Habilidad peligrosa |
El pobre tipo que sabe firmar, conoce que está sólo un peldaño por encima del analfabeto redondo y quizás ese discernimiento lo envanece
Varios actos arteros practican los maestros en la Argentina desde hace más de 30 años. Sabido es que, de la enseñanza de las primeras letras dependerá el resto de la instrucción de los párvulos y jóvenes. La manera en que aprendan a trazar sus primeros palotes influirá de manera casi concluyente en la compleja representación que significa el estudio para aprehender un asunto cualquiera. Es más que sabido, que quienes gobiernan el país desde 1983 a la fecha, están empeñados en una lucha frontal contra la alfabetización de la gente, al tiempo que procuran disfrazar sus intenciones con números que favorezcan lo contrario, es decir, pretenden que, sin éxito en la educación, las estadísticas digan otra cosa.Por eso hoy se intenta que los chicos, desde el jardín de infantes sepan firmar. Hay como una desesperación de las maestras jardineras para lograr que sus alumnos aprendan a escribir correctamente su nombre. Luego, en primer grado, continúa aquella obsesión. Así, generaciones de estudiantes, primero se formaron en el individualismo, reforzando su propio ego y después, con ese simple acto corrieron las fronteras del analfabetismo un poco más allá de la nulidad. Por encima de los analfabetos totales están los que saben firmar, luego viene la gente que reconoce todas las letras, los que comprenden textos simples y así hasta llegar a los universitarios.Por causas que no analizaremos aquí, muchos alumnos abandonan la escuela primaria en los primeros grados. Enfrentan las vicisitudes del mundo moderno sin reconocer las letras que hay escritas a cada paso, en las calles de las ciudades y en los caminos del campo de la Argentina. Saben el valor del dinero porque los billetes nacionales son de colores cada vez más brillantes y reconocibles. Registran una gaseosa por su color o por la forma de sus logotipos. Saben que un producto es arroz y otro fideo, porque vienen en paquetes transparentes. Es decir, se han quedado con un mundo puramente visual, que evade las letras. Lo que no significa que sean tontos. Muchos, de hecho, son grandes empresarios, visionarios o gente que logró trascender sus humildes oficios, gracias a su inteligencia, habilidad y capacidades. Y por qué no, es posible que la carencia del alfabeto los haya hecho más perspicaces, pues necesitaron desarrollar otros sentidos para suplir esa falta. Muchos, no todos, obviamente.Otros cientos de miles quedaron indefensos ante la vida si de entender letras se trataba. El hecho de no saber leer, los puso casi siempre en desventaja con respecto a otros, que sí sabían leer los carteles que indicaban que un comercio era un almacén de ramos generales y el otro una herboristería, aunque lo hicieran deletreando. El que tiene aprendido el alfabeto completo y apenas sabe descifrar palabras tiene una enorme ventaja sobre el analfabeto redondo, pues, aunque le cueste, conoce el peligro que encierra cada término cuando está puesto sobre una hoja de papel. Y no le importa consultar cuando se enfrenta a un texto que le genera dudas. Quizás el analfabeto completo, como sabe de su indefensión, consulte ante cualquier papel que quieran hacer que firme. De última, en un hipotético juicio sobre si tenía o no conocimientos de lo que consintió, mostrará que puso un dedo entintado sobre el papel. Y esa será su principal prueba de que no tenía idea de lo que suscribía.
El pobre tipo que sabe firmar, conoce que está sólo un peldaño por encima del analfabeto redondo y quizás ese discernimiento lo envanece. Si alguien le pregunta si sabe, dirá que sí, por supuesto, quién se han creído que es. Y quizás lo hagan suscribir su renuncia a la libertad o cualquier otra cosa perjudicial para él mismo. La educación argentina lo puso en un lugar peligrosísimo. Le dio un arma con la que podrá pegarse, cualquier día, un tiro en el pie. Todo por engordar la estadística de los instruidos en el país. Esa picardía de dos o tres cráneos del ministerio de Educación, está causando más mal al país que cualquier Ministro de Economía, que cualquier pandemia, sequía, incendio, erupción volcánica, guerra, plaga o peste que se presente en la Argentina.
El chico que empieza sabiendo primero las vocales y avanza luego al “mamá me mima, mamá me ama”, quizás demore algo más en aprender a escribir su firma, empero irá por caminos más seguros, que le irán dejando dudas que querrá despejar a medida que va subiendo por los peldaños del conocimiento. El que sabe solamente firmar, de alguna manera intuye que ha solucionado un grave inconveniente en su vida. Que ignore que pasar de primero a segundo grado, aunque no lo curse, engorda las estadísticas educativas de la Argentina, es solamente un detalle.
La razón del analfabetismo tiene cuestiones que solamente entienden los cráneos del ministerio de Educación. Que para eso saben algo más que firmar las encuestas que los ayudan a seguir medrando en sus puestos.
©Juan Manuel Aragón
En Chilca La Loma, a 3 de octubre del 2022.
Felicitaciones por tu artículo. Un abrazo a la distancia 🤗
ResponderEliminarEl problema es complejo y tiene varios ingredientes y aristas. Pienso que vale la pena comentar sobre las motivaciones y las posibles soluciones.en un futuro artículo.
ResponderEliminarCreo que uno de los principales ingredientes es la incapacidad de los funcionarios públicos, la ideología que ha invadido al ámbito educacional y el adoctrinamiento que se pretende impartir a través de la enseñanza. Todo ante la mirada pasiva y complaciente de la sociedad.
A veces pienso que todo este deterioro causado por funcionarios que se dedican a eso, se debe a que han sido puestos ahí para eso. Nosotros (el pueblo) creemos que los hemos elegido para hacer crecer a nuestro país, pero se me hace que ni siquiera los hemos elegido.
ResponderEliminarEl Sr. Ibarra tiene razón en lo expuesto, salvo en cuanto a "ante la mirada pasiva de la sociedad". Yo pienso que es ante la mirada pasiva de "una parte de la sociedad", y si, el adoctrnamiento que estamos viendo a nivel educacional, típico del populismo, peronismo, kirchnerismo.
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