Imagen de ilustración Un rifle, el gato y la memoria viva de un pueblo olvidado: la infancia moldea la mirada ante la vida y la muerte Era una casa pacífica la nuestra, en un pueblo perdido, allá lejos y hace tiempo. Sin embargo, mi padre consiguió un rifle de aire comprimido. Yo era un chico de primer grado y lo miraba como a un arma peligrosísima. Al día siguiente, por la tarde, iríamos de cacería. —¿Los dos? —pregunté, porque nunca había cazado nada. Aquella aventura me producía, según recuerdo ahora, una gran fascinación. Mi padre respondió que sí. Las horas pasaron rapidísimo la mañana siguiente, en la escuela. Lo único que hice fue pensar en esa cacería. Ni siquiera sabía el significado de la palabra, pero se me hacía que debía ser algo terrible, magnífico. No era como ahora: a esa edad, un niño ha visto morir en la televisión a miles de personas antes de aprender a escribir, y los canales supuestamente educativos le han mostrado ochocientas mil leones del África, tigres de Benga...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero