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RELATO Vos

Escrituras mañaneras

"…te aburres un poco, ya sabes cómo sigue, lo cierras, te fijas si la ropa de la soga se terminó de secar, observas un rato cómo el sol va pintando los techos…"

Ayer, como todos los domingos te has levantado bien temprano, antes de que aclare el día. ¿Mañas de viejo? Puede ser, te dices. Y empiezas una rutina que se viene repitiendo los días de guardar, días para olvidar, días para regalar, todos los días desde que has empezado a sentir que estás arribando a esa edad en que el traje de viejo te queda como pintado.
Das vueltas por la casa, te fijas si hay algo para picar en la heladera, pospones un rato tomar la pastilla, das otras vueltas por las dudas, tapas bien a la patrona, te fijas si los chicos siguen respirando normalmente, pones la pava para el mate, enciendes la computadora, riegas la sagitaria, el malvón y las otras plantas que andan de incógnito en tu jardín porque nunca les vas a aprender el nombre y mucho no te interesa saberlo, tomas la pastilla, sales un ratito a la vereda en chancletas a ver cómo está el tiempo, vuelves a entrar sin hacer ruido para no despertar a nadie, sacas la pava del fuego, llenas el termo y preparas el mate, miras la computadora para ver si hay algo interesante en tu correo, por las dudas das otra vuelta, tapas a uno de los chicos hasta las orejas porque es la hora de más frío, apagas la luz de la cocina: ya entra suficiente claridad por la ventana y no están los tiempos como para andar derrochando electricidad, vuelves a salir al patio y cuando entras, decides que te vas a poner un saquito, está fresco para chomba, bostezas, pegas unas cuantas chupadas al mate y te dices que te tienes que acordar de cambiar de yerba porque la que compran siempre está saliendo muy fiera, agarras un libro de Jorge Wáshington Ábalos que estás releyendo desde hace una semana, te aburres un poco, ya sabes cómo sigue, lo cierras, te fijas si la ropa de la soga se terminó de secar, observas un rato cómo el sol va pintando los techos de las casas de los vecinos, sigues dándole duro al mate, miras un rato esa juntura de la pared de la cocina a la que se le formó como una grasita por el humo de las ollas, decides que el próximo domingo vas a acomodar la biblioteca, buscas pan en la bolsa, bostezas nuevamente, enfilas para el lado de la computadora, te sientas, abres el Word. Uf, ni un punto y seguido, ni un punto y aparte.
Empiezas a escribir, miras fijo la pantalla, intentas tener la espalda derecha porque te han dicho que de tanto esta frente a la computadora, sentado, te estás encorvando, miras cómo las letritas se forman, una tras otra en fila india, mientras surgen de tu cabeza y piensas, sigues dando chupadas a la bombilla, el mate está un poco frío, pero no importa porque siempre sigues hasta que se acaba el termo y, algunas veces, cuando se termina el agua, quedas con ganas de unos buenos matungos más. Otro largo párrafo, piensas al tiempo que se está haciendo medio tarde.
Entonces, con el quetuví cantando en el patio y los leves ruidos de la calle que han empezado a llegar, runrún de la mañana los autos que pasan, se te ocurre una idea para escribir.
Ahora sí, te dice, sigues dándole a las teclas.
Juan Manuel Aragón
A 16 de junio del 2025, en Maquito. Oyendo las charatas.
Ramírez de Velasco®

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