"Persistencia de los lapachos" JM Aragón |
“Los pocos sonidos que permiten las cuerdas vocales de los hombres idearon las letras”
El conocimiento, la memoria, la evocación, la comprensión del mundo es lo que nos separa de las bestias. El hombre es el único animal que se hace preguntas sobre el papel que cumplió, cumple o debe cumplir en la vida y el único también que ensaya respuestas, no importa lo disparatadas que sean, siempre habrá una palabra sobre el destino, a flor de labios y en cualquier lugar en que se halle.Es también un animal inteligente, que supo levantarse desde un mundo sin ruedas hasta los trasatlánticos que hoy dan vueltas por el mundo, desde cavernas acechadas por las fieras, hasta altísimos rascacielos con paredes de vidrio, desde la escudilla de barro cocido hasta la media docena de máquinas y artefactos que hoy pueblan una cocina en cualquier lugar del mundo civilizado o incivil.Incluso en las guerras el hombre se ha superado de una manera asombrosa, ya no gana el que más soldados tiene o el que defiende la idea más justa con las espadas más afiladas, el que pelea por la patria más amada, sino el que posee las armas más poderosas. Se mata a mucha distancia de las víctimas, sin saber del dolor, el sufrimiento, las mutilaciones provocadas, la destrucción de las casas, las fábricas, las iglesias, las plazas, las escuelas, las calles, los ómnibus, los árboles, los campos, sus cultivos, aquello que sustentaba a la gente del territorio enemigo.A medida que avanza el sistema de vida civilizado, por entre sus intersticios se cuela también la idea de que, en ese avance técnico, mejor dicho, por su causa o en sus mismas raíces, en su esencia, podría residir su misma destrucción. Es decir, podría ser demolido por aquello que fue creado para hacer más fácil y placentera la vida de los hombres, desde los botones de la camisa hasta las computadoras que fabrican moneda virtual.
Derrapar es la opción a la vuelta de cualquiera de las muchas encrucijadas que se plantean en todo momento. La hembra del hombre es la única que mata a sus crías y tiene un procedimiento legal para hacerlo, pero no lo hace por instinto como otros animales, sino para defender su derecho al placer sin consecuencias.
En los últimos años se ha cerrado el ciclo adánico. Si el padre de todos los padres, Adán, se mataba, con ese acto condenaba a la humanidad a la inexistencia posterior. Luego de muchos avances y siglos de inventos, del bronce al hierro, del remo al vapor, del vapor al motor a explosión, del motor a explosión a la propulsión nuclear, volvió al principio de los tiempos. Si un solo poderoso se equivoca, se confunde, se levanta de mal humor, está mal asesorado o se le da la gana, hace un chasquido de dedos y ordena convertir la Tierra en pedacitos más pequeños que el puño de un niño y chau.
Como hace millones de años, todos los días los hombres nacen, se divierten, trabajan, ríen, lloran, sufren, gozan casi por las mismas causas que sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y así hasta el tiempo en que apenas sabían tres gruñidos y un garrote en la mano era el símbolo y la cifra del poder.
De entre todos los inventos que logró la humanidad quizás el más portentoso, el más asombroso y extraordinario de todos es aquel que permite conocer el pensamiento de otros, solamente pasando los ojos por rayas verticales, horizontales o con curvas más o menos cerradas o abiertas. Nada hubiera sido posible sin la escritura, sin la lectura. Siglos de evolución tardaron los ladrillos con inscripciones cuneiformes en transformarse en las letras sin las cuales usted no podría hacer nada en el mundo. Desde saber la hora, por qué calle camina, cuánto falta para llegar, hasta comprender el porqué de la levedad del peso de la luz, todo se logra por medio de letras, puestas una al lado de otras en filas parejas que desentrañan lo que camina por la tierra, nada en el mar, vuela en el aire o alumbra desde el alto cielo.
La lectura y la escritura fueron la vía que posibilitó todo suceso sobre el ancho mundo. Los pocos sonidos que permiten las cuerdas vocales de los hombres idearon las letras que, puestas en ladrillos, tablas, papiros, quipus o papel, llevaron y trajeron la información de un mar a otro. De tal manera que decir civilización y nombrar la escritura, es casi la misma representación. La machacona repetición de palabras puestas en cierto orden, permite retenerlas en la mente, dando así lugar a los oficios y profesiones que se construyen a través de la memoria.
