A la izquierda, Juárez cuando entregó los atributos del mando a Iturre |
Artículo contra los terraplanistas, que apela más al sentido común de la vuelta al origen, que a las mediciones, la astronomía, los cohetes
Esta nota ha sido redactada especialmente para quienes sostienen que la Tierra es plana. Según ellos, si alguien va en una dirección determinada, nunca volverá al punto de inicio. En cambio, quienes creen en la redondez del planeta, sostienen que siempre que se camine con un rumbo determinado, aunque pasen los años, al final volverá a estar en el mismo lugar.Pero, vamos al punto.
El régimen juarista produjo la mayor cantidad de chupamedias por metro cuadrado en Santiago en toda su historia. Entre ellos muchos espías (buchones, buches), que corrían a avisar a los comisarios del régimen, cada vez que se enteraban de que un funcionario había hablado mal del “Doctor y la Señora”, abreviatura de los títulos obligatorios: “Gobernador de la Provincia de Santiago del Estero, doctor Carlos Arturo Juárez y su Señora Esposa, doña Mercedes Marina Aragonés de Juárez”.Algunas de las normas Iso 9000 del juarismo, fueron creadas por el propio Juárez y su esposa Nina. Como la famosa ley: “Los Nenes con los Nenes, las Nenas con las Nenas”, que establecía que ningún varón en el gobierno podía nombrar una mujer en algún cargo, removerla, llamarla al orden, felicitarla, pedirle que llegue a horario ni nada. Ni siquiera Juárez.Otras leyes, como ponerse de pie cuando uno de los dos lo llamaba por teléfono, fue ideada por los más chupamedias y cumplida a rajatabla, aún a riesgo de quedar en ridículo frente a terceros.
El diccionario de la Real Academia es parco para describir este adjetivo: es una persona aduladora, servil y también se usa como sustantivo. Viene de dos palabras cuya definición sería redundante, ”chupar” y “media”, acción que, de por sí es repulsiva, asquerosa, repelente.
El caso es que en 1987 Carlos Arturo Juárez dejó el poder luego de que triunfara su delfín en las elecciones de ese año: César Eusebio Iturre, cuyo mayor mérito para llegar a ese lugar, había sido catitear asu lado durante los discursos. Las catitas o cotorritas, mueven la cabeza de arriba hacia abajo constantemente, a esa acción en Santiago le dicen, justamente, “catitear”, que es lo que hizo Iturre, ministro de Juárez, del 83 al 87.
Antes de irse del gobierno, es decir, cuando la elección estaba ganada pero no se había hecho el traspaso de mando, surgieron en el diario “El Liberal”, el único que había en Santiago en aquel tiempo, cientos de solicitadas de agrupaciones, instituciones, unidades básicas, dirigentes y empresarios, expresando su total lealtad a Juárez. No solamente eran chupamedias, lo publicaban en el diario estampando su nombre y apellido. Al parecer fue una movida del propio Juárez, que olió la traición y apeló al último recurso de pedir la firma a los próximos renegados para ver si reculaban.
En enero del año siguiente Iturre se le retobó a Juárez. Lo había dejado solamente para que cuide el sillón hasta la vuelta del jefe, pero ya sentado, entre cuatro pícaros lo convencieron de traicionarlo. Los chupamedias se desconcertaron, al principio muchos se mantuvieron prescindentes o siguieron fieles a Juárez, pero luego se pasaron en masa, salvo dos o tres amigos personales del viejo caudillo que quedaron con él.
Uf, se produjo entonces en Santiago una catarata de pasados de bando. Sin que nadie les ordenase nada, insultaban a Juárez en tres idiomas, a saber, español, quichua y árabe. Los más prudentes esperaron unos meses y mansamente se dejaron comprar, dinero en mano, por un dirigente en las sombras, cuyo nombre jamás trascendió, y que, ¡vaya paradoja!, nunca se quedó con un peso de aquellas transacciones espurias. Le daban tanto para que lleve a uno, y a ese uno le llegaba tanto, en el camino no se le perdía ni un solo billete. Algún día hablaremos —bien— de él, pero no hoy, así que sigamos crónica adelante.
Diputados que hasta el día anterior tenían a Juárez como “Nuestro Querido Líder y Conductor”, uno de los títulos que le daban, de repente lo puteaban en alguno de los tres idiomas a elección y salían con que era un viejo esto, un viejo aquello. Mucha gente que habían sido beneficiada económicamente por Juárez o le debía el cargo, la libertad, el estudio de los hijos, no dudó en pasarse al “Nuevo Tiempo de Santiago”, expresión que, si no inventó un cronista dominical del diario El Liberal, raspando le pasaba.
