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No fue un preso político, cayó por un delito común
Desde siempre, en la historia, hubo ganadores y perdedores. Es obvio que quienes la contaron fueron los que ganaron. A mí siempre me interesó la otra, la de quienes luego fueron silenciados, olvidados, rezagados. Muchas veces se les escapó la victoria por un pelo, una casualidad no permitió que ganaran. Lo que no significa que tuvieran razón, pues muchas veces también perdieron los malos.
Eso es lo que me interesó del periodismo, un oficio que entrega, con algo de desfachatez y mucho de impunidad, lo que sucedió del otro lado del mostrador, lo que pocos vieron y muchos condenaron tal vez. La anécdota de las pequeñas grandes traiciones que van tejiendo el triunfo de unos y la desdicha de otros. Y aquí va.
Esta que voy a contar es una anécdota pequeña, de algo que le sucedió a mi padre después del golpe militar del 76. Quizás no le sirva más que a los parientes, para saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué a veces nos comportamos de una determinada manera. Espero que deje una enseñanza para todos, incluido yo, pero no la voy a escribir, saque usted, si quiere, su propia conclusión, qué me importa.
A poco de comenzado el golpe, a mi padre lo metieron preso, pero no por cuestiones políticas sino por cuestiones de delincuencia común: había insultado a un juez, le había dicho a un empleado del Juzgado: “Dígale al hijo de puta del Juez, que se meta el cheque en el culo”. A las dos semanas lo llevaron preso, le pintaron los dedos, lo metieron en la alcaidía de Tribunales, por entonces en el subsuelo, y lo hicieron dormir una noche ahí.
Cuando dejó la función pública, en el 73, porque era ingeniero civil, se inscribió como perito tasador en Tribunales. Era profesor de una de las últimas materias en la facultad de Agrimensura, en la Universidad Nacional, que trataba sobre tasación de inmuebles urbanos y rurales. El asunto es que, luego de cada trabajo que efectuaba, debía iniciar un larguísimo expediente para cobrar sus honorarios. Muchas veces el juicio principal había terminado y él seguía esperando que le pagaran.
Esa vez, un viernes, fue a Tribunales temprano, a buscar, finalmente, el cheque por uno de los trabajos que había hecho. Le dijeron que vuelva más tarde. Regresó a las 10 de la mañana: no, regrese a última hora. Antes de la una de la tarde, hora de cierre de Tribunales, se presentó. El empleado lo atendió, fue adentro y cuando volvió, le dijo que el cheque recién estaría el lunes. Entonces fue cuando mi padre le largó:
—Dígale al Juez que se meta el cheque en el culo— y se mandó a mudar.
Un abogado de esos olfas que nunca faltan y que estaba en el lugar, obligó al empleado a hacer la denuncia y sirvió de testigo. Y como a las dos semanas, se llevaron preso a mi tata. Lo sacaron de una casa que alquilaba como estudio de ingeniería, junto a algunos abogados.
En ese tiempo estaba en los diarios de todos los días, el asunto del Nuevo Banco de Santiago del Estero. Accionistas minoritarios que acusaban a los mayoritarios de quedarse con su plata, no sé, un despelote de aquellos, con acusaciones cruzadas, solicitadas en El Liberal, comentarios en los cafés. Y empezaron a meter presos a algunos de los implicados que, aduciendo enfermedades reales o imaginarias, presentaban un certificado médico y en vez de ir a la Alsina 850, la cárcel, se refugiaban en sanatorios.
Cuando lo llevaron, el abogado de mi padre era, justamente uno de los que compartían el alquiler de aquella casa de la calle Güemes. Recordó que mi tata tenía un lastimado en la mano y consiguió un certificado de un médico amigo, que decía “Quiste canceroso en la mano derecha”. Con eso lo llevarían a un sanatorio y después se vería cómo hacerlo zafar del delito de injuria.
Pero cuando el médico de la Policía le revisó la mano, mi padre dijo que no tenía nada, que eran macanas, que estaba sano. “Estoy preso por insultar a un juez, no por ladrón de bancos”, dijo entonces. Al final, uno de los abogados usó una estratagema genial, que otro día contaré y pasó solamente unas horas preso.
Lo que iba a ser una estadía más o menos larga, fue una noche en la alcaidía de los Tribunales. Pasado el mediodía del día siguiente, lo llevaron a la Jefatura, le devolvieron las trenzas de los zapatos y el cinto, y lo largaron.
Como dije, usted saque la conclusión que quiera. Muchos años después, un policía me contó que primero lo tuvieron en el sector en que estaban los presos recientes y después lo pasaron con los condenados, que estaban en Tribunales esperando para subir a declarar en un juzgado. Pero porfiaba en volver con los otros, carteristas de poca monta, ladrones de gallinas, sogueros. Decía que la incertidumbre de no saber qué iba a pasar con ellos, los hacía más divertidos, los otros tenían las cartas marcadas y no hablaban nada. Y como suponía que iba a estar mucho tiempo, no quería aburrirse.
Y no, no escribiré el nombre del juez ni del abogado chupamedias ni del abogado del tata ni del policía. Solamente diré que me duele haber gastado mi plata, en comprarle cigarrillos y un sánguche para que pasara esa noche. Porque nunca se los entregaron. Ojalá se pudran en el infierno, canas del Diablo.
Y no le quito más tiempo, amigo. Siga en lo suyo.
Buenos días.
©Juan Manuel Aragón
Buen dia. Si me acuerdo yo tendría unos 15 años más o.menos
ResponderEliminarYo no sabía nada Juan solo que en mí casa era muy considerado por buena persona y profesional
ResponderEliminarYo como no se dónde lo leí que no se da explicaciones de lo privado mis amigos no la necesitan y la gente que las quiere es por envidia .tu padre era un ser muy envidiado y buen profesional y padre .
Eso se hablaba en casa .igual que tu madre .no hay que dar explicaciones de lo privado a la gente que no te paga el súper dice una amiga medio torpe pero es verdad...
No es fácil ser buena persona en un medio como Santiago.abrazo
Simpática anécdota. Me recuerda a una declaración de Musa Azar, durante los juicios por Delitos de Lesa Humanidad. Aseveró que una de las tareas que les dio el gobierno castrense, fue investigar a un juez santiagueño. Porque supuestamente "era homosexual". Está en el libro Diario del Juicio, Crónica de los juicios por delitos de lesa humanidad en Santiago del Estero, que me tocó cubrir:
ResponderEliminarhttps://www.academia.edu/32876997/Diario_del_Juicio_Tomo_1
Muy interesante, también fui perito y me consta que lo que dices es verdad absoluta. Tuve trato con tu viejo y era una persona fuera de serie, amable y muy versado en muchos temas. Sabía redactar y más de una vez me corrigió escritos mios. Un ratón de biblioteca, la 9 de Julio para más precisión. Saludos a Silvestre Aquino donde esté.
ResponderEliminarUn abrazo Juan! Muchas veces la gente honesta y correcta pasó ( y aún pasa) situaciones difíciles y son los delincuentes de toda laya los que caminan orgullosos, sin una pizca de verguenza por la calle.
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