El oficio de escribir y el arte de leer, se fueron haciendo cada vez más complejos, ya no se cuentan solamente las ovejas, las cabras, los odres de vino, para mostrar la bondad de las estaciones, sino también se expresan sentimientos simples y complejos, siempre con distintas palabras, se calculan cantidades matemáticas casi infinitas de tan pequeñas y tal vez eternas, de tan inmensas. La historia de la humanidad ha sido narrada una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez en un ejercicio de constancia que es como una segunda piel de quienes gustan de saber lo que sucedió.
En el camino se ideó la escritura de la mentira como un arte por todos sabido. El sobreentendido falsificado de la novela, el cuento, el verso, a pesar de ser ilusorios, en ocasiones han creado verdades, han tumbado regímenes, han hecho morir gente por su causa y han dado nacimiento a nuevos conceptos de bien y de belleza.
En la palabra escrita siempre hay un hálito de libertad que pugna por volverse acción y ser lo que no es, y en ella vive la esperanza de quienes se saben oprimidos, vejados, mortificados por una realidad que suponen que no les corresponde. En definitiva, la escritura nos alejó de una forma radical de nuestra naturaleza animal, nos acercó a Dios, nos hizo comprender que nunca sabremos de qué está hecho el corazón mismo de su inmortal presencia.
Este escrito, estas letras puestas una detrás de la otra, si has llegado a esta parte del texto, son la prueba de que lo que alguien piensa en un momento, lo que nace de su pobre inteligencia, como en este caso, se traslada cientos o miles de kilómetros hasta que se pone frente a tus ojos para que lo descifres. Y luego estés de acuerdo, o no. Y propongas asuntos superiores en otro texto o distintas ideas, o sientes tu postura contraria o plasmes un pensamiento complementario.
El mundo crece cada vez que una pluma se entinta para redactar una idea. En cierta manera, los escritores también colaboran con la obra creadora de Dios, al dar vida a mundos distintos, que se abren al pensamiento cada vez que alguien emprende la tarea de llenar un papel con rastros de hormigas rengas. El trabajo obliga a continuar empujando el universo de las palabras, para que rueden hasta su inabarcable límite. A pesar de su enormidad, el escritor no se rinde.
Y sigue.
©Juan Manuel Aragón
Besares y Mármol, La Banda, 16 de noviembre del 2022
Derrapar es la opción a la vuelta de cualquiera de las muchas encrucijadas que se plantean en todo momento. La hembra del hombre es la única que mata a sus crías y tiene un procedimiento legal para hacerlo, pero no lo hace por instinto como otros animales, sino para defender su derecho al placer sin consecuencias.
En los últimos años se ha cerrado el ciclo adánico. Si el padre de todos los padres, Adán, se mataba, con ese acto condenaba a la humanidad a la inexistencia posterior. Luego de muchos avances y siglos de inventos, del bronce al hierro, del remo al vapor, del vapor al motor a explosión, del motor a explosión a la propulsión nuclear, volvió al principio de los tiempos. Si un solo poderoso se equivoca, se confunde, se levanta de mal humor, está mal asesorado o se le da la gana, hace un chasquido de dedos y ordena convertir la Tierra en pedacitos más pequeños que el puño de un niño y chau.
Como hace millones de años, todos los días los hombres nacen, se divierten, trabajan, ríen, lloran, sufren, gozan casi por las mismas causas que sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y así hasta el tiempo en que apenas sabían tres gruñidos y un garrote en la mano era el símbolo y la cifra del poder.
De entre todos los inventos que logró la humanidad quizás el más portentoso, el más asombroso y extraordinario de todos es aquel que permite conocer el pensamiento de otros, solamente pasando los ojos por rayas verticales, horizontales o con curvas más o menos cerradas o abiertas. Nada hubiera sido posible sin la escritura, sin la lectura. Siglos de evolución tardaron los ladrillos con inscripciones cuneiformes en transformarse en las letras sin las cuales usted no podría hacer nada en el mundo. Desde saber la hora, por qué calle camina, cuánto falta para llegar, hasta comprender el porqué de la levedad del peso de la luz, todo se logra por medio de letras, puestas una al lado de otras en filas parejas que desentrañan lo que camina por la tierra, nada en el mar, vuela en el aire o alumbra desde el alto cielo.
La lectura y la escritura fueron la vía que posibilitó todo suceso sobre el ancho mundo. Los pocos sonidos que permiten las cuerdas vocales de los hombres idearon las letras que, puestas en ladrillos, tablas, papiros, quipus o papel, llevaron y trajeron la información de un mar a otro. De tal manera que decir civilización y nombrar la escritura, es casi la misma representación. La machacona repetición de palabras puestas en cierto orden, permite retenerlas en la mente, dando así lugar a los oficios y profesiones que se construyen a través de la memoria.