Durante los cuatro años de mandato de Iturre, se cansó de ganarle elecciones a Juárez que, sin embargo, conservaba un apreciable caudal electoral, eso que lo hacían remar en dulce de leche. Cuando llegó el fin de su mandato, puso de candidato a un amigo de toda la vida, Carlos Aldo Mujica, a quien el traje le quedaba no grande sino inmenso. Para peor, el pobre Mujica llegaba debilitado al poder por acusaciones de fraude, en elecciones en que el peronismo había ido unido (es decir el iturrismo y el juarismo), gracias a una Ley de Lemas que intentaba evitar que triunfara la Unión Cívica Radical a cuya cabeza estaba un —por entonces— joven e impetuoso José Luis Zavalía, que venía a comerse crudos a los perucas.
En este caso no hubo muchos pasados de bando porque tampoco se dio una traición, a Mujica no le daba el cuero, pobre. Pero en la mitad de su mandato, cuando el gobierno, la economía, la situación, se le escurría entre los dedos, llamó a Juárez, que era senador nacional, para que le sacara las papas del fuego. Juárez acudió en su ayuda, pero ya era tarde, poco podía hacer. Mujica renunció, asumió su vice, Fernando Martín Lobo, luego vino el Santiagazo, cuando los santiagueños incendiaron la sede de los tres poderes y las casas de los principales políticos de aquel entonces. Llegó la intervención federal de Juan Schiaretti, y de nuevo elecciones.
Las ganó Juárez.
Que el 9 de julio de 1995 asumió la gobernación por cuarta vez en la historia. Fue un espectáculo digno de verse cuando los chupamedias que habían sido de Juárez, luego se hicieron de Iturre y lo putearon en tres idiomas, después, más tibiamente fueron de Mujica, ahora volvían a ser incondicionales de Juárez, “de toda la vida”, por supuesto.
La rueda había vuelto a su punto de inicio, pero a esa altura del partido la cuota de estupefacción de los santiagueños estaba agotada. Muchos no se molestaron ni siquiera en mostrarse admirados porque un Fulano cualquiera volvía a alabar a Juárez como si nunca lo hubiera puteado.
Si con esta breve y sesgada historia no bastara para entender la redondez de la tierra, cabría recordar la historia de Laurenti Beria, arquitecto constructor, mariscal político y jefe de la policía y el servicio secreto soviético de 1938 hasta 1953.
Cuando su jefe José Stalin, agonizaba boqueante, por ahí se quedó quieto y a su alrededor creyeron que había muerto. Beria aprovechó para putearlo de arriba abajo, pero hete aquí que el muerto abrió los ojos y hubo de recular para seguir siendo tan chupamedias como sido siempre. Al día siguiente Stalin murió, a los pocos días las nuevas autoridades mataron de un tiro Beria. Y el mundo de la Unión Soviética y su lógica de supuesto amor por los pobres recuperó la redondez.
Habían finado dos asesinos seriales, culpables de la muerte de millones de personas. Pero del amor de los comunistas y socialistas por la sangre ajena quizás esta columna trate otro día.
©Juan Manuel Aragón
Habían finado dos asesinos seriales, culpables de la muerte de millones de personas. Pero del amor de los comunistas y socialistas por la sangre ajena quizás esta columna trate otro día.
©Juan Manuel Aragón
Tremendo
ResponderEliminarMuy bueno Juan Manuel. Es una mirada comparativa para decir que en política, cómo en la vida, todo vuelve al inicio, en algún momento.
ResponderEliminarEs lo que hubo, es lo que hay, y es lo que seguirá habiendo, mientras la sociedad no entienda que la corrupción está enquistada en la sociedad, y como consecuencia se transmite a los funcionarios públicos......... que provienen de esa sociedad.
ResponderEliminarTambién deberán alguna vez darse cuenta de que sólo se progresa con instituciones sólidas, y no con salvadores o mesías. Los mesías, salvadores y caudillos son los que más destruyen la institucionalidad, que es la única competencia que tienen para continuar siendo los mesías, salvadores o caudillos que "salven al pueblo"
En la traición de Iturre a Juarez hubo CUATRO diputados que fueron los armadores. Recuerdo el nombre de dos, se me chispotearon los otros dos.
ResponderEliminarPuedr ser que esto esté pasando nuevamente? O ya le encontraron la vuelta con un fiel matrimonio?
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