Hay otras mujeres en la Argentina que deben enviar a sus hijos al comedor infantil del barrio todos los días. Pero de eso no se ocupan las actrices argentinas de pañuelo verde. Es más fácil pedir que condenen a un actor famoso que ocuparse de ellas.
Hay otras mujeres en la Argentina que deben caminar, en algunos casos, uno, dos o más kilómetros de distancia, para llevar agua con que cocinar a su casa. Las actrices están ocupadas en que se apruebe una ley para matar niños. Es más barato que gritar por agua para todas.
Hay otras mujeres en la Argentina que cargan a sus niños y salen a la calle a pedir comida porque se les acabaron todas las oportunidades. No se sabe si las actrices las miran cuando van por la calle. Quizás sean de las que opinan “por qué no va a trabajar”.
Hay otras mujeres en la Argentina que tienen uno o varios niños con algún impedimento físico o mental. Y luchan como leonas por ellos sin pedir nada a nadie. Pero las actrices están ocupadas en sus tiquis miquis y no tienen tiempo para mirarlas. Hay otras mujeres en la Argentina cuyos padres las formaron para que sean bien mujeres, se adjudicaron un hombre y lo convirtieron en bien hombre para luchar codo a codo y sacar adelante la familia. Pero la palabra familia les da un poco de asquito a las actrices.
Hay otras mujeres en la Argentina que no se harían un aborto porque creen en Dios y saben que matar un chico es atentar contra la voluntad de Aquel ante quien se inclinan para orar por sus hijos y su marido. Pero las actrices están ocupadas propalando el ateísmo destructor de la familia.
Hay otras mujeres en la Argentina que en vez de quejarse porque tienen un sueldo inferior al de los hombres, se plantan, lo exigen, consiguen que los hombres las apoyen en su pedido y al final ganan la batalla. Pero esas no les gustan a las actrices, ocupadas en su lucha por matar niños.
Hay otras mujeres en la Argentina que se consagran a Dios y hacen votos de pobreza, castidad, obediencia, entre otros. Y sirven a la comunidad en que viven en silencio y caminando en puntas de pie. Pero son miradas con asco por las actrices privilegiadas de Buenos Aires.
Hay otras mujeres en la Argentina que han traído al mundo a sus niños, sin importarles su pobreza o el no tener un hombre que las ayude. Y sus hijos van a ser gente de bien porque ellas se lo proponen. Pero las actrices están ocupadas en su lucha de “mi cuerpo es mío”.
Hay otras mujeres en la Argentina que evitan que sus hijos miren Tinelli, para que no crean que hacer que peleen prostitutas, como gallos en un reñidero, es una manera de vivir digna. Pero las de pañuelo verde están desesperadas porque las llamen a participar de ese circo.
Hay otras mujeres en la Argentina que saben que las de pañuelo verde deberían haber mirado a los grandes conductores de la televisión, la mayoría devenido en proxeneta. Pero las actrices les tienen miedo porque saben que no van a salir en la tele si los atacan.
Hay otras mujeres en la Argentina que no se sienten frustradas por no tener un tatuaje en la nuca o un arito en la vulva. Y saben que las actrices las odian simplemente porque son iguales a sus madres, a sus abuelas, que tampoco se frustraban por no pintarse el pelo de verde.
Hay otras mujeres en la Argentina que saben que el movimiento “Me too” es prohijado y patrocinado por los grandes laboratorios mundiales, proveedores de pastillas abortivas. Y saben que las actrices lo saben, pero se callan porque es una moda, como los zapatos con plataforma.
Hay otras mujeres en la Argentina que cumplen con su deber de buena empleada, abogada, barrendera, cocinera, ingeniera, contadora, municipal, jardinera, médica o moza de bar. Y no esperan que una actriz les convalide su trabajo por el hecho de ser mujeres sino porque son gente.
Hay otras mujeres en la Argentina. Y son mayoría.
Publicado por primera vez en Facebook, en diciembre del 2018.
©Juan Manuel Aragón
Muy bueno Juan! No lo había leído antes.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Muy bueno.
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