El oficio de escribir y el arte de leer, se fueron haciendo cada vez más complejos, ya no se cuentan solamente las ovejas, las cabras, los odres de vino, para mostrar la bondad de las estaciones, sino también se expresan sentimientos simples y complejos, siempre con distintas palabras, se calculan cantidades matemáticas casi infinitas de tan pequeñas y tal vez eternas, de tan inmensas. La historia de la humanidad ha sido narrada una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez en un ejercicio de constancia que es como una segunda piel de quienes gustan de saber lo que sucedió.
En el camino se ideó la escritura de la mentira como un arte por todos sabido. El sobreentendido falsificado de la novela, el cuento, el verso, a pesar de ser ilusorios, en ocasiones han creado verdades, han tumbado regímenes, han hecho morir gente por su causa y han dado nacimiento a nuevos conceptos de bien y de belleza.
En la palabra escrita siempre hay un hálito de libertad que pugna por volverse acción y ser lo que no es, y en ella vive la esperanza de quienes se saben oprimidos, vejados, mortificados por una realidad que suponen que no les corresponde. En definitiva, la escritura nos alejó de una forma radical de nuestra naturaleza animal, nos acercó a Dios, nos hizo comprender que nunca sabremos de qué está hecho el corazón mismo de su inmortal presencia.
Este escrito, estas letras puestas una detrás de la otra, si has llegado a esta parte del texto, son la prueba de que lo que alguien piensa en un momento, lo que nace de su pobre inteligencia, como en este caso, se traslada cientos o miles de kilómetros hasta que se pone frente a tus ojos para que lo descifres. Y luego estés de acuerdo, o no. Y propongas asuntos superiores en otro texto o distintas ideas, o sientes tu postura contraria o plasmes un pensamiento complementario.
El mundo crece cada vez que una pluma se entinta para redactar una idea. En cierta manera, los escritores también colaboran con la obra creadora de Dios, al dar vida a mundos distintos, que se abren al pensamiento cada vez que alguien emprende la tarea de llenar un papel con rastros de hormigas rengas. El trabajo obliga a continuar empujando el universo de las palabras, para que rueden hasta su inabarcable límite. A pesar de su enormidad, el escritor no se rinde.
Y sigue.
©Juan Manuel Aragón
Besares y Mármol, La Banda, 16 de noviembre del 2022
Felicitaciones.
ResponderEliminar🙂 Muy bien. Felicitaciones...
ResponderEliminarHoy estás filósofo. Muy buenas tus disquisiciones. Saludo afectuoso.
ResponderEliminarExcelente. Para aplaudirte de pie.
ResponderEliminarIndudablemente que con tu inspirada narrativa haces honor a la maravilla que es el hombre y su capacidad de expresarse. Y desde aquí lejos, hasta donde llegan tus ideas, te saludo y agradezco por ello.
ResponderEliminarLa humanidad está cada vez mejor, peseba lo que parezca por lo que se publica. Ese problema tienendos facetas. Por un lado los medios informativos tradicionales están muriendo y para interesar al usuario recurren al sensacionalismo para reportar exclusivamente los eventos de ocurrencia extrema. Esto genera la falsa sensación de un mundo cada vez más caótico.
Por otro lado, las redes sociales han convertido a cada ciudadano en un improvisado periodista de lo absurdo, que sólo copia y redistribuye aquello que recibe, también con intención sensacionalista.
Lo cierto (y comprobable recurriendo a buena fuente), es que ennel mundo hay cada vez menos guerra, menos hambre, menos muertes por eventos naturales, menos muertes por enfermedades, menos analfabetismo, menos pobreza, mayor expectativa de vida...y podría seguir con muchos otros ejemplos.
Es lamentable que hoy se considere que matar a bebés en gestación sea un signo de liberación femenina. En eso la humanidad ha vuelto a las épocas del barbarismo tribal y de otras expresiones culturales extremas del pasado que mataban a sus niños defectuosos. Y lo digo con el sentimiento de habér sido personalmente un diagnóstico de aborto por riesgo, que mi madre decidió no aceptar.
Supongo que las mentes como la tuya deberán seguir intentando educar desde los valores de nuestra sociedad basada en principios judeo-cristianos, para ver si también en eso podemos mejorar.