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| Lo que te espera si ganan |
Abajo, una pequeña muestra de lo que podría suceder si un día la ideología que tanto quieres, desembarca en estas playas
El día que ganen los comunistas, ¡oh!, instagramero, feisbuquero o tuitero de los buenos, primero te van a agarrar a vos, junto con todos los que no tienen un trabajo seguro, a los que piensan, aunque sea de manera levemente distinta, a los que usan teléfonos celulares, tienen lavarropas, heladera, licuadora y una casa decente, para llevarlos a un campo de reeducación, ponele en Guasayán, donde pican piedras mientras por un parlante les leen consignas de Marx, Lenin, Mao y el resto. Ahí no habrá con quién discutir sobre Roland Barthes, mirar cine iraní, ver series de Netflix ni renegar por las letras facilongas de Palito Ortega como anestesia de la sociedad de consumo de la década del 70.Para no ser infieles a su consigna de igualdad, te darán el mismo pantalón que a tu vecino, todos azules, y agradecerás si además te entregan un par de zapatillas, un calzoncillo y una camisa. Picarás piedras sin descanso, sin sábados ni domingos; mientras tanto, rezarás sus oraciones: un día “La religión es el opio de los pueblos”, otro “La propiedad privada de los medios de producción es el robo”, otro cantarás “Hay que abolir la explotación del hombre por el hombre”. Día tras día una nueva consigna hasta que, a la fuerza, te conviertan en el “nuevo hombre socialista”, alguien liberado de la alienación capitalista, colectivo, solidario y consciente de clase, que trabaja por el bien común sin egoísmo ni explotación.Preguntarás cuándo llegará la sociedad del hombre nuevo. Y te responderán: “Cuando la humanidad construya una sociedad sin explotación”. Y, así, entonarás la Internacional: “¡Arriba, parias de la tierra! // ¡De pie, famélica legión! // Atruena la razón en marcha: // ¡es la erupción de la explosión!”. ¿No la sabes? Será una linda oportunidad para aprenderla de memoria: los parlantes te repetirán consignas marxistas todo el día, porque, como decía Sarmiento, la letra con sangre entra.
Cuando te larguen, si es que sales algún día, no habrá porritos, ni discusiones en las calles, ni confiterías para pasar el rato, ni autos pasando raudos por las avenidas. A las cinco de la mañana oirás el sordo zumbido de miles de bicicletas rumbo al trabajo. Para ahorrar dinero, muchas de las cosas que hoy se hacen a máquina se harán a mano: imaginate miles de hombres bajo un galpón ensamblando celulares, ajustando una tuerquita veinte mil veces en jornadas de doce horas.
Si no, te enviarán al campo a cultivar soja a mano, como los antiguos chinos, a la espera de una tecnificación que quizá llegue en tres o cuatro generaciones para la felicidad de tus bisnietos, si es que te dan permiso para tener un hijo, uno solo, porque no hay dinero para alimentar más gente.
Eso es, en esencia, el mundo que te espera si ganan los que hoy llamas a los gritos en tus escritos, memes y dibujitos en las redes. Si hubiera justicia, es probable que al primero que agarren sea a vos, pobre alma inculta que admira lo que no conoce y espera el advenimiento de una ideología que, en su historial, ha traído muertes, desolación, pobreza y devastación.
Por las dudas te aviso: en esos países el silencio es la constante de las calles, los periódicos y las publicaciones en línea; pocos se animan a hablar de política ni con la esposa por miedo a que un comisario del omnipresente Partido Comunista te denuncie a la primera de cambio, sólo por atreverte a pensar en voz alta tus pobres delirios.
Perro capitalista.
Juan Manuel Aragón
A 9 de noviembre del 2025, en Saravah. Pensando en la vida.
Ramírez de Velasco®



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