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CUENTO Manual de la mujer moderna

Ilustración nomás

Lo que sucedió cuando una dama se topó con un lobo en celo y lo que hizo ella para salvar la situación


No trates de aparecer como un lobo en celo delante de ella, mirá que es una mujer fina y delicada, me había dicho una amiga. Cuando la vi, no me importó nada. Que se haga agua el Picolé, pensé. Parece que hay tiempos en los que uno anda con ganas de enamorarse, le sale al paso una mujer cualquiera y piensa que es la más linda del mundo. La segunda vez que la encuentra, piensa “no es tan linda como la recordaba, pero, ¡qué diablos!, es la única que me da bolilla”. Y sigue.
Más adelante, es casi seguro que el asunto de la belleza no importará un comino, pero eso sucederá cuando la conozca mejor y, para decirlo con palabras suaves, se haya aligerado de las tensiones propias del enamoramiento. Bueno, circulaba por esa etapa anterior al “pasa algo”, porque todavía no sucedía absolutamente nada.
Esa noche fuimos a comer algo. Salí de la estepa, como le dije, cual lobo en celo. No la dejé hablar, toda la noche estuve parloteando. Se me hacía que estaba embobada con mis viejas historias de coboi solitario enfrentando hordas de indios comanches en el Viejo Oeste. Le conté de mis trabajos, de los muchachos de la barra, le hice una somera descripción de cada uno, sus cualidades como amigo y sus habilidades en el fútbol. Además, le narré, paso a paso, por qué me había hecho de Boca Juniors y algunas vicisitudes que me hizo pasar el club de mis amores.
En un momento de la charla hice como esas malas películas norteamericanas en que el tipo la quiere besar a la chica, cierra los ojos y se va acercando despacito mientras ella hace lo mismo y se funden en un tierno beso. Pero, por ahí abrí los ojos y observé que ella me miraba con un rostro repleto de horro y repugnancia. Bueno, no tanto, ¿no?, pero algo así. Igual no huyó, se quedó hasta el final.
Al otro día le conté a un amigo, minuto a minuto, cómo había terminado aquella noche. Se admiró: “¡No te creo!” me dijo riéndose.
Ahora que lo pienso bien, tal vez ellas son un poco imprevistas, actúan inopinadamente, parece que van a ir para un lado, cuando en realidad están corriendo para el otro, pero esta vez, todo salió como tenía que salir. No debo felicitarme porque esa mujer, cuyo nombre no daré por razones obvias, se comportó siguiendo al pie de la letra las instrucciones del Manual de la mujer moderna. No se apartó una línea de esas sabias prescripciones.
Le cuento: cuando llegamos a su casa, no muy tarde, supuse que nos quedaríamos conversando un rato en la vereda, luego me invitaría a pasar. No lo va a creer, pero todavía me esperanzaba en que lo del beso fallido había sido un error del que luego se arrepentiría. Hasta pensaba que después, cuando fuéramos amantes, o algo, recordaríamos ese episodio entre risas divertidas. Entonces sería un tierno, generoso y agradecido más que amigo, con el que ella se encontraría algunas noches, para contarle sus cuitas de mujer de mundo. Pero se despidió rapidito. “¿Te hablo uno de estos días?”, le pregunté, metiendo las manos en los bolsillos y ensayando una sonrisa canchera. “Por favor no lo hagas”, respondió.
Qué quiere que le diga, amigo, viéndolo a la distancia, pienso que, si era mi hermana, la felicitaba.
Juan Manuel Aragón
A 15 de junio del 2024, en Los Flores. Cambiando el gomín del pico.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Entre nosotros, está bien!! Ahora pregunto qué opinará Don Simón de como actuó este lobo en celo?? 😎

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