Inocente eucalipto del parque Aguirre |
Un corazón tallado en los eucaliptos desata recuerdos, sospechas y celos y atraviesa la memoria del amor
Uno va por el parque Aguirre, llevando de la mano a una chica, saca un cortaplumas y talla en la madera de un eucalipto los nombres de ambos enlazados en un corazón. Quizás esté bien demostrar el amor de esa manera, tal vez no, pero si se pelean debería tacharlo. Es posible que luego el muchacho vaya por el mismo lugar con otra mujer. En una de esas, al llegar a ese lugar deberá distraerla para que no mire el letrero que primorosamente grabó para la otra. Pero, ya se sabe, los hombres suelen hacer de su pasado amoroso un inacabado cuento de conquistas, así que le mostrará la obra a la nueva y le soltará, con una sonrisa canchera: “Es de cuando andaba con Clarita”.Ahora imagine que la primera chica va paseando por ese sitio con el nuevo novio. El chango podría decirle: “Mirá mi amor, ahí dice Clarita y al lado han puesto Alberto, así se llamaba tu anterior novio, ¿no es cierto?” Ella le responderá: “Lo que son las casualidades, amorcito”. Una sombra de duda le recorrerá el espinazo al actual y hasta es posible que piense: “Mirá las cosas que hacía con el otro infeliz: tallar sus nombres en los troncos del parque Aguirre, mientras a mí no me ha presentado a los padres todavía”. Ella al ver su rostro lleno de dudas, capaz que le espetará: “No creerás que la del corazón tallado soy yo, ¿eh?”. Pero él, serio y reconcentrado estará pensando en la fecha que también consignó el otro: “19 de diciembre del 2023”, por el tiempo en que ella le contó que andaba noviando con ese.Es grave lo que sucedió, amigos. Se trata de los límites del amor entre un hombre y una mujer, una frontera difusa marcada por la personalidad y la historia de ambos. Y los celos retrospectivos, los peores, porque no se solucionan, ya pasó, y si se cuentan esos secretos es porque hay confianza y se supone que el amor es más resistente que la memoria. Pero igual el tipo se remuerde. Piensa que amaba más al otro y por eso le daba más libertades, era más generosa con él. Si pudiera traería un grafólogo para que averigüe qué revela esa letra, qué rasgos de personalidad se encierran en el trazo de la “t”, qué demuestra esa “a”, algo inclinada hacia la derecha con la que escribió “Alberto”.
El muchacho piensa en volver esa misma noche con un cuchillo y redactar al lado del antiguo corazón, una leyenda que diga: “Pero ahora es mía”. Y lo firmará. Para que, si el otro llegara a pasar por ese lugar, se entere de que ya no significa nada en la vida de Clarita. Pero no lo hará, pues eso sería mostrar una inseguridad que no quiere reconocer.
Y uno, que mira la escena como si fuera una película, piensa en la inutilidad de andar escribiendo en los eucaliptos del parque. Primero porque tu amada, a la que tanto respetas, podría tener problemas con el próximo novio. Y segundo porque no es bueno andar hiriendo la naturaleza con impertinentes carteles que no sólo muestran tu insensibilidad sino también una incultura que te hace indigno de la sociedad.
Y qué tanto.
Juan Manuel Aragón
A 6 de agosto del 2025, en La Merced. Dando agua al parejero.
Ramírez de Velasco®
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