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Gustavo Thibon |
Por Gustavo Thibon
En las épocas clásicas, las instituciones morales, políticas o religiosas superaban y sostenían a los hombres que las representaban. La monarquía era más que el rey, el sacerdocio más que el cura, el matrimonio más que los esposos. Este hecho hacía posible que a veces se despreciara a un rey o a un papa sin que el principio de la monarquía o de la potestad pontificia se debilitara. Pensemos en las invectivas de una santa como Catalina de Siena contra el clero de su tiempo, o en un gran católico como Dante que ubica en el infierno al papa reinante. Hoy, como en todos los periodos de decadencia, asistimos al fenómeno inverso: las instituciones no son toleradas y se aman solamente en sus individuos.
Ramírez de Velasco©
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