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ENTREVISTA La Mujer de Blanco era amiga de Bonacina

La Llorona en acción

Una exclusiva conversación con la señora que grita en las oscuridades en varios lugares del norte argentino y países limítrofes


En una entrevista concedida al sitio “Ramírez de Velasco”, la famosa Mujer de Blanco, también llamada Llorona, que asusta con sus alaridos en la noche, a grandes y chicos en pueblos, ciudades y campiña de la Argentina, desmintió estar retirada, como se afirmó aquí hace unos días, sostuvo que seguirá su actividad normal, indicó que muchos de sus compañeros espantos, siguen trabajando normalmente y al final contó una deliciosa y verídica anécdota con José Luis Zavalía.
A continuación, la conversación entre un periodista de este blog con la famosa fantasma.
—A todos llama la atención el hecho de que tienen menos actividad que antes, ya no se la suele ver en los lugares que solía frecuentar.
—Su señora también sale poco y nadie dice que es porque ya no se junta con el Pata i´lana como lo hacía antes…
—¡Epa!, no se enoje, de todas maneras, con eso no responde mi pregunta.
—La verdad es que estoy saliendo poco últimamente, pero primero anduve enferma, chacabuca, digamos y después me fui de gira por el Paraguay, Brasil, Bolivia y próximamente, norte de Chile. O usted se cree que solamente les aparezco a los santiagueños.
—Disculpe la pregunta, pero, ¿de qué vive?
—Como dijo el presidente Raúl Alfonsín, esa es una pregunta fascista.
—Insisto, ¿cuáles son sus medios de vida?
—Me pagan por las apariciones.
—¿Quiénes?
—Hay de todo, maridos a quienes los pescaron con otra, políticos en problemas, clubes de barrio en problemas financieros…
—¿Cómo funciona el asunto?
—Si a usted lo pillaron con otra, me avisa, me le aparezco una noche y lo dejo con el corazón palpitando, lo llevan al hospital y su señora tiene que atenderlo, se aflige y deja la tunda que merece para otra ocasión.
—Me imagino que los clubes la llaman cuando necesitan publicidad, ¿pero los políticos para qué la quieren?
—Cuando están en la mala porque han descubierto que falta plata en las arcas de un municipio, pongalé, me hablan para que haga presencia y la gente hable de otras cosas, al menos durante un tiempo. Si pagan bien aparezco varios días. Si el desfalco es muy grande también pego unos alaridos tremendos durante la noche. No falla. Ahora, si se robaron hasta la ilusión de la gente, yo voy, pero igual no alcanza.
—Mire usted, ¿dónde vive?
—En el barrio Reconquista, de Santiago. En la cuadra me conocen como doña Adelfa.
—¿Qué opinan los vecinos de su trabajo?
—Nada, porque no saben. Cuando salgo de gira les digo que me fui a Suncho Corral a verla a mi mamá, que está enferma.
—¿Tiene otro trabajo?
—Soy inspectora de Tránsito de la Muni, categoría 15, entré en el 99. Me hizo calzar ahí el finado Mario Bonacina, que era conocido de mi marido.
—Laburo tranquilo.
—Sí, laburo tranquilo, salvo por una vez, que casi me echaron.
—¿Cómo fue?
—¿Se acuerda de la vez que José Zavalía le ganó la intendencia a Marcelo Lugones, que corría con el caballo del comisario?
—Me acuerdo.
—Esa vez, después de que ganó y como Zavalía quería echar a los que habían sido nombrados a último momento, lo puso a Lugones de funcionario para que firme los decretos de cesantía.
—Sí, en esa época decían que había firmado el nombramiento con la derecha y con la izquierda refrendaba la cesantía.
—Bueno. Yo estaba entre los que se tenían que ir. Pero zafé porque mi marido también era amigo de Zavalía y se olvidaron, digamos, de incluirme.
—Mire usté.
—Después de eso comenzaron los líos, tiros y cosha golda. Zavalía no tenía ni para  pagar una galletita y todos los días los municipales le quemaban gomas en la puerta de la Municipalidad, ¿se acuerda?
—Claro, cómo no me voy a acordar.
—Y llegaron las elecciones del 2001, Zavalía salió electo senador nacional. Y andaba dudando entre ir al Senado o quedarse de intendente. En eso, mi marido lo invitó a un asado, en casa. Y fue.
—Ahá, ¿y?
—Ahí José le planteó a mi marido cuál era el plan. Él se iba de senador, que Gerardo Zamora, el vice intendente, aguantara hasta lo que pudiera y después les entregara la intendencia a los peronistas para que se hicieran cargo del muerto. Luego, para compensar, lo hacían diputado nacional a Zamora y veían cómo volver.
—¿Qué dijo su marido?
—La avisó que, si salía así, estaba todo bien. Pero que había otra alternativa. ¿Cuál?, preguntó Zavalía. Que Zamora consiga la plata para pagar a los municipales, zafe de esta y le vaya bien e su intendencia… hizo una larga pausa y agregó: ”En ese caso vas a estar en el horno”.
Después hablamos de otras cosas con la Mujer de Blanco, si quiere, otro día le cuento.
©Juan Manuel Aragón

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