguinaldo.
—¿Habla en serio, amigo?
—Muy en serio, ¿o usted ha visto que me estoy riendo?
—No, pero me parece sorprendente que alguien quiera volver a los tiempos de antes de Juan Perón, cuando no se pagaba el aguinaldo.
—Yo no quiero volver a ningún tiempo, no se confunda y Perón me ne frega, sólo digo que es una tontería eso del aguinaldo.
A todo esto, los demás están atentos, pero haciéndose de mirar la gente que pasa, observando las palomas que bajan a comer, pateándose bajo la mesa, guiñándose el ojo.
—Oiga, usted es un conservador antediluviano, un gorila de la década del treinta…
—…oiga usted— lo interrumpe Cacho —primero no me insulte y segundo, si no está de acuerdo con lo que digo, ponga sus razones sobre la mesa.
—Bueno, bueno, disculpe, no se enoje, pero es que...
—… no, se confunda, no me enojo, sólo le pido que no me insulte y si lo que digo le parece una tontería, avise por qué.
—Es una tontería porque el aguinaldo fue establecido como un derecho social para beneficiar a los trabajadores con un sueldo extra todos los años, pagadero la mitad en julio y el resto en diciembre— larga Octavio en una sola parrafada.
A Cachito le brillan los ojos cuando argumenta:
—Paso por alto lo de los derechos sociales, porque si todos los derechos lo son, salvo que haya un derecho de las cosas, los animales, qué sé yo.
—Vaya al punto— responde el otro.
—Bueno, voy al punto. ¿Usted está de acuerdo en que, salvo el aire, que es gratis, por el resto de las cosas de este mundo hay que pagar?
—Sí, obviamente.
—¿Sabe que los precios a su vez se descomponen en valor de los insumos, impuestos, alquiler del local, sueldo de los empleados, pago del contador ganancia del comerciante?
—Claro, claro…
—Bueno, si el gobierno aumenta lo que hay que pagar de un impuesto, una tasa, un servicio, eso se traslada al precio, ¿es así?
El resto de la mesa ya sabe que Cacho lo tiene acorralado al otro, aunque Octavio no se dé cuenta.
—Bueno, si en vez de pagar doce sueldos por año a sus empleados, un comerciante o un industrial, tiene que pagar trece, luego traslada ese costo al precio.
—Pero, ¡entonces que lo saque el comerciante de su propia ganancia!
—Eso es voluntarismo en polvo, amigo. Lo cierto es que todos trasladan los costos a los productos o servicios que venden o que prestan. Nadie va a ceder ni un cachito así de ganancia para servir a lo que usted llama “derechos sociales”.
—¿Eso qué tiene que ver?
—Que usted paga una doceava parte más caro todo lo que compra durante el año, gracias a que existe el aguinaldo.
El otro se queda callado un rato, pensando. De repente cree tener un argumento para ganarle y pregunta:
—¿Entonces no hay que cobrar el aguinaldo?
—No he dicho eso amigo.
—Pero, ¿hay que cobrarlo sí o no?
—Sí, claro que hay que cobrarlo.
—¿Entonces?
—Mire, he pagado el aguinaldo de los panaderos cuando compro pan, de los arroceros al comprar arroz, de los colectiveros al pagar el pasaje, si me lo devuelven no está mal.
—¿Me da la razón, entonces?
—No, amigo, no se confunda. El inventor del aguinaldo, me robó a mí y a todos, una partecita del sueldo durante todo el año y para convertirse en prócer, ideó que nos lo devolvieran en dos cuotas. Pero no metió la mano en su propio bolsillo para darnos nada y nos hace tener la ilusión de un sueldo de más por año. La jodida que nos pegó es fenomenal.
La mesa queda un rato en silencio y de repente el Rana advierte:
—¡Uh!, mirá la morocha que viene de la Avellaneda.
Todos se dan vueltas sin disimulo, pero ya se sabe, los muchachos son unos guarangos, más si están en patota.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Jajajaja!! 👏👏👏🤣

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  2. Cristian Ramón Verduc21 de diciembre de 2022, 10:42

    Buenísimo. Hay que insultar al que explica.

    ResponderEliminar
  3. Si un genio el Gómez, y la teoría del valor de David Ricardo, ...y la teoría de la plusvalía de Marx? Y de dónde salen las ganancias del empleador ? El solo produce los ingresos de su comercio fábrica o lo que sea ? Se llame Gómez o Idea Ocurrida, dice cualquier cosa, es partidario del" todo para mí" Decime Gomecito, seguro que los Trescientos mil millones de dólares que hay afuera, de argentinos que la fugaron, se deben al aguinaldo...pedí otra lágrima...

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