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BAILE Historias entrelazadas en club

Imagen de ilustración Uno había ido por ir nomás y se enamoraba perdidamente en una noche y otro que esperaba hallar el amor de su vida, regresaba con las manos vacías y el corazón mustio Los bailes no eran cosa de todos los días, al menos en el pago de mi infancia y la juventud. En varios meses a la redonda nadie organizaba uno y de repente, para carnaval, había media docena en tres semanas. A veces iba un conjunto de la ciudad y entonces el club se ponía de bote a bote. Iban no solo los de la villa, sino también nosotros y los de varios pueblos vecinos. Atábamos el sulky y nos recomendaban que lo dejemos en la casa de un amigo, un pariente para cuide el coche, los arneses y el animal. En ocasiones iba toda la familia en la chata de tío Horacio, hasta la abuela llevábamos para que no quede solita. ¿Si quedaba alguien en la casa, pregunta?, ¿para qué?, ¿quién iba a ir tan lejos a robar unas cuantas sillas, un tinajón viejo y macetas hechas de ollas desfondadas? Las chicas bailaban con