Jim West “En lo de los abuelos la vida era una fiesta constante mientras la infancia no terminaba de mandarse a mudar” En un tiempo a mi abuelo se le dio por los cerdos, pero a gran escala. Habíamos cosechado mucho zapallo forrajero y, como no tenía precio (“ni tiene ni tenderá”, decía el viejo), decidió armar la chanchería. Nos pusimos de tarea, porque hasta que no terminaba lo que estaba haciendo, el viejo no se detenía. Un pariente consiguió tres o cuatro camionetas de afrecho de maíz y ya tuvimos para darles de comer. Para los empiezos, al menos. Arrancamos con dos chanchas preñadas que le cambiamos por un mulo y tres cabritos a un vecino, más un chancho grande que ya estaba engordando en la casa desde antes. Cerca del surgente instalamos un gran corral, bien seguro, con parideras, mucha sombra y, por supuesto, abundante agua. En lo de los abuelos la vida era una fiesta constante mientras la infancia no terminaba de mandarse a mudar. Cabíamos primos, tíos, amigos en alegre camarade
Cuaderno de notas de Santiago del Estero