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Catedral de Catamarca (imagen actual) |
El 20 de julio de 1679, el Cabildo de Catamarca solicita autorización para trasladar la ciudad a un nuevo emplazamiento
El 20 de julio de 1679, el Cabildo de San Fernando del Valle de Catamarca elevó un pedido formal al gobernador del Tucumán, Alonso de Mercado y Villacorta, solicitando autorización para trasladar la ciudad a un nuevo emplazamiento. La solicitud fue firmada por las principales autoridades locales, encabezadas por el alcalde ordinario Pedro de Figueroa, con el argumento de que el lugar en que estaba la ciudad presentaba graves dificultades para su desarrollo, defensa y abastecimiento. Aunque la mudanza nunca se concretó, el hecho quedó registrado en las actas capitulares como una muestra de los desafíos urbanos y políticos de la época.San Fernando del Valle de Catamarca había sido fundada oficialmente el 5 de julio de 1683 por el gobernador Fernando de Mendoza Mate de Luna, pero ya desde décadas antes existía un asentamiento permanente que funcionaba como núcleo de gobierno y comercio en la región de los valles. La ciudad era heredera de intentos fundacionales anteriores, como el que había encabezado Juan Pérez de Zurita en el siglo XVI, y se encontraba en una zona de difícil acceso a agua y con suelo pobre para la agricultura intensiva.El pedido de traslado fue firmado por miembros destacados del cabildo, entre ellos Pedro de Figueroa y Juan de la Serna, alcaldes ordinarios de primer y segundo voto, y los regidores Andrés de Medina y Tomás de Avellaneda. También suscribió el acta el escribano público Juan de Arévalo, quien dejó constancia de la reunión realizada en la sala capitular. Todos ellos argumentaron que el actual emplazamiento dificultaba la construcción de edificios duraderos, carecía de madera y piedra cercana, y sufría frecuentes inundaciones y sequías alternadas.
Entre las razones invocadas también se mencionaban los peligros constantes de ataques indígenas, especialmente de los pueblos calchaquíes que aún resistían la colonización, pese a la finalización formal de las guerras del mismo nombre. Aunque ya habían pasado varias décadas desde la última gran rebelión, en 1667, las autoridades coloniales mantenían una actitud de vigilancia y prevención. El valle no ofrecía condiciones de defensa adecuadas, y la población, según declaraban, vivía dispersa y poco protegida.
El nuevo sitio propuesto, aunque no se detalla con precisión en los documentos conservados, habría estado más cerca del río del Valle y en tierras más llanas y fértiles. La idea era instalar allí un nuevo trazado urbano, con plaza central, iglesia, cabildo y solares ordenados, siguiendo el modelo estipulado por las Leyes de Indias. La propuesta requería aprobación del gobernador del Tucumán y eventualmente del virrey en Lima, por lo que el procedimiento era lento y podía prolongarse durante años.
El gobernador Alonso de Mercado y Villacorta, que había asumido el cargo en 1678, recibió la petición con atención, pero sin apuro, y ordenó una revisión de los argumentos. Durante su mandato, priorizó el control militar y administrativo de la región, y no promovió grandes cambios urbanos. Su gestión coincidió con una época de consolidación del poder colonial tras los conflictos calchaquíes, pero con recursos escasos para nuevas fundaciones o traslados.
Catamarca, por tanto, permaneció en su sitio original, aunque las autoridades comenzaron a implementar mejoras parciales. Se ordenaron reparaciones en la iglesia mayor, se ampliaron canales de riego y se fortalecieron algunas construcciones públicas. La inquietud por la ubicación persistió durante décadas, pero los vecinos terminaron por adaptarse a las condiciones del lugar.
Las actas capitulares de 1679, conservadas en el Archivo Histórico de la Provincia de Catamarca, permiten conocer con precisión los nombres de los involucrados y las expresiones utilizadas en los debates. Juan de Arévalo, el escribano, fue quien transcribió fielmente las palabras de los alcaldes y regidores, dejando constancia del estado del valle, de la población y de las aspiraciones del cabildo.
En esa época, la provincia del Tucumán estaba integrada en el Virreinato del Perú y respondía a la autoridad del virrey Melchor de Navarra y Rocafull, marqués de Castelfuerte. La distancia entre Lima y Catamarca hacía que las decisiones importantes, como el traslado de una ciudad, estuvieran sometidas a demoras prolongadas. Las comunicaciones se realizaban por correo a caballo, y los pliegos oficiales podían tardar semanas en llegar.
La ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca continuó creciendo lentamente, sostenida por una economía de base agrícola, la producción de vino y aguardiente, y el comercio con Santiago del Estero y La Rioja. El pedido de traslado quedó como un episodio emblemático de los dilemas fundacionales del interior colonial, donde las condiciones naturales, la política imperial y las urgencias locales se entrelazaban en una compleja dinámica.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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