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1921 ALMANAQUE MUNDIAL Yeti

Las huellas del yeti

El 19 de septiembre de 1921 una expedición al Himalaya halla huellas del yeti en unas pendientes nevadas a 6.000 metros de altura


El 19 de septiembre de 1921 una expedición al Himalaya encontró las huellas del yeti. El coronel Howard-Bury, era el jefe de la primera expedición británica al Everest y vio en las pendientes nevadas unas siluetas a 6.000 metros de altura. Cuando llegaron los expedicionarios al lugar, descubrieron unas descomunales pisadas.
Aunque Howard-Bury pensaba que las huellas habían sido dejadas por un lobo, el periodista Henry Newman, fascinado por la historia, decidió darle un nombre atractivo: "el abominable hombre de las nieves". Este término capturó la imaginación pública y comenzó la fama global del Yeti, una criatura que ha inspirado estudios, búsquedas y avistamientos criptozoológicos durante más de un siglo.
El yeti es descrito de diversas formas, pero generalmente se le representa como un bípedo peludo y parecido a un simio. A veces es mucho más alto que un humano, aunque también se lo describe como pequeño, pero muy fuerte. Se le asocia con el paisaje nevado del Himalaya, a menudo con pelo blanco, aunque puede ser de color marrón rojizo y vivir en los bosques de la región. En la cultura popular, especialmente en el cine, ha sido representado de diversas maneras, desde un monstruo aterrador hasta un habitante amable de las cavernas.
Sin embargo, la evidencia concreta de su existencia sigue siendo escasa. Lo más cercano que se ha tenido a una prueba son las huellas que algunos expedicionarios han encontrado. En 1951, los escaladores británicos Eric Shipton y Michael Ward vieron unas huellas inusuales mientras exploraban rutas hacia el Everest. Las huellas, que se extendían por algo más de un kilómetro y medio, fueron fotografiadas por Shipton, convirtiéndose en un ícono del interés del siglo XX por el Yeti. A pesar de esto, no se ha encontrado un cuerpo o prueba definitiva de la existencia de la criatura.
El yeti no es único en la mitología mundial. En muchas culturas existen relatos de criaturas similares. En América del Norte está el Sasquatch, en Australia el Yowie y en el Amazonas el Mapinguari. En los cuentos tradicionales del Himalaya, aparece como una figura que trae fortuna a los cazadores o como una entidad que asusta a las personas para que no se adentren demasiado en las montañas. La creencia en su existencia es muy antigua, remontándose incluso a relatos de la época de Alejandro Magno, quien, según se dice, pidió ver un Yeti cuando llegó al subcontinente indio en 326 antes de Cristo, aunque los lugareños se negaron, argumentando que no sobreviviría en altitudes bajas.
A lo largo del tiempo, diferentes tipos de yeti han sido descritos, como el Meh-teh, el Teh-Ima y el Dzu-teh o Nyalm. Estos relatos fueron incorporándose a la mitología budista a medida que la religión se extendía por la región. La imagen del yeti, en gran medida, permaneció sin cambios hasta el siglo XX, cuando la criptozoología comenzó a interesarse más en este tipo de criaturas.
El término "abominable hombre de las nieves" se popularizó, y numerosas expediciones y estudios se centraron en encontrar pruebas de su existencia.
En 1959, la embajada de Estados Unidos en Katmandú emitió un memorando al Departamento de Estado sobre los cazadores de yeti que acudían al Himalaya. Se establecieron regulaciones para las expediciones que buscaban a la criatura, como el pago de una cuota al gobierno nepalí por un permiso y la obligación de fotografiar al Yeti sin matarlo, excepto en casos de defensa propia. Incluso se exigía entregar cualquier fotografía o informe sobre su existencia a las autoridades locales.
A fines de la década del 50, una expedición liderada por Tom Slick, un millonario texano, encontró en un monasterio budista en Pangboche una mano momificada que supuestamente pertenecía a un Yeti. Peter Byrne, un explorador, consiguió un dedo de la mano, lo que dio lugar a una de las historias más curiosas relacionadas con el Yeti. Byrne sacó el dedo de contrabando de Nepal con la ayuda del actor James Stewart, que lo escondió en el equipaje de su esposa. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que la mano era humana.
A lo largo de los años, otras expediciones han encontrado supuestas evidencias del Yeti, aunque todas han sido desmentidas. Sir Edmund Hillary, famoso por escalar el Everest, realizó una expedición para buscarlo en la década del 60 y regresó con lo que se creía que era el cuero cabelludo de la criatura. Sin embargo, los análisis demostraron que pertenecía a un animal conocido como seraus, una especie de cabra. Las huellas encontradas por diversos escaladores también fueron explicadas como producto de distorsiones en la nieve o huellas de animales conocidas, como osos.
A pesar de los numerosos desmentidos, la fascinación por el Yeti no ha disminuido. En el 2011, expertos en criptozoología se reunieron en Siberia y anunciaron que tenían pruebas irrefutables de su existencia, pero pronto se reveló que todo había sido una maniobra publicitaria. A lo largo de la historia de la criptozoología, ha habido numerosos engaños y fraudes relacionados con el Yeti, motivados por el deseo de fama y fortuna.
En 2013, el genetista de la Universidad de Oxford, Bryan Sykes, analizó muestras de pelo de diversas partes del Himalaya y concluyó que dos de ellas pertenecían a un oso polar prehistórico, lo que llevó a la teoría de que el Yeti podría ser un híbrido de oso. Otros estudiosos, como Reinhold Messner y Daniel C. Taylor, han sugerido que podría ser en realidad una especie rara de oso, como el oso azul tibetano o el oso negro asiático.
El Yeti ha sido objeto de una cantidad impresionante de investigaciones científicas, y aunque la mayoría de ellas apuntan a que se trata de un animal conocido, como un oso, mucha gente sigue creyendo en la existencia de esta criatura mítica. La falta de pruebas definitivas no ha logrado extinguir el interés por el Yeti, y para muchos, representa las misteriosas incógnitas que aún existen en la Tierra.

Cuestión personal
En 1991, después de que entré a trabajar al Nuevo Diario de Santiago del Estero, me asignaron la sección Policiales. Le incorporamos una sección llamada “Insólito”, pues había una red, según aseguraban los expertos en computación del diario, que proveería de noticias. Al poco tiempo dejó de funcionar. Entonces directamente inventaba las noticias que aparecían. Entre ellas, publiqué varias sobre la supuesta aparición del Yeti, junto con otras que llevaban por título, “Pierde caballo de comisario”, “Descubren árbol que orina a perros”, asuntos así. Era el momento más divertido del trabajo
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®

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