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VIDA DIARIA La carga de las complicaciones del prójimo

Imagen de ilustración nomás

¿Por qué alguna gente está obligada a oir y comprender problemas que no le incumben y que, para peor, lo perjudican?

El tipo entra al banco y se da con que la cola para cobrar cheques es más larga que de costumbre. Se acerca a un empleado y le pregunta si no será posible atenderlo con más premura, pues tiene otras cosas que hacer. El empleado repite lo mismo que viene diciendo desde las 9 de la mañana: “No hay sistema”. El tipo entonces replica que él quiere que le cambien el cheque de manera urgente, porque no tiene tiempo. El empleado insiste: “No hay sistema señor”. El tipo sigue insistiendo con que le cambien el cheque. Ya medio amoscado, el empleado vuelve a repetir la fórmula: “Le dije que no hay sistema señor”. El tipo no quiere saber los problemas del banco, demasiado tiene con el apuro que lleva para cobrar su cheque, como para soportar, de yapa, el dudoso melodrama de un banco sin sistema. Piensa: lo que le sucede al banco no es un percance como los que suceden todos los días a cualquiera. Debiera ser titular catástrofe de la televisión: “EL BSCRE (ya no tienen nombre, ahora todos son siglas), SE QUEDA SIN SISTEMA, AMPLIAREMOS”. Pero no, eso no sucederá, porque para eso pagan un fangote en publicidad.
“No anda la tiquetera”. No es mi problema. “No tengo vuelto”. No es mi problema. “No está el empleado que entiende en esos temas”. No es mi problema. “Nos quedamos sin papel”. No es mi problema. “Se trabó la cerradura”. No es mi problema.
Va en un colectivo y se le pincha una rueda. Si tenía una urgencia, sabe que perdió, porque una goma pinchada le puede suceder a cualquiera, no culpará al chofer por el percance. Pero a un banco, no se le puede caer el sistema, tiene la plata del mundo para contratar las computadoras más eficaces del mercado, las que no se caen, aunque vengan degollando, aunque corten la luz, las que funcionan hasta debajo del agua. Entonces no lo jodan, que vean la manera de atender a la gente sin sistema, en todo caso, pero que no hagan perder el tiempo a sus clientes, que son los que les dan de comer, en definitiva.
“Se nos cortó la luz”. No es mi problema. “Lo puse en oferta, pero ya no tengo”. No es mi problema. “Nos quedamos sin milanesas”. No es mi problema. “Estoy cansado”. No es mi problema. “El señor se llevó el último”. No es mi problema.
Lo mismo con la caja del supermercado, que también se queda sin sistema, la empleada del contador que faltó justo ese día y era la encargada de llevar sus papeles. O, ahí está el verdulero que no tiene cambio de dos mil pesos, hacé el favor, desde esta mañana lleva vendidas diez bolsas de papa, cuarenta de cebolla, quichicientos kilos de perejil y no tiene mil pesos para entregar de vuelto. ¿Por qué uno, que no va nada en la parada, tiene que entender a la gente y tenerle consideración cuando le surge un inconveniente?, se pregunta el tipo.
“Se nos descompuso el aparato”. No es mi problema. “No tengo pan francés”. No es mi problema. “No compré preservativos, cariño”. No es mi problema. “Anoche se han machado y dudo que vengan”. No es mi problema. “Llovía”. No es mi problema.
El mes pasado no pudo enterar para pagar la electricidad porque debió arreglar el calefón de la casa y una pared que se le estaba cayendo. Al final, cuando le llegó la boleta rojita, la que lo amenaza con dejarlo sin el servicio, consiguió la plata y se fue a pagar. Pero nadie en la empresa de electricidad le preguntó qué le había pasado, por qué se demoró, qué le pasó don, usted que siempre ha sido tan cumplidor.
“Estamos sin internet”. No es mi problema. “Lo puse en oferta, pero ya no tengo”. No es mi problema. “Nos quedamos sin milanesas”. No es mi problema. “Estoy cansado”. No es mi problema. “Faltó la chica que hacía ese trámite”. No es mi problema.
Ah, dicen que de un lado hay una empresa sin sentimientos, sin emociones, sin afectos. Piensa que está muy bien, así debe ser, pero ese mismo verdulero que le exigirá que abone el kilo de papa y le dirá que no le importa si usted no tiene plata, cuando se queda sin vuelto, apela a su humanidad para pedirle papa. Pero el verdulero en ese momento se siente -también él -parte de una empresa fría y sin alma. Lo mismo para la compañia de la electricidad, el banco, la zapatería, lo que sea.
“Me lo han robado”. No es mi problema. “Renunció el gerente”. No es mi problema. “Ayer era feriado”. No es mi problema. “Me quedé sin nafta”. No es mi problema. “No tengo cómo reponer la mercadería”. No es mi problema. “No lo hallamos”. No es mi problema.
En una sociedad en que todo funciona más o menos y se llevan los trámites con una total desaprensión por el tiempo del prójimo, todos los días se debe salir a la calle dispuesto a comprender por qué las cosas no funcionan como debieran, Hay que atender la perorata del empleado cuando explica que todo se debe a que los dueños no quieren hacer las inversiones necesarias para que el negocio funcione como la gente.
“No tengo cómo devolverte el préstamo”. No es mi problema. “Perdí las llaves”. No es mi problema. “Se descompuso el ascensor”. No es mi problema. “Salió”. No es mi problema. “Me quedé dormido”. No es mi problema. “No me acuerdo”. No es mi problema.
¿Acaso me has visto cara de psicólogo?, piensa el tipo cuando el otro le cuenta todas las pequeñas tragedias personales que viene sufriendo y por las cuales está imposibilitado de cumplir con aquello que prometió. Un día de estos se hartará del todo y entonces, ante cada una las calamidades con que se intenten excusar los demás, dirá las cuadro palabras que, desde ese día, serán las más repetidas de su vocabulario. Y son, sí señor, adivinó:
No es mi problema.
Pero el mundo sigue girando.
Juan Manuel Aragón
A 26 de junio del 2025, en el Huaico Hondo. Prometiéndole el corazón.
Ramírez de Velasco®

 

Comentarios

  1. Ninguna novedad. El sistema en La Argentina nunca ha sido protector del consumidor. Y la sociedad toda, tanto de un lado del mostrador como del otro, se ha acostumbrado a que así sea nomás.

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