Ir al contenido principal

RELATO Corzuela

Imagen de archivo

Una sencilla historia de lo que pudo haber sucedido y no fue

“Venga a saludar al hombre”, le dijo el tío y ella, morena corzuela asustadiza, caminó con ese andar de las mujeres en edad. Cuando se la presentaron le contaron también que la estaban terminando de criar porque la madre había fallecido y el padre la había dado, algo común en el pago. Después volvió varias veces, ella lo saludaba con un beso en la mejilla y él se hacía el sorprendido: “¡Cómo le va!”, le preguntaba como si recién la viera. “Bien, gracias” decía ella. Y era todo. Andaba callada por la casa y el otro debía hacer un esfuerzo para no mirarla, para no denunciar lo mucho que le gustaba.
Pero cuando uno llegaba a una casa como amigo del tío, por esos tiempos al menos, no podía pasar a la categoría de novio de la sobrina, así nomás, de sopetón, como quien dice. Quedaba mal. Es posible que hasta le quisieran echar los perros. Después dirían: “El hombre venía haciéndose el qué y míralo vos, había sabido traer otras intenciones”. Ella tendría en ese tiempo, 18, pongalé 19 años y él 24, no le llevaba tanto, pero había un respeto, no como ahora que cualquiera lo trata de che, vos, vení, andate.
La mujer del tío se dio cuenta. Una vez, mientras lo observaba, como al pasar dijo que no la mandaban a los bailes “para que no la manoseen los puebleros”. Entonces él se animó a mirar a la chica de frente, con una sonrisa de oreja a oreja, como diciéndole: “Mire lo que dice esta mujer, completamente equivocada”. Pero la otra continuó seria, la vista al frente, haciéndose la de no haber oído nada.
A veces pensaba que era un juego de disimulos. El tío de la chica se hacía el de interesarse por las visitas del muchacho mientras el muchacho se hacía el de visitarlo, la chica se hacía la de no mirarlo, la vieja se hacía la que no se daba cuenta de nada. Como que todos sabían aquello que nadie sabía. Pero sabían.
Hasta que un día el muchacho volvió a Santiago. Primero fue una cosa, luego otra, la cuestión es que fue postergando la vuelta de un año para el otro y luego para el otro y el otro. Y un verano de cinco o seis veranos después, regresó. Alguien le contó que de tanto mezquinarla a la chica, una noche se había escapado con un muchacho vecino, ahora vivían en el pueblo, tenían un niño y vivían felices. Una tarde la vio de lejos, seguía tan hermosa como en aquel tiempo o quizás un poco más, pensó que la maternidad, el matrimonio, la vida de pueblo le habían hecho bien.

Leer más en este sitio: el cacuy estaba en el pago antes de que llegaran los indios, los blancos, los gringos y ahora lo tratan como usurpador

Después de aquello durante largo tiempo anduvo pensando en lo que podría haber sido y no fue, en lo que alguna vez soñó como una posibilidad, se diluyó y terminó siendo un proyecto sin sentido, frustrado quizás. Se dijo que a veces pecaba de muy prudente, también podría haber sido nada más que cortedad o directamente cobardía.
Una tarde, de vuelta en Santiago, mientras caminaba por la Tucumán, de repente la recordó sentada al lado de su tía, seria, mirando al frente, esperando su turno para el mate, quizás espiándolo, haciéndose la tonta, poniendo cara de nada como suelen hacer las mujeres del pago para no mostrar interés en lo que sí están interesadas. “Eran ideas mías, nunca me miró más que como ese viejo que iba a visitar a su tío”, repasó. Un largo trecho siguió pensando en ella, pero luego desechó todo con una gastada frase que siempre traía a colación en aquellos momentos: “Hubiera no existe”.
Y eso fue todo.
©Juan Manuel Aragón
A 12 de octubre del 2023, en Tala Pozo. Festejando el Día de la Raza

Comentarios

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.