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| La noticia en un alborozado Clarín |
El 20 de noviembre de 1990 se entrega Aerolíneas Argentinas a un consorcio liderado por la española Iberia
El 20 de noviembre de 1990 se entregó Aerolíneas Argentinas a un consorcio liderado por la española Iberia. Se dio en un contexto de profundas reformas económicas en el país. Surgida en 1950, la compañía enfrentaba problemas financieros y operativos que llevaron al gobierno de Carlos Menem a transferirla al sector privado. El proceso, envuelto en polémicas, reflejó las tensiones de una época marcada por la apertura de mercados y el desmantelamiento de empresas públicas. La operación, aprobada tras intensos debates, incluyó la cesión de activos y rutas, pero también críticas por la falta de transparencia y las condiciones laborales de los empleados.Fundada el 14 de mayo de 1950 por decreto del presidente Juan Domingo Perón, nació como símbolo de soberanía nacional. Durante décadas, operó como la principal aerolínea del país, conectando destinos domésticos e internacionales. Sin embargo, para fines de los años 80, acumulaba deudas millonarias y enfrentaba problemas de gestión. La flota, obsoleta en muchos casos, y los costos operativos insostenibles llevaron al gobierno a considerar la privatización como una solución para evitar el colapso.El contexto económico de Argentina en 1990 estaba definido por la crisis hiperinflacionaria y el plan de convertibilidad impulsado por el ministro Domingo Cavallo. La privatización de empresas estatales, como YPF o ENTEL, formaba parte de una estrategia para reducir el déficit fiscal y atraer inversiones extranjeras. Aerolíneas Argentinas, con sus problemas crónicos, fue incluida en este esquema. El gobierno de Menem argumentó que la gestión privada modernizaría la aerolínea y la haría competitiva, aunque muchos cuestionaron la viabilidad de ceder una empresa estratégica.
El consorcio liderado por Iberia, también con inversores argentinos y norteamericanos, presentó la oferta ganadora en un proceso licitatorio criticado por su opacidad. Se acordó que Iberia asumiría el control mayoritario, aportando capital y experiencia en la gestión aérea. La operación, valorada en cientos de millones de dólares, incluyó la transferencia de aviones, rutas y contratos laborales, aunque con condiciones que generaron resistencia. Los sindicatos denunciaron despidos masivos y precarización, mientras el gobierno defendía la necesidad de sanear la empresa.
El 20 de noviembre de 1990, en un acto formal en Buenos Aires, se firmó la transferencia de Aerolíneas Argentinas al consorcio extranjero. La ceremonia, encabezada por funcionarios del gobierno y representantes de Iberia, marcó el traspaso oficial. Sin embargo, la ausencia de figuras clave de la oposición y los gremios evidenció las divisiones que generaba la decisión. En las calles, trabajadores de la aerolínea protestaron, argumentando que se entregaba un patrimonio nacional a intereses foráneos.
La gestión de Iberia al frente de Aerolíneas Argentinas comenzó con promesas de modernización. Se anunciaron inversiones en nuevos aviones y la reestructuración de rutas para mejorar la competencia. Sin embargo, las expectativas chocaron con la realidad. Los problemas financieros persistieron, y las críticas por el manejo de la empresa se intensificaron. Los empleados denunciaron recortes salariales y la pérdida de beneficios adquiridos durante la etapa estatal.
El proceso de privatización no estuvo exento de controversias legales. Grupos de trabajadores y sectores políticos iniciaron demandas, alegando irregularidades en la licitación y en la valoración de los activos. Se cuestionó el precio de venta, considerado por muchos, inferior al valor real de la aerolínea. Las denuncias de favoritismo hacia Iberia y la falta de claridad en los contratos alimentaron un debate que se prolongó durante años.
En los meses previos a la entrega, el Congreso Nacional fue escenario de discusiones acaloradas. La oposición advirtió sobre las consecuencias de ceder una empresa clave para la conexión del país. A pesar de las críticas, el oficialismo logró aprobar la privatización con el respaldo de una mayoría ajustada. La votación reflejó las divisiones ideológicas de la época, entre quienes defendían el modelo neoliberal y quienes abogaban por mantener el control estatal.
La entrega fue un hito en la política económica de los 90. La aerolínea, que había sido un emblema de la integración nacional, pasó a manos extranjeras en un proceso que simbolizó la apertura al capital internacional. Las promesas de eficiencia y modernización contrastaban con las dudas sobre el futuro de los trabajadores y la soberanía aérea del país. La transición no resolvió los problemas estructurales de la compañía, que seguiría enfrentando desafíos en los años siguientes.
La privatización cerró un capítulo de gestión estatal y abrió otro lleno de incertidumbre. Las imágenes de la firma, difundidas por los medios, mostraron a los representantes de Iberia asumiendo el control, mientras afuera, las protestas de los trabajadores reflejaban el costo humano de una decisión que transformó la historia de la aerolínea.
Ramírez de Velasco®



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