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IDEAS La militancia es lo contrario de la política

Pelea en una tribuna

“En una guerra, el general de un bando no consultará al del ejército contrario sobre si le conviene avanzar por la izquierda o por la derecha”

Según Wikipedia la palabra “militar” se refiere a la gente, armamentos y a todo aquello que integra directa e inseparablemente a un ejército o a las fuerzas armadas de una nación. Su misión es defender, con las armas, la soberanía y la integridad territorial del país al que pertenece. Una gruesa clasificación de la historia argentina del siglo XX podría dividir los gobiernos en civiles y militares.
En los últimos tiempos son legión mayoritaria quienes repudian los gobiernos militares, fundamentalmente por antidemocráticos, pues casi todos llegaron al poder usando la fuerza de las armas y no los votos. Y son más todavía quienes quisieran que nunca más se repita la brutalidad de una persona o un grupo llegando al gobierno por exhibir el poder de los cañones, las ametralladoras.
Durante un buen tiempo en la Argentina se discutió qué era eso de la obediencia debida, dos palabras detrás de las cuales se escondieron algunos militares para justificar las atrocidades cometidas contra sus conciudadanos, solamente por acatar una orden dada por sus superiores. Los militares se rebajaron a la calidad de una cosa o un animal que no piensa, sino que obedece órdenes porque eso es lo que mandan los códigos en los cuales estudió, según decían.
Esa barbaridad, incluso fue dejada firme en una ley que los exculpó de algunas atrocidades por esta razón. Es conocida como la “Ley de obediencia debida” y dicen que fue una imposición de los militares a la política, para que no avanzaran los juicios que llevaban en ese entonces en su contra, los tribunales civiles.
Para muchos, el espíritu de obediencia militar es contrario a la naturaleza, pero necesario ante la mayor emergencia en que puede hallarse una nación, la guerra. En ese caso se precisa con urgencia que los soldados vayan a una parte o a otra, hagan algo o lo dejen de hacer, ataquen o retrocedan, resistan o se replieguen. Si cada general va a debatir con los soldados qué hacer ante cada contingencia, si lo somete a votación, lo más seguro es que los contrarios los pasen por arriba y terminen perdiendo la guerra.
La política, como ciencia, arte y virtud del bien común, estaría entonces, muy lejos del concepto primario de lo militar. En una guerra, para empezar, hay enemigos, la política en cambio se nutre de gente que tiene ideas distintas, pero no hay enemigos. La guerra busca echar fuera al enemigo o matarlo, la política quiere convencer a quienes piensan de otra forma o creen en otra cosa. En la guerra en un bando estamos nosotros y en otro el enemigo, la política es al revés, el arte de conversar con gente que va en el mismo barco, en la seguridad de que, si se hunde, todos se ahogarán, independiente de sus pensamientos.
No se ve entonces, de dónde viene esa nueva religión que hace de la política un sitio para “militar” ideas. La política es lo contrario de la intransigencia que se debe plantear en una guerra. Las ideas, en todo caso, se confrontan, se discuten, se cotejan, se debaten. Si se las “milita”, entonces se pretende que las propias triunfen por cualquier medio, incluso por la fuerza bruta. Peor todavía, la militancia evade la posibilidad de convencer al otro, sólo quiere ganarle, como en un partido de fútbol, a como dé lugar.
En una guerra, el general de un bando no consultará al del ejército contrario sobre si le conviene avanzar por la izquierda o por la derecha. En la política, en cambio, es necesario que todos los días y a toda hora, quienes tienen la idea “Blanco”, pongamos, hablen con los “Negro” y con los “Gris”, para aunar acuerdos. Lo mismo que en casa, amigo, si siempre se hace lo que dice usted u ordena su señora, sin posibilidad de desacuerdo, llegará el momento en que su matrimonio explotará por el aire y sobrevendrá el divorcio, la disolución del hogar conyugal.
Si bien una nación no es una familia, se le parece muchísimo y, aunque así no fuera, las razones para mantener aceitadas las ruedas del diálogo, son más que evidentes. En principio porque quienes gobiernan se pueden equivocar y, de hecho, muchas veces lo hacen, y ahí estarán los que no gobiernan para marcar el error, ofrecer las opciones y cambiar el rumbo.
Por eso, digo, lo de “militantes” en política suena a barrabravas, a hinchas, a fanáticos, a violentos. Si alguien dice que es militante de esto o de aquello, y no solamente estoy hablando de política, inmediatamente supongo que es alguien que dejó la gestión de las ideas en manos ajenas y se concentró solamente en defenderlas, a como dé lugar, aunque no tenga razón, los otros jueguen mejor o sean más aptos. Un tipo que quiere imponer opiniones ajenas hasta por la fuerza, a priori parece una persona temible de la que se debe mantener distancia. Y no importa que sus creencias sean liberales, socialistas, anarquistas, pobristas, evangelistas, capitalistas, conservadoras, revolucionarias, ecologistas, evolucionistas, comunistas, tercermundistas, nacionalistas, feministas, riverplatense, boquense, o cualquiera de sus subclasificaciones.
Si quiere, venga e intente convencerme de lo que dice, no milite porque se va a enojar, mejor conversemos, no intente imponer su opinión a palos, así no va.
Bah, eso vale para mí.
No sé usté.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Muy bueno Juan Manuel 👍

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  2. Me pareció muy acertada tu reflexión, y la distinción que haces sobre el concepto de militancia, tan nocivo para nuestro ya muy deshilachado bienestar institucional. Y peor si esa militancia se mezcla con "activismo", otra degeneración del orden institucional.
    Lamentablemente esos términos, y la forma en que son usados, parecen haberse incorporado a la forma de hacer política, precisamente desde el golpe militar que dió origen la era de los muchachos que cantan cántitos en contra del capital......aunque desde que tengo uso de razón son los más adeptos a su devoción y usufructo que he conocido.

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  3. Comparto el concepto de política como acción y debate de ideas, contrario al de aceptación verticalista de la línea que imparten desde arriba, aunque interpreto que militancia puede entenderse como sinónimo de activista, por lo que la idea se referiría a quien decide llevar a la acción esas ideas políticas, o sea, no sólo debatir ideas sino manifestarlas en la práctica. Interesante debate, Juan Manuel. Un abrazo

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